Un «Mensaje sin destino» Mario B. Iragorry

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Pretender hacer una búsqueda de la memoria colectiva, venezolana, es necesario remitir a uno de esos tantos seres que han pensado de diversas formas a nuestra sociedad, a nuestro pueblo, aunque anclado a una época y circunstancias distintas, nada de extraño tiene buscar en Mario Briceño Irragorry un “Mensaje sin Destino”, puesto que, como ciudadano de su tiempo y aún en la distancia que hoy nos ocupa supo leer ciertas claves que aún a nuestro juicio siguen prevaleciendo.
Con su idea de crisis de pueblo en su conjunto, como grupo heterogéneo que cumple un hilo cultural que lo identifica, comprendió según nuestras posibilidades reales constructivas las taras que impiden el desarrollo de las potencialidades de nuestra Venezuela. Su dirección y tino, ocurre precisamente porque sus palabras son profundas reflexiones para el diálogo, y no sentencias que lo ahogan.
En ese particular, implica la incesante cultura del olvido y negación que existe entre los venezolanos con su hilo socio-histórico-político, la amnesia colectiva y manipulación que desde la estructura de poder hacen con el afán de controlar el presente. Ha tenido como consecuencia la disociación y da siempre a entender que la patria es un conjunto de ensayos que no ha tenido ningún acierto. Memoria y tiempo se entrecruzan para darnos claves sobre el uso y el abuso que viene desde la estructura de poder, con el afán de convertirse en paradigmas de verdad, lo que contradice y niega la necesaria comprensión de nuestro proceso histórico como elemento de nacionalidad para el porvenir. A su vez, retrata lo que vendría siendo una constante con la explotación de nuestra mayor riqueza en divisas (el petróleo) sin la debida preparación, modificaría las estructuras económicas, hasta el punto de que la misma se traduciría en “dinero fácil” y sustituiría de manera garrafal las tradiciones y destruiría las demás actividades económicas y sociales por modas importadas.
Culto excesivo a los héroes de la independencia, negación de la colonia, historia moral entre buenos y malos, la exaltación de lo militar sobre lo civil, la negación del pasado, la justificación de los desmanes del presente en función del pasado “antes del mi era el caos”, lo que traduce que la responsabilidad del estado (funcionarios) sea una quimera, un abstracto que se diluye en la propaganda; la demagogia y el oportunismo político por encima de las potencialidades de los ciudadanos, el chovinismo como práctica que impide observar los errores de nuestra república, una patria que vive celebrando efemérides sin la debida comprensión de la misma, en fin una sociedad de cómplices silentes .
La tradición la observa como la reflexión que existe sobre la memoria, la cual no es inmóvil, sino que la misma en base a las experiencias de las generaciones, será capaz de moldear en función de los valores nacionales, democráticos y liberales la esencia misma que permitirá la debida relación sincrética que debe existir en la cultura. Asimismo, el pueblo lo concibe como un todo generalizado de ciudadanos, que deben estar inmersos en el proceso de cambio junto a sus gobernantes, para tener la capacidad de lograr la responsabilidad cívica de llamarse venezolanos en su sentido amplio.

Siglo XXI, año 2014 de nuestra era.
Las advertencias que nos dejó don Mario, como parte del proceso de reflexión de un venezolano, no sólo nos remonta a la idea misma de que las crisis que el pueblo venezolano ha transitado y que aparenta ser una constante de nuestro presente y de nuestros ancestros, aunque la separación de 63 años de distancia nos muestra ciertos avances de la que hay que sentirnos orgullosos como ciudadanos (que los intelectuales de hoy junto a las universidades autónomas, cuentan con mejores y mayores elementos para analizar la situación contemporánea, desde el punto de vista del pasado y del presente) no deja de asombrar las reflexiones que brindó. No solo observar la capacidad de constante negación que tiene la estructura de poder, y de ciertas conductas alucinadas contrarias al proceso de consolidación de nuestra patria, cuya retórica del disimulo y propaganda, son capaces de modificar los símbolos y tradiciones propias para demoler el proyecto de República democrática liberal establecida en nuestro devenir Constitucional.

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