La chica de humo

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Comenzó como un reto personal, pero no logro su cometido. Aparto la mirada al punto de rozar con su nariz el aroma que despedía aquella mujer. Se hizo a un lado, después de permanecer firme en su posición, viéndola, desnudándola, recorriéndole la vigorosa marcha de sus piernas. Así como los elefantes viejos se separan de la manada, se sintió derrotado por aquel mujerón, que sólo en sueños podría tener. Y sin embargo ella permitía rodearla por todos sus flancos, con ese vestido ceñido de flores, los anteojos oscuros, la sonrisa a medio camino entre la picardía y la fragilidad. El cabello revuelto por la brisa le caía sobre los hombros desnudos. Era la dulce tormenta que necesitaba una tarde de verano. No obstante el tenía la intención de cerrarle el paso, pero tuvo que arrepentirse al último segundo.

Una mujer que arrastraba las miradas a su alrededor y empañaba los parabrisas de los autos.

Ella se coloco al final de la fila para abordar el autobús. No era una tarde cualquiera a los pies de la hora pico. El pensó con toda seguridad que ella nunca se fijaría en un tipo con aspecto de no tener donde caer muerto. Ella se bajo dos paradas antes de donde él vivía, por un momento sintió el alivio de poder volver a verla.

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