Sobre Trump

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Trump como síndrome de un mal mayor. Trump como pústula de un mundo, no sólo de un país, que va mal. Trump como absceso, como melanoma con vocación de cáncer…

 

Me parece sumamente ofensivo -y errado-, borrar de un plumazo al Trumpismo como un voto “idiota”, “mal informado”, “racista”. Sí, hay de todo eso. Pero también existe la rabia, imposible de expresar, de un mundo que no se reconoce en el status quo actual. Cuando las personas no se sienten representadas, gritan. Trump es un grito de desespero. En eso, no es un grito único.

 

La propuesta neoliberal ha fracasado. Tal vez haya sido inaplicable desde el principio; tal vez haya sido impuesta de manera errónea en Europa y el mundo. Esto, no lo sé. Lo que sí sé, es que la brecha entre los que tienen y los que no tienen, entre las super-fortunas y los que apenas sobreviven, ha aumentado en lo que va de siglo. Esto es innegable.

 

Así, el famoso “Fin de la historia” de Fukuyama -la idea de que debíamos abrazar las ideas neoliberales para acceder al modelo último, total e inmejorable del mundo-, se ha hecho añicos. Las teorías derivadas, la estúpida “Golden Arches Theory” de Thomas Friedman y demás, jamás dieron sus frutos. Para refrescar: la “Golden Arches Theory”, plantea que la libertad y el progreso vendrán dados… Por los arcos dorados de McDonald’s. No, no es una broma. Friedman suponía que dos países con libre comercio (entendido como McDonald’s) no harían la guerra, porque era poco conveniente para ambos. Quimeras. Boberías. Arcos dorados de McDonald’s que unen al mundo. Esa era la idea. ¿Aún les extraña que la gente vote por Trump? ¿Quiénes son los idiotas, los que votan por Trump o los economistas que le creían a Friedman? (Fue un debate airado en salones de economistas, por años. En serio).

 

Ahora bien, es cierto que los desclasados (no se me ocurre mejor forma de hablar de “disenfranchised”), aquellos que no se reconocen en discurso político alguno, son víctimas de la emoción. No saben contra qué o quién tienen rabia, pero saben que están inconformes. ¿Se les puede culpar? ¿Es irracional pedirle a un empleado que ve sus ahorros destruidos por un trader de la bolsa, reaccionar de otra manera? Loco o idiota es aquel que aún cree en este sistema. En un sistema donde, después de la crisis del 2008 que acabó con trillones de dólares, hay un solo preso de Wall Street (el tristemente apodado “Fabulous Fred”), mientras el Norteamericano de a pie no puede pagar la matrícula para ir a la Universidad.  

 

Así las cosas, ese ciudadano de a pie ha sido traicionado por la política tradicional. No es su culpa: es culpa de los partidos. La “izquierda”, otrora refugio de obreros y trabajadores, ha capitulado ante la globalización financiera. En Francia, la “izquierda” reforma las leyes del trabajo y socava las bases de la seguridad laboral que les llevó siglos conseguir. ¿Les extraña que los obreros no voten por “la izquierda”? ¿Deberían votar por Manuel Valls, primer Ministro francés, que pretende hacerles trabajar más y ganar menos dinero, mientras las mayores fortunas se escapan a Andorra y Panamá? ¿Deberían votar por los comunistas o la izquierda radical, ideólogos caviar que jamás han trabajado? ¿Niños que recitan Marx y Engels mientras beben champán? Sí, es contigo, Pablo Iglesias. Y tú, Mélenchon. Vendedores de sueños irrealizables que les llevarán a su riqueza personal. Es lo único que les importa.

 

Por otro lado, la “derecha” pretende convencernos de que los ricos son los héroes de nuestra sociedad. Que hacerles pagar impuestos es “robarlos”. Pretenden, con reformas que la “izquierda” no parece contestar, volvernos “más productivos”. “Costamos demasiado”, nos dicen. El proyecto está claro: poner al empleado europeo a competir con China e India. Bajar nuestro “costo” hasta que sea más rentable quedarse en Europa que deslocalizar. Porque claro, tener cobertura social y vacaciones pagas es un lujo inaceptable. Cosas de vagos izquierdosos. La cantaleta de siempre.

 

Por esto les digo que Trump no va a ser el último en tratar de pescar en río revuelto. Perderá (Inch’ Allah), pero sus tácticas no morirán. En Europa, la izquierda extrema y/o la derecha extrema subirán. El Trumpismo es un caramelo para populistas de toda índole. Tonto sería que los Le Pen del mundo no se lanzaran como niño en piñata sobre este regalo. Es el vehículo perfecto para movilizar las emociones de las personas sin proponerles nada sustancioso. Trump vende lo ridículo y lo imposible: ¿por qué diablos seguimos hablando de un muro que es imposible de construir? ¿Por qué los norteamericanos hablan de deportar decenas de millones de musulmanes, cuando es irrisorio e irrealizable? Porque vende. Porque les da una razón a gente que sólo está descontenta.   

 

Trump supo canalizar esta ira, este descontento irracional antiglobalizador. Entonces, ante una derecha neoliberal y una izquierda neoliberal, es natural que el elector de a pie se vuelque hacia otra cosa. Hacia cosas horribles, inaceptables. Hacia discursos de odio y de destrucción. Porque el elector de Trump sabe una cosa: no le gusta el rumbo que ha cogido su vida. Sabe y siente -repito, porque no es idiota-, que se ha empobrecido, mientras otros se han enriquecido. Le parece que la derecha tradicional, con su cuento del “American Dream”, le toma por idiota. Le parece que la izquierda tradicional no sabe qué hacer ni qué representa (lo cual es verdad). Entonces, vota por el odio. Vota por las emociones.

 

Trump es sólo el facilitador. Es aquel que le mostró el camino a los tiranuelos y racistas europeos hambrientos de poder. Trump no es el fin, es el principio.

 

El daño ya está hecho. Cosas veredes, Sancho…  

 

A caveat: Este artículo no refleja *certezas*. Sólo representa la forma en la que veo las cosas hoy en día. Me equivoco: mucho, demasiado. Es un llamado al intercambio, al diálogo. Siento el más grande respeto por las personas que leen lo que escribo, por más que estén en las antípodas de mi pensamiento. Sin embargo, pido que cualquier objeción o crítica se haga de manera civilizada. Por ello, y por la naturaleza de la internet, no responderé a comentarios insultantes, pasados de tono o troll-bait. Let the hunger games begin!

 

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Barman, guía turístico, sirviente y amo de casa, traductor, profesor de lenguas, niñero, encuestador en la calle, extra de películas, vigilante nocturno, obrero de mudanzas, editor de películas, músico de Metro; eso hasta ahora. Aparte de sus incursiones en el mundo laboral, escribió y publicó novelas (https://www.panfletonegro.com/v/2010/11/22/yo-mate-a-simon-bolivar/), colaboró con periódicos y revistas electrónicas y participó en debates y mesas redondas. Hoy en día, colabora con oscuros y desconocidos artistas de todo tipo y añora realizar su sueño, ser dueño de un circo. Por las noches lleva a cabo audiciones para el puesto de “tragadora de espadas” con mujeres de todo tipo. Jamás ha practicado patinaje artístico.

3 Comentarios

  1. Te faltó mencionar que el apoyo a Trump y a las ultra-derechas europeas (ojo, no todas, creo que UKIP y otros movimientos sí apoyan el matrimonio gay, con eso está dicho todo) en buena medida viene de los molestos con una izquierda para la cual son más importantes los homosexuales y las feministas (que no las mujeres) que los obreros y lumpen en general de toda la vida.

    En buena medida, el electorado de Trump y esos partidos es un electorado también es una reacción conservadora en contra de los valores legados por la revolución sexual y cómo esos valores han evolucionado hasta llegar al feminazismo y al post-modernismo actuales. Igual te di las 5 estrellas, porque el artículo es muy bueno, aunque yo creo que Trump sí puede ganar. Total, decíamos lo mismo de Chávez en 1998…

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