EL TESTAMENTO DE ARCHIBALDO CONTRERAS

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Primero quiero agradecer que se tomen el esfuerzo de leer éste documento (si es que así se le puede llamar).
Está es mi última voluntad, y será leída en dos partes. La primera parte previa a la ceremonia fúnebre, y la segunda parte cuando ya el proceso haya finalizado.

Parte I.

Quiero, primero que nada, que organicen todo según mis instrucciones. Al pie de la letra. Mi proceso fúnebre se celebrara el cinco de Marzo. No importa cuando sea el día de mi repentina muerte, habrá un lugar pago en la morgue durante todo un año para el deposito de mi cadáver. Para que en el día indicado este fresco como una manzana recién arrancada del manzano. Llegado el día cinco del mes de marzo celebraran en mi honor un bacanal. Quiero que con la plata ya reservada para la ocasión preparen un bacanal tan grande y majestuoso que el mismo Baco estaría celoso.
La celebración debe continuar hasta que de mi cuerpo no empiecen a salir olores tan desagradables que la gente tenga que empezar a vomitar. Es mi ultima voluntad, y les pido por favor cumplirla. Está en ustedes si quieren tener una orgía o no. Como mi cuerpo ya estará consumido ya no me importará. Sólo mayores de diecisiete años van a tener acceso a aquel bacanal en mi honor. No quiero críos viendo ese tipo de escenas grotescas, para todo existe una edad.
Quiero que en la gran celebración haya dos bacantes adorando una estatua de Baco y rogándole por mi alma. Aquella estatua será de oro macizo de 24 quilates, sus ojos serán de diamantes sangrientos, osea de las minas de Sierra Leona o algún lugar en el que haya guerra en el momento. Esa estatua sera rodeada por uvas de de la cepa malbec traídas ese mismo día desde Mendoza, junto con todo el vino que habrá en la celebración. El vino no estará en botellas. Se traerá en tinajas, como las que usó Christós en las bodas de Caná para crear del agua vino, y se servirá en cálices de madera.
Cuando mi cuerpo esté tan putrefacto que las aves carroñeras estén todas desesperadas, buscando una manera de entrar a la celebración y alimentarse de mi cuerpo, trece vírgenes de 26 años y ateas bañaran mi cuerpo y luego untaran todo mi cuerpo con aceite de oliva extra virgen hecho con las uvas de los olivos del Monte Olivos en Israel, donde Christós recibió el beso de su bien amado Iscariote.
Después del baño con esponjas del océano Índigo con agua llenas de pétalos de rosas de la Provincia de Río Negro y la unción de aceite a todo mi cuerpo, quiero que me entierren sin cajón. Desnudo, en cualquier pedazo de tierra estéril que encuentren. Me gustaría darles el lugar de antemano, pero no se el momento preciso de mi muerte, ni el lugar. Así que esa elección tiene que ser suya. Reitero, la tierra tiene que ser estéril… tan muerta como la cima de un volcán activo.

Parte II(leer después del entierro).

Todo mi dinero se lo dejo a mis bastardos y a mis hijos del matrimonio con Carla. Nadie sabe de la existencia de esos bastardos, ni siquiera las madres saben quién soy.
Dejen que les cuento una historia.
Nunca quise tener una familia. Desde muy joven me aterró la idea de criar a una persona. Inculcarle mis pensamientos, mi modo de ser. Mi forma de vivir nunca me pareció un modelo a seguir. No me mal interpreten. No la cambiaría. No lamento nada de lo que he hecho o las decisiones que tomé. Viví la vida como siempre quise; llena de acontecimientos y placeres mundanos.
Cuando cumplí dieciocho años me di cuenta que procrear era una opción para mí. Aunque me aterraba la idea de tener mi propia familia, siempre supe que quería tener unos cuantos críos por ahí en el mundo. De la misma manera que sabía querer progenie, sabía que no quería ser padre. No tenía, o tuve, la voluntad de hacerme cargo de una relación. Fuese ella haciendo el papel de padre o de marido/novio/concubino…
Entonces, cando cumplí veinte, decidí que algo haría con respecto a mis pensamientos. Me disfracé bastante mal y salí a la noche. La idea era fecundar a una mujer. Decidí darle un nombre y numero falso y le prometí ser estéril, como la tierra en la que estoy enterrado.
Desaparecí tres encuentros después. Pero me quedé con toda su información. Tenía su numero de documento, su dirección, su numero de teléfono… toda su información. Ella de mí no sabía nada. Le dí un nombre falso y el numero de teléfono del nombre que había sacado de la guía.
Le hice un seguimiento durante meses, pero nada… no estaba preñada. Me decepcioné. Dudé de mis capacidades reproductivas. Así que seguí con mi plan. Quería tener un pibe por ahí, cerciorarme que era capaz. Nunca me importó por lo que pasarían la madre y mi bastardo. Nunca me importó su dolor. Y estoy seguro que en mis momentos finales tampoco pensé en ellos.
Lo que empezó como un juego, luego se convirtió en vicio. Tenía la necesidad, hasta ya entrado en edad, de seguir esparciendo mi semilla por el planeta. Lugar que visitaba, lugar donde intentaba poner mi semilla. No me importaba si me excitaba o atraía la portadora de aquel vientre donde mi bastardo se germinaría. La única razón era procrear y tal vez algún día convertirme en un mito. No tuve ningún don particular, nada por lo que podría ser recordado. Haber tenido una holgada situación financiera me permitió seguir con mi juego. Adopté nombres ajenos durante varios meses con diferentes mujeres. Nunca repetía el nombre y siempre guardaba su datos. Me convertí en el maestro del engaño sólo para estar seguro de que ciertas mujeres tengan mi progenie.
Nunca me hice cargo monetariamente de ellos. Nunca sentí amor por mis bastardos o por sus madres. Siempre fue un juego para mí.
Mi abogado, que en el momento que estén leyendo estas lineas ya no será mío sino de mi herencia, tiene la lista de los cincuenta y tres bastardos que repartirán mi fortuna con ustedes.
Carla no llegó a saber de ésta vida doble que llevé durante toda mi vida. Tuvo la gracia de morirse antes. De no ser por ella no hubiese tenido a mis hijos matrimoniales. Juan, Carlos y Sofia, les pido disculpas por hacerles pasar éste mal momento. Siempre quise ser recordado.

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