Que hablen mal de uno es espantoso. Pero hay algo peor: que no hablen.
Oscar Wilde
Los trolls (eso seres despreciables, no sólo en el Señor de los Anillos, sino en los foros de internet) y los políticos, tienen ambos algo en común: ambos se alimentan de atención.
Existe una teoría que todos, sin excepción, desde el nacimiento, o incluso desde el momento de la concepción, estamos necesitados de cariño, y es una necesidad que no se quita sino hasta el momento de la muerte, y quizá hasta después también. Esta necesidad de cariño se traduce en necesidad de atención, no importa si es de amor u odio, no importa si de admiración o desprecio, pero esa atención representa un alimento importante para su supervivencia.
No veo posible un ser humano, a menos que sea un renunciante absoluto, que ande por el mundo sin necesidad de atención. Los trolls, y los políticos, son los seres que más necesitan, se alimentan de atención.
Es común en los foros de internet que se sugiere que no se alimente al troll, es decir, que no se le preste atención, o como se hacía en los años de la adolescencia, se aplicaba la “ley del hielo”, pero nadie advierte que no alimentemos a los políticos, que suelen ser tan o más despreciables que los trolls.
Los políticos necesitan, imperiosamente, que se les atienda, no importa qué o cómo, no importa si es de desprecio u odio, no importa si es de burla, no importa si se les insulta o se les escupe, mejor para ellos. Los peor que seles puede hacer, igual que a los trolls, es ignorarlos. No decir nada, no comentar nada, absolutamente nada, después de uno de sus discursos, que lo que hayan dicho haya sido como oír llover.
Creo que no hay peor vida de un político que pasar al olvido, que no lo nombren, que no lo recuerden ni sus enemigos, que no los salve ni la muerte, que su imagen se difumine como la de un fantasma en un día soleado, y desaparezca, para siempre.