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La Hora Cero: ¿Es el Día de los Pobres?


Desde el estreno de «La Hora Cero», vengo recibiendo presiones de fanáticos y enemigos de la película por diversas plataformas.
Los más amigables,me preguntan por el muro de Facebook, para cuándo publicaré mi crítica del estreno criollo de la temporada.
Jonathan Pellicer afirma en tono jocoso: “pareces el CNE, te estas tardando mucho en dar los resultados.Sospechoso”.
Los menos simpáticos, me reclaman directamente al inbox por no asumir posición de inmediato.
Anónimo #1: “vendido, tarifado, cuánto real te dieron para comprar tu silencio.Te me caíste Monsalve,yo te conozco,tu cabeza también tiene precio”.
Anónimo #2: “jala bola, jala mecate de la burguesía…eres un súbdito de Diego Velasco”.
Muchos quieren ver sangre y me condenan a fungir el papel de verdugo. Por supuesto, ellos no se atreven, ni de broma, a escribir media cuartilla sobre el tema. Entonces pagan conmigo su flojera y desidia a través del chantaje.Pero en cualquier caso, pierden su tiempo.Aquí estoy con mi lectura libre de la pieza y no la pienso condicionar a las exigencias e intereses de nadie.

¿Por qué me tardé en escribirla? Por una simple razón. Llevo dos semanas recopilando información de primera fuente, para redactar una reseña carente de superficialidad y ligereza,dada la importancia social del film.
A tal efecto, entrevisté en dos ocasiones a su director, quien además gustosamente impartió una clase de cine para los alumnos de mi curso. Personalmente, descubrí en él a un ser humano de espíritu noble y sincero. Abierto al cuestionamiento y al diálogo,cara a cara.Jamás lo noté incómodo,arrogante o cerrado a la discusión y siempre fue transparente en sus respuestas.
Tampoco buscaba sonar condescendiente,forzado o políticamente correcto con sus intervenciones.Se expresaba con naturalidad y sin poses de realizador pesado,intelectual.
Por ende, yo también seré estrictamente honesto y diáfano con mi interpretación de su ópera prima, para retribuirle su actitud responsable y diligente frente a la prensa.
Por tanto,Diego,ahora sí nos llegó la hora cero a los dos de ventilar nuestras diferencias y coincidencias en público.
Comencemos por la parte del consenso.
Admiro tu trayectoria,tu absurda decisión de irte de Venezuela a trabajar en Hollywood,tus empeños quijotescos y tus diferentes logros dentro del medio.
«Cédula Ciudadano» todavía la encuentro maravillosa y vigente, a pesar de sus concesiones demagógicas con el humor chabacano de la televisión rochelera(una de tus debilidades, de tus talones de Aquiles).Léase la inclusión de Orlando Urdaneta y del Conde del Guacharo.No obstante, su tono de sátira política la acaba por redimir en una época donde la mayoría optaba por la evasión pura y dura.En cambio, tu hablabas claro y raspado de nuestro desastre burocrático a la manera kafkiana de Titón, y en paralelo, nos arrancabas una sonrisa agridulce.
Ahí te la comiste,caballo.Veinte puntos.
Luego con «Planeta de Seis», obtuviste indulgencia del público, al costo de distanciarte de los entendidos, quienes lamentaron tu cambio de registro.
Para mí, el formato sitcom te robó movilidad y frescura, en un intento fallido por extrapolar e importar el modelo de «Friends» a Venezuela.Al final, los chistes y las gracias de los niños pijos, devenían en morisquetas reaccionarias, en rutinas deslucidas y mecánicas destinadas a una audiencia esnobista. De inmediato, Televen canceló el show.De ahí aprendiste las duras lecciones de la dictadura del rating y de los anunciantes.
Posteriormente, en Los Ángeles, pulirás tus conocimientos de cámara, de producción y de logística al servicio de los grandes cacaos de la industria, así como de los viejos zorros del lejano oeste.
En la meca, empezarás de abajo, cargando cables,operando equipos de segunda unidad, tomando nota y cogiendo consejo de las vacas sagradas.Tuviste la dicha de prestar tus servicios a Taylor Hackford en la filmación de «Ray», mientras observabas como testigo de excepción los recitales de Jamie Foxx.
Era el 2003 y soñabas con firmeza en la idea de dar el salto al largometraje.Contabas con la edad y los argumentos suficientes para asumir el riesgo. Aparte, sentías las obvias presiones del contexto.Tus panas e incondicionales cocinaban proyectos y los concretaban. Tu no querías ser la excepción a la regla.
De tal modo, nace y surge el concepto del libreto de tu primera película: «El Día de los Pobres», génesis de «La Hora Cero», inspirada a su vez no sólo en la huelga médica de 1997, sino en tu investigación de campo para realizar una serie documental en Venezuela.Allí descubres la miseria y la crisis de nuestro sistema de salud. Entonces te propones trasladarla a la pantalla en clave de ficción.

Del papel a la imagen digital, el guión sufre innumerables alteraciones y modificaciones. Según tus detractores, lo adaptas y lo amoldas a las condiciones de la oferta y la demanda,en el sentido de concebirlo como un producto de marketing.
No en balde, reafirmas los patrones clásicos del estándar ecuménico, de la dramaturgia a la ejecución técnica.Reciclas fórmulas, estereotipos y estructuras de manual.
El chico salva a la chica en extremis, el malo se rehabilita en el sacrificio, los villanos reciben su merecido y hay una puerta de esperanza al final de túnel, en un típico happy ending moralista y tranquilizador.
Mismo defecto populista de «Hermano».
Poética victimista de expiación al calor de la muerte como catarsis colectiva en la cumbre del templo. Un cuerpo lava y purifica a la usanza de “La Pasión” de Mel Gibson. El culto mesiánico nos envuelve en una capsula asfixiante y estéril.
“La Hora Cero” y “Hermano” pertenecen a una corriente manierista de la Quinta República, agotada y clausurada de ahora en adelante. Económicamente rendirá sus frutos. Creativamente la siento cancelada, extinguida y liquidada. No da para más. Jackson Gutiérrez, Bala Perdida y compañía le clavaron su estocada decisiva en el circuito pirata. Para el mainstream es un negocio redondo y la invención del siglo. El Blockbuster malandro, bárbaro para el auditorio civilizado, fascinado por el regodeo exótico por la alteridad. Somos de aquí pero queremos contar el drama de los de allá y de acá( por medio de viñetas y postales turísticas del tercer mundo).
En el trayecto de ida y regreso, cometemos imprecisiones y errores de antropólogo inocente y etnocéntrico. ¿La Parca iba a disparar primero,a lo loco,sin averiguar antes?¿El escape del inicio no es un pelo hiperbólico,excesivo?¿El trío de La Parca, Ladi Di y el policía corrupto, funciona de verdad o es una ilusión retórica copiada de una ecuación trillada de telenovela?
Sin embargo, ello te garantiza el éxito de taquilla.
En tu descargo, revientas la liga de la planificación formal cuando rompes y subviertes el esquema ortodoxo de agentes del orden y ladrones de verbo filoso a flor de labios. Herencia de la comedia de enredos.
Verbigracia, cada intervención del reparto no profesional, devuelve la espontaneidad a la puesta en escena, a menudo secuestrada por la sobreactuación y el afán de vedetismo de los intérpretes reclutados de la caja boba.
Ana María Simons luce inverosímil en su caricatura de Laura en América conoce a Globovisión.Es como de teatro de variedades. Un comentario satanizador y simplificador del oficio de reportero sensacionalista, funcional al credo apocalíptico asentado para acusar al enemigo mediático. Por las semejanzas con el logo del canal 33, levantará pulgares de aprobación por los lares de VTV y Zurda Konducta. Extrañamos imparcialidad, mayor gama de matices y menos inquisición en blanco y negro.
Albi de Abreu tampoco convence con sus greñas postizas de «sifri-rasta», su aire cool y su acento de fumeta del este con un look surfista de Matthew McConaughey. Prefiero el desempeño de Marisa Román, aunque me aterra el subrayado de ponerla a arrastrarse de rodillas por un charco de sangre,a lo Lady Gaga, como metáfora de castigo por su narcisismo hueco.
De Laureano ronco y del detective con pinta de Rubén Blades, sobran las palabras. Es difícil abstraerlos de su encasillamiento de diseño trendy en story board.Igual me ocurre con la barriga plástica de Lady Di.
Fuera de duda, mis favoritos son Zapata 666 y Erich Wildpret. Desempañan sus roles con emoción, veracidad y mística. El único inconveniente es la voz en off del primero, por lo redundante y cacofónica.Ya lo dijo Alexis Correia en su nota.
En suma, el casting refleja las deudas con el régimen del enlatado farandulero y con el paradigma tradicional de «Soy un Delincuente».
La posmodernidad denota y describe el perfil intertextual de «La Hora Cero»,construido de retazos,engranajes y tópicos disímiles. De su fusión y ensamblaje se despide el aroma de una operación de laboratorio, urdida con guantes e instrumentos de última generación.
La secuencia en el quirófano ilustra el atasco, el entorpecimiento y el atropellamiento de las acciones.
Los tropos y tópicos del parto,los conatos de peleas,las infiltraciones de mentira,el intercambio de sangre,el rapto,la huida,la tarde de perros,el sicatario,el descenso a los infiernos,la descomposición general y el conflicto de la infidelidad, son los símbolos y emblemas del follestinesco fresco coral, irónicamente cercano a los peligrosos predios del arte choronga de Memo Arriaga y Paul Haggis en «Crash».
En consecuencia, la filmación corresponde a una visión industrial de códigos y señas malditas de identidad,absorbidas, procesadas,integradas,depuradas y filtradas por el aura publicitaria de la limpia fotografía,patrocinada por la moda de la textura fantasmal de la RED, tipo Sydney Lumet y Michael Mann en digital.
Sus propiedades son manejadas con conciencia y pericia, encuadrando las virtudes y defectos del set, del plató.El lente destaca la aventura del rocambolesco prólogo. Después se estabiliza y cede al facilismo del cronograma de grabación de «Planeta de Seis»,repartiendo chanzas, «punch lines»,bromas y gags a discreción, para el deleite de la grada.
Te compro el contrabando picaresco para reírte del despelote, del desorden y del descontrol institucional del país. “La Hora Cero”, como afirmas, es un divertido espejo de Venezuela, donde no dejas títere con cabeza. Deconstruyes a placer nuestra feria de vanidades, nuestra enorme brecha de ricos y pobres, nuestra esquizofrenia costumbrista, nuestro disparate, nuestra entropía, nuestro círculo vicioso, nuestro darwinismo y canibalismo social. Ahí me reconcilio contigo plenamente.
A Caracas debemos sacudirla y batuquearla de su modorra, de su zona de confort, de su conformismo necio, de su marasmo, si la queremos ver crecer, madurar, evolucionar, para no seguir regocijándonos en nuestra miseria. De lo contrario, no podremos desprendernos de la sombra oscura de La Parca, el monstruo expresionista de nuestra pesadilla gótica de sangre, sudor y lágrimas.
“La Hora Cero” desnuda la violencia y el descalabro de nuestro sistema democrático, azotado por la intolerancia, la desesperación, la incomunicación,la alienación, el materialismo y el sálvense quien pueda.
Quizás me hubiese gustado más de haberse situado en el 2010. El retroceso a 1997, libra de responsabilidades y culpas compartidas entre la cuarta y la quinta. En manos equivocadas, “La Hora Cero” puede utilizarse de cobertor, de encubrimiento, de tapadera.
Me faltó Barrio Adentro, los médicos cubanos,el chavismo,la oposición, el colapso contemporáneo.
Me preocupó el subtexto de la alocución de la Parca, consecuente con una lógica marxista de justificación del 27 de Febrero. Próximo al realismo social y socialista de La Villa del Cine, de «Zamora», de “El Caracazo”.
¿Es entonces la hora o el día de los Pobres?
¿Y quiénes se enriquecen con la película?
¿Es el eterno retorno de la leyenda campestre de Robin Hood en CCS para el beneficio de los dueños del monopolio?
Sin duda, Diego, uno de nuestros retos a futuro, será leer el presente e intentar hacerle una radiografía digna, al margen de las clasificaciones binarias de tirios y troyanos.
En nombre de muchos cinéfilos y del mío propio, gracias por tu humildad, tu honradez, tu don de gente,tu consideración y tu valentía.
Ahora espero por tu respuesta y por la de ustedes.
Tarde pero seguro.

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