Familias Divididas: Skyfall, Una Separación y Método Peligroso

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Tres parejas legendarias coinciden en la cartelera. En adelante descubriremos sus puntos de contacto. Skyfall introduce la vertiente por el rígido canon de la franquicia Bond. Así, la ingeniosa y polémica versión de Sam Mendes fundamenta su guión en el argumento universal del doble.
En palabras del crítico Ángel Quintana, el protagonista confrontará a una suerte de hermano descarriado y psicópata, encarnado por el camaleónico Javier Bardem, cuya imagen de hacker rubio lo equipara a la espigada figura del fundador de Wikileaks. El ángulo controvertido de la película reside en la lectura maniquea de su dilema principal.
El libreto pecaría de conservador al justificar el espionaje de las centrales de inteligencia, como una forma de contener el terrorismo de los mutantes cibernéticos. De igual modo, varios colegas sienten desdén por la resolución melodramática de la historia, aunado a su fotocopia del esquema de Caballero Oscuro.
En descargo del film, cabe reivindicar la enigmática secuencia de créditos, la fotografía de Roger Deakins en Shangai con sus juegos de espejos, el desenlace de western contemporáneo y el tratamiento del conflicto medular. Los antihéroes son ratas de un laboratorio regentado por una abeja reina culposa y atormentada por su pasado oscuro. Caín debe destruir a Abel, como el Dr Jekyll a Mister Hyde, para eliminar a su parte diablo. Pero el sacrificio será en vano. La muerte de uno significará el pecado original del otro.
Salvando las distancias, conseguimos un vínculo humano de corte análogo en la obra maestra de David Cronenberg, Método Peligroso, cumbre de su estudio psicoanalítico de los géneros considerados menores.
Al respecto, la filmografía del autor cuenta con el precedente de Dead Ringers, la excelente biografía de los angustiados gemelos Mantle, inseparables en la vida y la muerte.
Mutatis mutandis, la nueva pieza del director canadiense explora el contexto de la sonada y traumática ruptura entre Freud y Jung, aplicándoles una cucharada de su propia medicina. Los une y los divide la relación de amor y odio por la paciente Sabrina Spielrein, devenida posteriormente en una defensora de la liberación de las pulsiones interiores como una manera de hacer terapia y catarsis.
Según la tesis del realizador, ella interpreta a la manzana de la discordia y provoca el distanciamiento del Edipo con su padre, al propinarle una estocada simbólica a su edificio teórico.
El alumno Carl Gustav logra superar al profesor Sigmund en la práctica. No obstante, la melancolía también lo invade en la conciencia de perder a su alteridad. El espíritu trágico pareciera anticipar la llegada de futuras guerras personales y colectivas.
Por lógica, los casos anteriores hilvanan el mismo tejido binario de Una Separación, el cierre natural del recorrido planteado.
El largometraje toma la excusa del divorcio de un matrimonio en crisis, para desplegar el catálogo de problemas sociales, religiosos, laborales y políticos de la sociedad iraní, a través de una sobria y depurada propuesta de cámara, a la altura de Kiarostami o del censurado Panahi.
Las contradicciones del país obligan a los personajes a estancarse en el túnel burocrático y judicial de la incomunicación. Acusemos recibo del mensaje para conjurar nuestra polarización.

*Publicado originalmente en «La Ventana Indiscreta» de «El Nacional».

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