el comediante

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Ansioso por el público de esa noche Damián sonrío un poco, se rasco la garganta y sorbió tres tragos de agua. Los clientes del bar El Inquieto creyeron obtener lo que ellos querían. No obstante, el comediante de esa noche les transmitió lo mejor del repertorio. Justificando cada una de las entradas, bebidas y demás gastos de los comensales. Ellos pretendieron gastar una broma al peso medio caído en desgracia, lo demás fue pan comido. Nada parece indicar que estuvo ausente, más en todo momento se calzo bien los zapatos y alcanzo a destronar a la adversidad de su peldaño de reina sucia. La perorata siguiente, es un monologo interior/exterior de Damián:

  • Un día estaba tambaleando en el ring por unos golpes de mula que me había dado con manos de niña Fernández. Esa vez desee morir y resucitar como Jesús al tercer día, ir a su casa y joderlo a coñazos. Pero la vida siempre giró o pretendió darme una segunda oportunidad.
  • Esa noche el ring era un infierno, el calor y la atmosfera superpuesta me arrancaban el alma en cada respiración. ¿Y que creen amigos? Yo tenía las de ganar, porque llevaba 6 asaltos dándole sin tregua a mi oponente.
  • El tipo llevaba una navaja, no sé cómo coño la pudo pasar hasta el ring. La tenía entre los dedos y me comenzó a castigar con un jab de zurda. Amigos míos, el sangrerío fue bestial, pero no me deje persuadir, no. Tenía en la cara una cortada como una puñalada en una fruta del mercado.
  • Para el décimo round lo noquee sin previo aviso. Además de descubrir su fechoría, lo dejé bien jodido. La nariz le tambaleaba de un lado a otro. Parecía una pelota de ping pon.
  • Luego en los vestuarios me llamo mi mujer. Me dice que había firmado el divorcio. Yo pensé “Coño que bien, dos pájaros de un tiro”.

El público hizo aguas de la risa, la mayoría pidió otra ronda de bebidas espirituosas y salieron contentos del bar. Pero lo que no sabían es que ese había sido el último combate de Damián, ¿o show? la verdad es que la moneda dio por el lado de la soledad y, queriendo llenar un vacío imposible el campeón no pudo cargar más el peso de su pasado y se descargó un pepazo en la boca.

Antes en algún lugar de un barrio caraqueño Damián pedía rondas de caña para sus amigos, luego de una pelea estelar que termino en una juerga demencial. Que en pocas palabras siempre fue el final distintivo para un salvaje que permaneció un paso más allá que cualquier otro hombre que se jacte de ser especial.

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