«Los bastardos» (2008) Crudeza sin cortes.

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Desde hace pocos años, el cine mexicano se ha venido convirtiendo en referencia para el cine de nuestra región, compartiendo un lugar que generalmente se le ha concedido al de Argentina. Cineastas como Alejandro González Iñárritu, con el impulso que le otorgaron los reconocimientos de varios festivales, puede considerarse como un punto de partida de este periodo, aunque asimismo destacan Carlos Reygadas, Michel Franco, Fernando Eimbcke, Gerardo Naranjo y Amat Escalante, a pesar de las diferencias estilísticas y conceptuales entre ellos.

Escalante impacta especialmente por su interés en temas sensibles para la sociedad mexicana y por su forma de abordarlos, desarrollado especialmente en su segunda película, “Los bastardos”. Este filme se enfoca en Fausto y Jesús, dos inmigrantes mexicanos que sobreviven en algún pueblo de California trabajando como obreros de manera clandestina y mal remunerada, a quienes se les contrata para cometer un homicidio. Una historia sencilla en su argumento, pero con una complejidad, apenas anunciada, que reside en un nivel más íntimo, en la relación entre unos personajes que provienen de diferentes culturas.

Allí, con la mayor comodidad, Escalante trata el tema de la inmigración, deteniéndose primero en las consecuencias fundamentales de este fenómeno social, es decir, en la dificultad del inmigrante mexicano para conseguir un trabajo, lo cual deviene en una explotación laboral disimulada, silenciosa, y la xenofobia más elemental que se desata en su contra de la misma manera. Después, en otro tipo de consecuencia generalmente menos explorada: el potencial resentimiento que se genera en el inmigrante, que en esta película se manifiesta en esos dos personajes a través de la violencia. “Los bastardos” resalta particularmente por presentar esta última perspectiva del tema. Siendo una película mexicana, no hace concesiones a una posible visión victimista ni políticamente correcta en ese sentido y, en cambio, muestra varias aristas del problema sin inclinarse abiertamente por alguna. Sin embargo, por ello no debe considerarse el filme como una revisión objetiva del caso. La crudeza que subyace en cada situación demuestra las intenciones de evitar que se genere empatía con los personajes; una crudeza que tiene sus fugas claras en las escenas donde están implicadas la sexualidad y la muerte, temas que ya habían sido tratados por Escalante en su ópera prima, “Sangre”, aunque con efectos contrarios al rechazo abierto que efectivamente despiertan aquí, y que se consigue, paradójicamente, gracias a los larguísimos y estáticos planos que suelen sugerir más que exponer. Un uso del lenguaje cinematográfico que habla de un director centrado en el objetivo de canalizar la atención del espectador a lo individual, a la persona, y al cual, aunque en ocasiones roce la frontera hacia lo tremendista, se le puede reconocer por ahora su interés por mostrar realidades tan cercanas sin incurrir en embellecimientos.

http://www.youtube.com/watch?v=9pcRnJ-Gknw

 

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