Hurt Locker: La Nueva Conquista del Desierto

8
1198

¿La segunda “Punto de Quiebra” para Kathryn Bigelow? Es posible. Como aquella, “Hurt Locker” se adentra en una pequeña tribu misógina de “adrenaline junkies”, donde la acción viene a compensar las carencias de una vida miserable y sin sentido.

En una era el surf como antídoto a “La Nausea” y como escape a “El Ser y La Nada”. Muchos encontramos un norte y un consuelo en ella, a principios de los noventa, cuando las ideologías duras habían sido vencidas por la comodidad consumista del fin de la historia. Involuntariamente, fuimos arropados por la ola del deporte extremo, para superar así el miedo al abismo dejado por la muerte de las utopías, los grandes relatos y los proyectos de la modernidad. Sólo la ilusión en el verano por siempre, en descubrir la playa perfecta, en agarrar la marea del año, nos mantenía con esperanzas, aferrados a la tabla de la redención.

En la otra, versión mejorada y post 11-S de la anterior, es ahora y también el “Juego Macabro” con la muerte, asumido como un estilo de vida, para llenar el vacío de la existencia. La única diferencia es el contexto, la época y la realidad del protagonista.

A su modo, el Body de la primera, interpretado por un magistral Patrick Swayze en el papel clave de su carrera, gozaba de plena libertad de vuelo y experimentación en su mundo de emociones efímeras, egocentrismos vanos, paraísos artificiales y fantasías empaquetadas. 

Por desgracia, el protagonista de la segunda carece de semejante privilegio, porque vive atado y preso a la lógica carcelaria y cuartelera de la burocracia militar, cuyo régimen lo constriñe y reprime de pies y manos, al convertirlo en una ficha o en un peón del ajedrez bélico del complejo industrial de la nueva guerra corporativizada. Lo visten con una camisa de fuerza, lo vigilan con fusiles de alto calibre y lo alimentan con un cordón umbilical. Se parece al empleado de la Nasa de “Moon” y “2001”, conservado en una incubadora del tamaño de una base de operaciones. Realidad virtual de una esfera de simulacros.  

De hecho, él es como el último mohicano de la raza comanche y nómada del Body de “Punto de Quiebra”(arquetipo del rebelde sin causa), ya deglutido por las fauces del sistema. Con la edad, pasa del sueño americano por atajar y escalar la máxima montaña de agua, a sortear la triste realidad de eludir la muerte en un oficio miserable de mínimo reconocimiento social.

Es interesante la evolución del entorno geopolítico del personaje, pues derivamos del espacio idílico del océano, a la zona de inseguridad del desierto de Irak, proyección de las peores pesadillas de la civilización occidental, desde el Conrad de “El Corazón de las Tinieblas” hasta el “Apocalipsis Now” de los hijos independientes de Coppola, como el Sam Mendes de “Jarhed” y la propia K. Bigelow de “The Hurt Locker”.   

En efecto, el retrato de Bagdad, según la realizadora, refuerza el cliché etnocéntrico del cine de trincheras, al dibujar el terreno enemigo como una antesala al infierno del Dante, con ecos de la poética polvorienta, sudorosa, árida y estéril del western crepuscular a cielo abierto.

Por ende, el film adopta la mirada del forastero, del invasor, del conquistador y del vaquero en pueblo fantasma, para narrar la clásica y típica historia del enfrentamiento del antihéroe individualista, del jinete pálido, ante las trampas, ataques y amenazas de la resistencia invisible o del espectro del terrorismo reencarnado en el estereotipo del fanático árabe, fase superior del indio y del esclavo reducido a la condición de caricatura deshumanizada.

En dicho orden de ideas, la cinta, de verdad, peca de superficial, aporta poco y se alinea con el discurso binario de la seguridad nacional, representado por largometrajes banales pero sintomáticos de la era Reagan como “Depredador” y “Rambo”, más allá de los complejos de mea culpa a la zaga de “Pelotón” y “Nacido el Cuatro de Julio”. Victimismo de metralleta y culatazo a lo Oliver Stone.

En todas reina y domina la negación absoluta de la otredad y la alteridad, al despojarla de identidad, razón, cultura y justificación. En “Hurt Locker”, por ejemplo, los bárbaros quedan comprimidos en un fresco de trazo grueso, en un círculo vicioso de brocha gorda, salvo por la inclusión de dos o tres pinceladas de un matiz diferente a la paleta monocolor o maniquea del guión. Específicamente, volvemos a las fotos fijas del profesor, del intelectual del medio oriente(aunque sospechoso), y del niño fascinado por el aura mediática del ocupante, destinado y predigerido para poner en evidencia el buen corazón del soldado. Una carnada sentimental, un chantaje emotivo omnipresente en la memoria del relato imperial. El patriarca John Wayne adoraba hacer de padre sustituto o adoptivo de los chicos abandonados por el tercer mundo o por el pueblo adversario, de la época del llanero solitario a su madurez como boina verde en Vietnam. Allí tampoco faltaba la presencia de un perrito a salvar de las garras del villano desalmado.

Por cierto,el perro sintetizaba la máxima fantasía de sumisión colonial. Y de regreso a casa, ocurría lo mismo, cuando la mujer aguardaba resignada la llegada del hombre fuerte, quien retornaba para recargar baterías, con la meta de reiniciar y rematar su faena inconclusa.

En cierta forma, “The Hurt Locker” reproduce el modelo antes citado, aunque lo pretende superar con dosis de nihilismo, escepticismo, pesimismo y melancolía general. Aquí la mujer sigue siendo un mal necesario, una carga, una ausencia, un marco para el lucimiento de la filosofía y la tesis del descontento masculino en estado de crisis.

 Extrañamos la profundidad y la densidad psicológica, para con las representantes del sexo femenino y para con los emblemas de la alteridad, de Terence Mallick, Clint Eastwood y James Cameron, empeñados en contar la guerra a través del filtro y el compromiso de la diversidad. En “Hurt Locker” añoramos la visión descentrada y multipolar de “Avatar”.

De seguro, la idea de la directora consistía en delimitar su campo de acción, a un grupo de élite y de vanguardia de uniformados desesperados.Por consiguiente, cabe la comparación con la oscuridad misógina de Kubrick en “Full Metal Jacket”. Sea o no sea consciente la decisión, es válida la crítica a la desproporción de las cargas, así como es legítima la opción autoral de radiografiar y deconstruir al machismo en un laboratorio audiovisual de naturalización de la hiperviolencia radical, de lado y lado.

Parte de ello lo capturamos como rudo ambiente de fondo en “Hurt Locker”, a partir de un enfoque documental, no exento de cinismo e ironía. La estética de reportaje verité, a cámara en mano, gobierna la puesta en escena de facto, para adecuarse a los criterios narrativos de la no ficción hegemónica en boga.

En paralelo y en escala, “Hurt Locker” se sitúa por debajo de “Redacted”, obra maestra de su tiempo, y se establece por encima de las piezas fallidas de la gestión de Bush y Karl Rove en la meca. La película de Bigelow se emplazaría en un ámbito intermedio, a camino entre el pasado reciente del partido republicano y el presente de la administración demócrata. De ganar en el Oscar, será el reflejo, el espejo ideal de la ambigua transición de Obama, un rato con la promesa del retiro de tropas y luego una etapa con el mandato firme de barrer el piso con los talibanes de Afganistán.La imagen del desenlace es alusiva al respecto.

Todavía Hollywood nos debe la película definitiva sobre Irak. Hasta ahora el documental Norteaméricano supera, con creces, las expectativas traicionadas y abandonadas por el melodrama industrial de miras telescópicas, dunas,uranio empobrecido y balazos. Verbigracia, véase cualquier trabajo de Robert Greenwald y después hablamos de rigurosidad histórica. 

No obstante, celebramos de “Hurt Locker” su coraje para desarrollar una trama implacable de completa vigencia. De ella se rescata su soberbio entramado argumental, su brillante manejo del suspenso a lo Alfred Hitchcock( con todo y su teoría del McGuffin), su desoladora belleza plástica, y su enorme capacidad para la metáfora. Difícil conseguir una joya tan polisémica y enigmática en la cartelera de hoy. De ahí su trascendencia y relevancia, a pesar de sus imprecisiones e imperfecciones.    

Total, preferimos apreciarla por su capacidad para dejarnos en el sitio, con un desenlace devastador por su carácter cíclico, abierto y desconcertante. Cero happy ending para el regocijo de la platea.

La enriquecida semiótica de la película abre el debate para la libre interpretación de la figura trágica de un astronauta de “Planeta 51”, embutido en una “Escafandra y La Mariposa”, a merced de una espeluznante dinámica de supervivencia darwinista, propia de una versión extrema de un reality show, tipo “Survivor”, o de una película de terror gore como “Saw”, donde la única alternativa es o morir o matar para continuar en la competencia, en el circo romano. De “Nacidos para Matar” hemos devenido en adictos a la guerra. Una droga como la heroína de “Trainspoiting”, para compensar el hastío de los yonquis asqueados del sueño americano. Vaya paradoja. “Hurt Locker” nos confronta con un dilema complicado: escoger entre “Zombieland” y la tierra de los muertes vivientes de Bagdad. Dos parques temáticos del horror, el pánico, la esquizofrenia, la psicopatía, la paranoia y la ausencia de futuro. Es el éxtasis, es el estallido creativo de la filosofía anarcopunk. Imposible mejor resumen de la deshumanización contemporánea, del vértigo global y del vacío posmoderno, al borde de la implosión.

El Kamikaze de “Hurt Locker” desactiva bombas de tiempo, por oficio, y su ambiente laboral se circunscribe a un desierto minado, compartido con mercenarios, asesinos a sueldo, comandantes alienados e insurgentes arropados con dinamita. Como consuelo, hay un “Club de la Pelea”, alcohol, video games de destrucción masiva, amistades circunstanciales y conversaciones de sordos. Nadie sabe, nadie comprende, a ciencia cierta, por qué perdura la guerra y por qué terminaron allí.

En el diálogo cumbre de la incomunicación general, nos identificamos con la decepción y la frustración de un “marine” afroamericano, mientras reconfirmamos la sospecha del extravío del protagonista, quien luce como un joven ingenuo y perdido en un laberinto de Van Sant. “Hurt Locker” es como un “Elephant” no en ralenti, sino a propulsión a chorro.   

A propósito, revisamos la teoría de Oliver Mongin en su ensayo sobre las pasiones democráticas,”El Miedo al Vacío”, reconocido por estudiar y analizar el cine posmoderno a la luz del caos y el desorden del progreso. Con una de sus frases para el recuerdo, cerramos la rueda por hoy:

Más profundamente el desierto representa un mundo utópico, ningún lugar, mundo de ninguna parte, aquello que celebra un escritor como Le Clezio.Pero la utopía produce un gran fuego, tiene la vitalidad necesaria como para convertirse en un infierno: en efecto, el desierto evoca un caminar infinito, la travesía que no conoce ni origen ni fin, ni comienzo, ni llegada. 

8 Comentarios

  1. épales:
    yo te juro que me vacilé «Hurt locker» completica. El suspenso está manejado y milimetrado a la casi perfección. Además, su capacidad para mostrar la verdera guerra de Irak, la forma en la cual se pelea hoy en día, me pareció brillante, igual que el desenlace de la injustamente olvidada «Jarhead».
    Claro que no ganará ningún Oscar, los reyes de la payola mundial se arrodillarán ante «Avatar» para tragar todo su semen azul gustosamente. La Academia tiene la moral de Jenna Jameson…
    Te paso un par de vínculos. Descubrí -y me estaba gozando completica-, esta serie, «Mirrorball: The work of director…» que tiene episodios sobre Jonathan Glazer, Spike Jonze, Chris Cunningham, Michel Gondry y una pila de locos más. El de Spike Jonze es in-cre-i-ble:
    http://www.youtube.com/watch?v=4Wm4B5WeWHQ&feature=PlayList&p=C7EB9A28BD55DCF0&index=16
    Y acá el trailer de «The Shock doctrine», el libro de Naomi Klein filmado por Michael Winterbottom(¡!):
    http://www.youtube.com/watch?v=Wy1PBc55I48
    Disfruta,
    V.

  2. Gracias, mi pana. Totalmente de acuerdo. Tremendos datos, bro!!Recibe un fuerte abrazo. Seguimos en contacto!Saludos!

  3. uhm bueno Sergio…
    igual le tengo un hambre a Hurt… esa pelicula tiene algo que me llama y cuando eso pasa, la experiencia suele ser del carajo…
    ya por ahi viene precious… al fin los cines traen buenas peliculas no como ea idiotez de aprendiz del vampiro… joder
    ah, y por accidente vi Percy Jackson… a pesar de su obvio empaque mal hecho de harry potter, se deja ver con gusto, y hasta me agrado…
    saludos men

  4. Buena Crítica Sergio. Como siempre. Aunque si te soy honesto me quedó con el trabajo de Bigelow por encima del de Cameron. Prefiero la mirada cruda y contundente, aunque unidimensional, de The Hurt Locker; que el falsa, tramposa y políticamente correcta diversidad de Avatar. Al final la señora Bigelow nos resultó más macho que su ex marido. Al menos en lo cinematográfico. Saludos.

  5. Coño cuando la vi hace ya un año también me pareció algo superficial, por eso no entiendo todo el revuelo que causa ahora. La factura tecnica de la pelicula es impecable es sencillamente Bigelow en su mejor forma. Ahora creo que esa superficialidad que resulta de superponer a la forma encima del fondo no es nuevo en el cine de Bigelow. Y tampoco lo de la ‘mea culpa’ sino vean de nuevo K19: The Widowmaker.

    Creo que es allí en el escapismo del espectáculo donde Bigelow se muestra mas cómoda y en control de su que hacer como directora, y es obvio en este terreno su escuela con James Cameron. Point Break (1991) es un buen ejemplo y Near Dark (1987) tambien del buen hacer de Bigelow en películas que son el espectaculo por el bien del espectáculo.

    Tremenda directora, sin duda alguna. Pero la deconstrucción (así sea agarrandolo por el lado humano) de la invasión en Iraq le quedó algo grande.

  6. «El es una criatura de guerra, por siempre condenado a su habitat antinatural», así se refería un crítico al protagonista del film (Gran trabajo de Jeremy Renner!) y creo que lo resume a la perfección.

    En lo particular, El film desenmascara al GI. Joe, Soldado Norteamericano, ya que si se le cataloga de heroico no es precisamente como un elogio. Para los frágiles soldados del Comando Bravo (Excelentes actuaciones de Anthony Mackie y Brian Geraghty), el peor hombre posible llega a ocupar el lugar de su lider: Su atrevimiento es percibido como irresponsabilidad, su valentía forma parte de una actitud suicida. Un hombre que se siente incómodo en el entorno familiar y apacible de su hogar y que sólo logra sentirse bien en medio de una tensión extrema? Definitivamente algo está mal en la mente del Capitan América.

    Como dice una de la citas del afiche, es una película ‘casi’perfecta, pero son esos brotes de genialidad lo que la convierten en una de las imperdibles del año.

    Aunque The Hurt Locker ha sido la cinta más laureada en todos los premios previos, estoy casi resignada a que Danza con Navi’s se lleve la estatuilla principal en los Oscars, pero no galardonar a Kathryn sería vergonzoso, no sólo por el triste historial misógino en la categoria de director, un total Boys Club, sino porque, en mi opinión, demostró ser la mejor.

    Por cierto, muy buena cita la del cierre.
    Saludos.

  7. bueno al fin la vi… es verdad que se quedo un poco debajo de mis expectativas y tienes razon en los puntos negativos, pero tengo el presentimiento de que eso debe ser asi por que es asi en la realidad, y que no seria muy honesto poner algo diferente…
    y la pelicula definitiva de lo de irak, no creo que llegue, primero duraria unas 4 horas y segundo a mucha gente no le convendria…
    igual la actitud de Bill James hace que la pelicula valga la pena, sobre todo al final…
    saludos men ya me voy a ver el capitulo de zamora

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here