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Blanquito Man en La Hojilla.

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King Changó apareció en 1996 en medio de la efervescencia del llamado Rock Mestizo que, como tal vez algunos recuerdan, incluyó a bandas excelentes, entre otras Mano Negra y Café Tacvba. De entrada, King Changó me pareció una propuesta bastante simpática, en especial gracias al tema Confesión, que comenzaba con un criollísimo y sabrosísimo cuatro y luego derivaba en un ska bien animado
Cartel de YouTube

En 2000 sacaron su segundo disco, que incluía el tema Sin tí, que me pareció prescindible. Sin embargo con esa canción sonaron muchísimo. Bien por ellos. La verdad es que por esa época dejé de escucharlos. También dejé de escuchar ska y rock mestizo por un tiempo. No recuerdo bien qué escuchaba por ese entonces. En todo caso, no importa.

Me llevé una sorpresa hace pocos días cuando, haciendo zapping, me encontré a Blanquito Man y Negrito Man (ambos hermanos, miembros fundadores de King Changó) en La Hojilla, conversando con Mario Silva en algo que parecía un estudio de radio. Por curiosidad, me quedé unos minutos viéndolos, y bueno… nada, los panas son revolucionarios radicales y tal.

Me pareció muy oportuno, porque hace unos días alguien montó acá un artículo sobre Russian Red y los progres españoles, que ya no la escuchan porque la cantante en cuestión se ha declarado de derechas.

La cosa es que a esta muchacha la han llamado un montón de cosas feas, por una declaración hasta inocentona. No sé si pueda compararse con la actitud de estos dos señores, ya dos hombres hechos y derechos adentrados en los cuarenta, que se presentaron en un programa desde el cual se han dicho cosas… bueno, ya sabemos cómo es ese programa y cuán procaces son sus conductores y cuán poco respeto tienen para con los que adversan su ideología. El tipo de gente que uno sabe que no vacilaría en exterminar a la mitad de la población del país, si con eso ven coronados sus deseos políticos.

Y yo entiendo perfectamente que estos muchachos tienen todo el derecho del mundo a tener las ideas que tienen. También que es una ridiculez, una muestra de intolerancia suma, ponerse en plan gusano-mayamero a despotricar de ellos y a quemar sus discos. Pero coño, pana, entiéndame ustedes a mí. Los carajos no son tan inocentes. Los tipos no tienen el más mínimo escrúpulo en prestar su imagen a lo más fascista y reaccionario de ese movimiento aluvional llamado chavismo. Y, la verdad, no me parece. No me parece que su condición de «artistas» (tampoco es que son Lennon y McCartney o, en un plano más latinoamericano, José Alfredo Jiménez y Agustín Lara) sea una patente de corso para patear así la decencia.

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