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¿Quién fue Chávez? Manual de supervivencia para padres escuálidos

Soy el único venezolano en el edificio. La mañana después de que murió Chavez me dieron el pésame 6 veces. Gente vino de otras oficinas nada más a darme el pésame. Yo sólo dije «gracias». Porque ¿qué más voy a decir? ¿voy a lanzarme un laberíntico discurso a gritos sobre la Venezuela chavista, justo después de que me dan el pésame?

¿Tú qué harías? ¿En cuantos minutos puedes demostrar que Chávez no era El Cristo De Los Pobres? Si puedes hacerlo en menos de 2 sin sonar como un loco, vale la pena luchar contra la maquinaria de propaganda mejor financiada de América. Si no, «gracias», así humilde y en minúsculas. Al final, toda esta gente que me dio el pésame lo olvidó al día siguiente, cuando ocurrieron cosas más importantes.

(Los más cercanos fueron los únicos que se abstuvieron. Me preguntaron cautelosos qué pensaba sobre el futuro y les conté las vainas horribles que están por pasar)

Una de las cosas que más me han atormentado/fascinado en los últimos años ha sido cómo voy a explicarle lo que viví en Venezuela a mis hijos y nietos. Siempre he pensado que hay que tener listo el elevator pitch. Sin embargo, tanto he normalizado la locura, que la muerte de Chávez me tomó por sorpresa. Yo también pensé que lo de vitalicio iba en serio.

Hace años Quico recopiló una lista de 100 mentiras del chavismo que diligentemente guardé para que no se me olvidara. Esa fotografía de Los Años Polarizados evidencia cuánta violencia hemos asumido y qué tan locos estamos hoy. Daniel Duquenal escribió en estos días una lista más breve y aquí en panfleto Vinz enumeró algunas cosas antes de las elecciones, aunque estoy completamente seguro de hemos cacareado un montón sobre cosas bastante específicassignificativas e insoportables para cualquier persona que tenga cierto aprecio por la legalidad o quiera llevar una vida de no joder y no dejarse joder.

El asunto es el siguiente, querido escuálido: dentro de unos años tu hija, la persona que más amas en el mundo, se aparecerá en tu casa con una franela de los ojitos, fabricada en Indonesia con mano de obra infantil.

No, no es joda. Hay pocas fuerzas en el mundo que pueden alterar este futuro. Lo clave es que en ese momento, vas a tener que explicarle qué es lo que está mal con esa franela sin sonar como un rabioso gusano mayamero. Si te equivocas, tu hija te endosará todo el descrédito, toda la montaña de mentiras sobre la que operan los grandes medios. Antes de que te des cuenta, serás culpable de haber instalado una fábrica de tortura en Guantánamo.

No es difícil explicar que El Ché fue chimbo, pero con Chávez el asunto tiene más truco. Una teocracia conservadora de izquierdas democráticamente electa. Báilame ese trompo en la uña.

No es fácil explicar por qué los venezolanos enloquecimos todos a la vez, por qué provocamos asesinatos, emigración y una casi imposible debacle financiera. Nunca es fácil explicar un suicidio en masa.

Así que ¿qué vas a decir?

En Caracas Chronicles, Juan escribió una carta a sus hijas para explicarle por qué no le gustaba Chávez. Me gusta su razón porque escapa del plano político, de todos esos razonamientos, cifras y verdades que no suben cerro ni mentes débiles y se enfoca en la dimensión humana: Chávez era un bully.

(Si lo piensas bien, es una muy buena razón. Cualquiera puede tener buenas intenciones, la figura de Chávez, la retórica chavista, se alimentó de muchas de las mejores ideas que ha tenido la humanidad. Pero además de sus «problemas de implementación» –por decir un eufemismo–, Chávez se comportaba como ese típico abusador que muchos detestamos y muchos más idolatran)

Me parece que es una movida inteligente, eso de sentarse a pensar sobre lo que acaba de suceder y escribir unas líneas. Imaginarte que te fuiste y tienes que contarle este país a alguien que nunca vivió en Venezuela. No tiene que ser largo. Piensa en un discurso de dos minutos que resuma quién fue Chávez para ti y por qué no te gustaba.

Hazlo ahora, porque estos 6 años de Maduro nos llevarán a nuevas dimensiones de lo insólito y un día, sin previo aviso, vas a tener que sentarte a razonar con una veinteañera.

 

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