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The Master : Ángeles y Demonios

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The Master : Ángeles y Demonios

650_1000_The Master crítica
El último heredero del legado de Coppola recibe por nombre Paul Thomas Anderson, fiel representante de la política de autor en el cine de Estados Unidos. Su anterior película, Petróleo Sangriento, buceaba en los orígenes de la industria energética para desentrañar el pecado original de la maldición del oro negro. Retrocediendo en el tiempo, la obra clamaba por ser la alegoría de los pozos de ambición conquistados por las guerras del siglo XXI.
Personajes complejos deambulaban por el desierto a la búsqueda de recursos minerales para explotar. La cámara secundaba la exploración de los abismos del Apocalipsis Now, a la cadencia hipnótica de planos secuencias inspirados en el magma de uno de los mejores film noir de la historia, Touch of Evil, cincelado por el martillo de Orson Welles.
A la crítica le gustaba considerar al niño prodigio de Boggie Nights un digno sucesor del trono vacante ocupado por el monarca de Ciudadano Kane. El estreno de The Master confirma la sospecha y la fama del joven realizador, influido por la dinastía de los colosos de la modernidad anglosajona. Cada encuadre de la cinta resume el estudio de la fotografía pictórica de Stanley Kubrick. Joaquín Phoenix porta la imagen de un Marlon Brando poseído por el espíritu burlón y esquizofrénico de Jack Nicholson para El Resplandor.
La interpretación dicta cátedra de la trascendencia contemporánea de la escuela de Lee Strasberg. El protagonista no hace un numerito por salir del paso, sino encarna un papel con todas sus consecuencias. Se faja a golpes como De Niro, bebe en exceso cual duplicado de Martin Sheen en sus años mozos y habla en el mismo lenguaje ininteligible del rebelde torturado de James Dean.
Despierto, sueña pesadillas eróticas de un Tom Cruise en Eyes Wide Shut. No hay redención para su alma pecaminosa de nieto del Alex DeLarge de La Naranja Mecánica, tras el fracaso del método Ludovico. En vano, el fundador de la iglesia de la Cienciología intentará domesticarlo y curarlo, al adoptarlo como conejillo de indias de su barco a la deriva. Salimos de la segunda conflagración mundial y los aires de victoria permiten el nacimiento de nuevos cultos mesiánicos.
Philip Seymour Hoffman se transforma en un alter ego bonachón de Ronald Hubbard, consumido por el ego, la soberbia y la doble moral de su misión evangelizadora. Lo rodea una decadente familia disfuncional empeñada en verlo con ojos condescendientes. Su imagen de caudillo al borde del ocaso, lo entronca con el árbol genealógico de Vito Corleone en El Padrino.
Pronto entabla amistad con la víctima de sus experimentos fallidos, burdamente sustentados en las teorías de la hipnosis, el psicoanálisis, la religión y las diversas ramas de la investigación académica. En fiestas de sociedad, quiere alardear del aporte de sus hallazgos. Sin embargo, los interlocutores informados del jefe de la secta lo desmontan y desenmascaran a placer. A pesar de ello, hay un poderoso afecto por los personajes, valorados en su justa naturaleza de antihéroes. El humor, el enfoque coral a lo Robert Altman y la dimensión humana convierten a The Master en una hermosa parábola sobre las bondades y perversiones de cualquier dogma de fe. Joaquín Phoenix nos despide tumbado en la arena, reconciliado con sus ángeles y demonios.

1 Comentario

  1. Menuda sorpresa me llevé con esta cinta. No esperaba tanta densidad oculta entre diálogos punzantes y encuadres de ensueño. La actuación de Phoenix es sin duda lo mejor de su carrera y una de las más espectaculares que yo haya visto. Hermosa

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