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How To Train Your Dragon:Cómo domesticar a tu disidencia y a tu resistencia

Es como la versión animada de «Avatar», adaptada por los creadores de «Lilo y Stich», quienes vuelven a narrar el viaje iniciático del héroe infantil, en su descubrimiento de la otredad y la alteridad, ahora encarnada en la figura de un «Dragón».Por cierto, es el mismo argumento de las clásicas “ET” y “El Hombre de Hierro». Tendencia de «Dreamworks» explotada a partir del fenómeno de «Shrek».Se trata de la demagogia del estudio para ganarse los corazones de los sectores discriminados y excluidos. Es la fabricación del populismo en masa por obra y gracia de la industria. La escuela de Mickey Mouse renace de sus escombros.

La gran diferencia con el título de James Cameron, reside en la manera de resolver la tensión entre los dos personajes protagónicos, a la luz de sus respectivos contextos antagónicos.

Mientras en la película más taquillera de la historia, una especie triunfaba sobre la otra y lograba expulsarla de su territorio, aquí los bandos en disputa aprenden a convivir en sana paz, después de aprender a lidiar con sus diferencias.

De tal modo, es obvia la sana intención de la cinta, por abogar por la tolerancia en un tiempo de guerra, como el de hoy.

Por ende, la pieza se deslinda y se desmarca de la moraleja belicista de “El Imperio del Fuego”, donde se planteaba la destrucción del enemigo y de la amenaza, como la única salida para conseguir el final feliz, bajo el dilema de la época: “o estás con ellos o con nosotros”.

Con buena voluntad y corrección política, “Dragón” busca superar dicho esquema, al apostar por el armisticio y la tregua de hostilidades con el bloque contrario.

Así, la cinta se erige en un documento didáctico y pedagógico, para enseñar a superar los miedos y los terrores sembrados durante el apogeo de la doctrina de seguridad post once de septiembre.Un mensaje de conciencia, también enarbolado por la joya de la ciencia ficción, “Sector 9”.

El film sería entonces, una pequeña respuesta al libreto y al programa de “Zona de Miedo”, tendiente a reafirmar valores de intransigencia e incomprensión hacia la cultura musulmana.

Siguiendo con el plano de la metáfora, “Dragón” debería proyectarse en cadena nacional, con el objetivo de ir desmontando nuestro círculo vicioso,nuestro estancado escenario de polarización perpetua, alimentada a diario de la izquierda a la derecha, sin olvidar la complicidad indiferente de los ninis.

En lo personal, yo la recomendaría como materia pendiente de los candidatos a la asamblea, para darles una lección de humildad, madurez y voluntad de diálogo. Aunque suene trillado, sólo así sacaremos adelante al país( en inclusión y concertación). Aquí cabemos todos.

Sea como sea, “Dragón” tiene además el mérito de fungir de espejo de la realidad nacional e internacional, al dibujar sus conflictos ancestrales, como una extensión caricaturesca del mítico pasado semifeudal y medieval.

Choque de lo viejo con lo nuevo, representando por la imagen de una casta de Vikingos, cuyos parecidos y parentescos con seres de nuestra galaxia en pugna, no es mera coincidencia.

Estéticamente, el arte y el trabajo gráfico son indiscutibles. En especial, la definición del 3D es impecable y alcanza cotas de majestad épica, en momentos de alto impacto lírico y poético. De seguro, ustedes descubrirán, como yo, la influencia de la escuela japonesa, de la época de Mizayaki hasta la eclosión melancólica del padre del surrealismo nipón, Satoshi Khon.

En paralelo, distinguimos el homenaje ecológico al Disney de siempre, y apreciamos el guiño a la técnica del video game. Al principio, la introducción puede confundir al espectador ortodoxo, al sumergirlo en un ambiente de acción real, propio de un juego de ordenador.

Si el guión es previsible, desde el comienzo, el desarrollo es inteligente y sabe administrar sus dosis de suspenso, en función de las expectativas del mercado de consumo.

No esperen mayores sorpresas y transgresiones en el desenlace, más allá de las prometidas y auguradas por el trailer.

Quizás lo mejor es la disposición de reconstruir la dramaturgia canónica, para el deleite de las generaciones de relevo.Los relatos y las leyendas modernas todavía pueden cumplir una misión de redención y de educación en los niños. Ni hablar de sus padres.

Posiblemente, lo peor es la preservación de un enfoque etnocéntrico, en el devenir de la trama, según la visión del personaje anglosajón. De hecho, él es el encargado de domesticar y de dominar a la fiera salvaje. Nunca a la inversa.Típico encuentro del civilizado con el bárbaro. Cliché de ascendencia western, de “Danza con Lobos” a “Gran Torino”.

De paso, se mantiene el enfoque colonial de presentar al otro como un monstruo o como un animal, perteneciente a un enjambre, a un panal o a una colmena sojuzgada y tiranizada por una abeja reina.

Ello permite justificar una fantasía muy revisitada y transitada por el cine americano: la de liberar al pueblo martirizado por el opresor, a través de una operación comando, encargada de deponerlo y derrocarlo en beneficio de sus víctimas.La cándida filosofía de Rambo.

Mutatis y mutandis, y salvando las diferencias, es lo propuesto para defender la tesis del derrocamiento y la ejecución de Sadam Hussein.

De ahí la enorme distancia entre el happy ending de “Dragón” y el estado de desolación de Bagdad en la actualidad.

En cualquier caso, y fuera de las lecturas rebuscadas del subtexto, la película se las trae y es menos ingenua de lo aparente.

Atrévase a verla y a analizarla, sin prejuicios.

Para mí, es la opción ideal para la familia en Semana Santa.

Paz para todos.

Por cierto, «Dragón» es el preámbulo para la despedida de Mel Gibson de Hollywood. De seguro, la primera constituirá la antítesis de la segunda. Por desgracia, los Vikingos regresarán en son de guerra, de la mano de virulento y reaccionario creador de «Apocalypto». Lástima.

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