Greenberg:la Crisis del Sujeto Posmoderno según Ben Stiller

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Es una muy recomendable película de cine independiente dirigida por Noah Baumbach y escrita por él sobre la base de una idea de Jennifer Jason Leigh, quien además figura en los créditos como productora y actriz de reparto.Por algo, son marido y mujer. Esposos en la vida real y en la pantalla grande.

Ambos trabajaron juntos en «Margot at the Wedding», segundo largometraje del realizador después del éxito de «The Squid and the Whale», su obra maestra hasta la fecha. Luego tuvo la ocasión de redactar parte del guión de «Fantastic Mr. Fox», para su amigo Wes Anderson. Posiblemente, los dos encarnen la veta menos optimista de la así llamada «nueva comedia americana», por lo general asociada al nombre del polifacético Judd Apatow, suerte de padrino, mecenas y Rey Midas del género en la industria.

En consecuencia, «Greenberg» no le debe nada al señor de «Virgen a los Cuarenta», y más bien supone la tercera contribución del autor de «El Calamar y la Ballena», a la gloria del protagonista absoluto de la función, Ben Stiller, todo un filón audiovisual en sí mismo, un rato con el gobierno de Hollywood, y otro con la oposición de los «outsiders» de la meca. Él no discrimina, le gusta vivir en el limbo y fungir de enlace para los sectores en pugna.

Su sola presencia dota de valor a una serie de productos infames de los estudios, mientras pone el pecho y el hombro por los colegas marginados, para ayudarlos a vender sus proyectos.Con el tiempo, labró una carrera y una reputación envidiable dentro y fuera del sistema, cuyos beneficios le permiten ahora cosechar los frutos, madurar un estilo, definir la agenda y conquistar un lugar en el olimpo de las leyendas del humor negro. De ahí nació como hijo prodigo y al cabo de cuatro décadas(y media), regresó para ser coronado por los suyos.

Estudiosos en la materia, lo quieren encasillar y comparar con los padres fundadores del arte silente. Según los entendidos, sería una especie de payaso triste, misántropo, políticamente incorrecto y anarquista, en la tradición de Buster Keaton, W. C. Fields, Woody Allen, Jerry Lewis y el combo de Saturday Night Live, aunque procede de la familia de su propio show de televisión, junto con su pana, Janeane Garofalo.

Siempre dudaron de su talento y le costó un mundo imponer su ley ante la mezquindad y la competencia salvaje del medio. Pasa en Estados Unidos, pasa en Venezuela. Aun así, no se dejó amilanar por las voces de los críticos y siguió adelante, viento en popa, tanto detrás como enfrente de las cámaras.

En cuestión de años, creció como la espuma, conjuró a sus fantasmas, derrotó a la gerencia conservadora de Los Ángeles, se burló del gremio, pulverizó a la pirámide de poder materialista de la gestión Republicana y demócrata, deconstruyó a su generación X(de «Reality Bites» a «Cable Guy»), le quitó el aura de legitimidad a la sacrosanta institución de la moda antes de la llegada de Bruno(«Zoolander»), y para rematar,ofreció el único momento de lucidez de la pasada entrega de los Oscars, al reírse en la cara de James Cameron y de la academia por nominar a un bodrio como «Avatar». Por ende, una de sus dulces venganzas en escena, cobró carta de naturaleza histórica.

Por último y por los momentos, culmina una trayectoria a lo grande con «Greenberg», casi una autobiografía malsana y misógina de su memorial de agravios, de su expediente corrosivo, donde la acción física no desmerece y opaca la inteligencia para el diálogo o el monólogo punzante.

Al verla anoche, lo confieso, experimenté una burda epifanía de iluminado de apartamento. El monitor bañaba mi cuarto con su energía digital, y en un momento se apagó. Con fastidio me paré y lo volví a encender. Cuando iba de retorno a la cama, un libro de carteles me hizo un guiño desde la biblioteca de mi cuarto. Lo tomé y en la portada aparecía un póster de «Duck Soup», de los hermanos Marx. A partir de entonces, la imagen del afiche invadió mi subconsciente, al extremo de hacerme presa de un hipótesis absurda, pero posible: Ben Stiller es el último de los hermanos Marx o un virtuoso heredero posmoderno de su legado.

No en balde,»Greenberg» constituye una síntesis del trabajo colectivo de Groucho,Harpo y Chico. Me explico. En los instantes maravillosos de la cinta, Ben Stiler combina diferentes registros, del mutismo incómodo e hilarante a la lenguarada filosa y desternillante.

En la secuencia clave,por ejemplo,»Greenberg» asiste a una fiesta de adolescentes precoces y les suelta un sermón, bajo el efecto de la cocaína, de padre y señor nuestro, a la manera de un Freud desesperado. Los incrimina, los juzga, los señala y los condena por su insensibilidad, su pedantería, su engreimiento(sin base y sin sentido), su exagerada seguridad en sí mismos, su nihilismo de pacotilla y su aterradora apatía. Es lógico considerar dicho discurso como un resumen del film y de su engranaje colaborativo. Director y actor son cómplices en la jugada, y apuestan duro por la revisión implacable de su época indolora, carente de afecto y perdida en la traslación.

De seguro,»Greenberg» es un arquetipo de las innumerables contradicciones del hombre contemporáneo en pos de su libertad y redención existencial. Lo tiene todo y no tiene nada. Brinca de un lado a otro como la mariposa. No le interesa el éxito pero vive para justificar su derrota. Aborrece del discreto encanto de la burguesía, sin embargo, tampoco le satisface la compañía de los bohemios frustrados y antipáticos como él. Se siente apocalíptico y en el fondo es reaccionario. Fuma porros a escondidas y sufre el calvario de su propio «American Beauty». Quiere sexo fácil, se victimiza,es egocéntrico y le huye a los compromisos. Además, no aguanta dos pedidas para montarse en un avión, evadirse de su contexto y marcharse con la idea de reencontrarse con su estima herida.
Incapaz de definirse por algo, su relato cierra como el desenlace de la película: en suspenso,en el aire.

Es el drama de los niños adultos y de los eternos pavosaurios estancados en el charco de su aflicción.
Es un espejo de los incondicionales de Ben Stiller.
«Greenberg» nos habla de su decadencia y de su fracaso llevado con autoindulgencia y orgullo en pleno siglo XXI, tras el hundimiento de las utopías y las quimeras de la sociedad occidental. Por eso, la película abre con un viaje sin sentido a Vietnam, y clausura con un doble aborto: el de un embarazo no deseado y el de una aventura hacia una tierra lejana.

Descúbrala pronto si usted es como Greenberg, Been Stiller y como yo.
Un personaje en camino de cruzar el umbral de la segunda edad, a la espera de la tercera, y en plena crisis.

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