El legado de Hugo Rafael Chávez Frías fue la aniquilación y destrucción de la vieja Venezuela nacida durante la Revolución de Octubre de 1945. Sobre todo, Chávez aniquiló las dos grandes ideologías nacidas con dicha revolución: el adequismo y el militarismo.
Francisco Toro decía hoy que Chávez aniquiló cualquier posibilidad de una izquierda fuerte en Venezuela. Eso es cierto, pero es solo una parte muy pequeña de la verdad. Chávez aniquiló a la izquierda fuerte que gobernó este país durante 40 años. Chávez acabó con Acción Democrática.
Desde la Revolución de Octubre, Venezuela pasó a abrazar en masa los principios estatistas, socialdemócratas y cepalistas de Rómulo Betancourt, al punto que incluso Pérez Jiménez –uno de los líderes de la Revolución de Octubre, por cierto- fue un estatista que regalaba apartamentos a los pobres e inyectaba millones de bolívares a la economía gracias al boom petrolero de los 50. El que hoy en día se considere a MPJ como un “liberal” habla bastante de nuestra amnesia histórica. Es justo reconocer que el adequismo llevó a Venezuela a su mayor etapa de esplendor y prosperidad de toda su historia en los años 60 y 70, cuando rozamos el Primer Mundo con los dedos. No obstante, también fue la que hundió al país en la crisis de los Treinta Años (1983-2013) donde perdimos casi todo lo conquistado, e incluso estamos peor que nuestros abuelos en 1961.
Sí, Chávez era un adeco. Al poder mezclar el agua y el aceite, supo ganarse a muchos ex adecos que vieron en él al “nuevo” CAP. En realidad, acá el adequismo nunca fracasó a tal punto que logró conservar a millones de fieles, gracias a echarle la culpa de todo a la corrupción y el neoliberalismo, y eso le permitió llegar vivita y coleando al día de hoy, solo que ahora pintada de rojo. No en vano este es el único país latinoamericano donde la derecha jamás ha ganado una elección.
Hoy en día, sin embargo, cualquier excusa adequista fue aniquilada por el gran trauma que estamos viviendo hoy, más que aniquilar a la izquierda marxista –que nunca fue ni será mayoría en este país y de paso es demasiado ciega para reconocer su fracaso-, aniquilará al adequismo. El temor al retorno de las colas gigantescas y la hiperinflación será tan grande, que probablemente Leopoldo López será el último socialdemócrata que pase por Miraflores, y con todo, es un socialdemócrata aguado a la europea que tiene mucho más de centrista que de heredero de Betancourt o Willy Brandt.
Es irónico decirlo, pero la nueva derecha tendrá su principal fuente de votos de los antiguos pobres y buhoneros, convertidos en clase media baja, más que de la clase media tradicional, donde aún quedan bastantes progres acomplejados por los clichés tradicionales sobre la derecha.
La otra gran ideología que morirá con la vieja Venezuela, es el militarismo. Chávez le enseñó al país que un gobernante militar no es garantía de orden y estabilidad, siendo el presidente que más hizo por la anarquía y la delincuencia desde los tiempos de los caudillos.
Chávez fue el creador de los cuerpos paramilitares que reprimieron al movimiento estudiantil el año pasado. Chávez fue el creador del Código Penal que solo permitía arrestar a un malandro si era agarrado en medio de sus fechorías. Chávez fue el creador de la Misión Madres del Barrio que subsidiaba el embarazo adolescente. Chávez fue el que le dio fachada jurídica a la invasión de terrenos. Chávez fue el que aniquiló lo que quedaba de honestidad y eficacia en la policía. Chávez fue el que convirtió al carajito loco con bicha en el ídolo del liceo.
Es tal la identificación del chavismo con el malandraje, que al caer el militarismo, se llevará consigo a la tumba a su hermano bastardo, el culto al malandro. El malandro dejará de ser alguien admirado por sus “cojones” apenas el barrio vea lo que son realmente, unos cobardes. El malandro dejará de ser visto como el más vivo apenas el trauma actual le empiece a hacer entender a la gente que ser vivo es ser un hijo de puta que jode a los demás.
Es cierto que estoy siendo optimista al asumir que algo hemos aprendido de todos los coñazos que hemos sufrido. No obstante, si la Alemania nazi fue capaz de levantarse de sus ruinas, ¿por qué nosotros no podemos renacer como el ave fénix?