El caso Snowden es la quintesencia de la conspiración contemporánea y nos invita a desconfiar de la demagogia de todos: de los políticos, de los chicos de Silicon Valley, de las redes sociales, de las centrales de inteligencia y de la doble moral de la clase gobernante(tal como lo denuncia hoy Tulio Hernández en su estupendo artículo del día domingo). Facebook no nos hará más libres, ni Google, ni Twitter, ni Skype, ni youtube. Lo lamento mucho por los ingenuos cyberutopistas de la comarca. Internet, como sospechabamos, es un instrumento de control social de los disidentes, cuya matriz responde a los intereses de las corporaciones y los estados. Snowden creció en un mundo donde supuestamente la transparencia es bienvenida. Por tanto, justificándose en ella, reveló información comprometedora. Acto seguido, la democracia queda al desnudo, deviene en sistema totalitario y emprende la cacería de brujas del mentado traidor, quien solo jugó a interpretar los valores morales del status. En la actualidad, el chico es una papa caliente de sus carceleros, de sus propios victimarios. Lo retienen en China y Rusia, dos santuarios de la muerte de la libertad de expresión. Ingenuamente, el muchacho pide asilo en países parias del tercer mundo, lugares cerrados y distópicos, fachadas orwellianas para garantizar la perpetuación de Grandes Hermanos. No hay salida o redención para Snowden. De un estado de censura entrará en otro. Triste como los amos del mundo especulan con su destino y se lo echan a la suerte como en un Casino. Ya lo había dicho un estudioso de visita por Caracas. Lo mejor es darse de baja y aplicarse el harakiri electrónico, para no dejar huellas. En un futuro no muy distante, el cybersuicidio será una opción necesaria para conservar una pequeña cuota de identidad y autonomía. No es por pecar de paranoico.
El Snowdengate confirma la tesis terrorífica de Morozov. Del consenso de Washington hemos avanzado hacia el consenso de Pekín.
El mañana es el presente de repúblicas económicamente fuertes, pero débiles con respecto al manejo de los derechos humanos.
Súmenle la crisis y tendremos el coctel perfecto para la extensión global de la dictadura.
El Planeta de los Simios, el mundo feliz 2.0.
Mark Zuckerberg es un charlatán.
Su invento no mejorará nuestras condiciones de vida.