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¿Dónde está Luis Britto García?

Corrían los años de Luis Herrera Campins cuando Luis Britto, emblemático intelectual de la izquierda, se preparaba para recibir un premio municipal entregado por el Presidente de turno (se acuerdan, esos años en los cuales había Presidentes diferentes cada cinco años). El talentoso escritor, Premio Casa de las Américas por su magnífica novela «Abrapalabra», siempre se había distanciado de los círculos de poder. Y fue en este acto, lleno de rebeldía punk, de No future veneco, de dedo medio erecto frente al Ejecutivo, que Luis Britto crearía su leyenda.

El gordo Luis Herrera «Toronto» Campins sonreía como la puta populachera que son los políticos, sonrisa ficticia de gato de Cheshire calculando su aceptación entre las masas populares. Su brazo se extendió a la espera de poder sacudir la mano del gran escritor venezolano. Una gota de sudor comenzó a recorrer su grasoso rostro cuando Luis Britto lo miró de pies a cabeza, se dio media vuelta y lo dejó, desnudo y en ridículo, ante la audiencia que estudiaba su mano solitaria, erguida, esperando el sacudón de un Britto que jamás pactaría con el poder.

Luego vino el estreno de Ubú Rey, de Alfred Jarry, genial obra subversiva que congregó a todos los venezolanos en un teatro de la capital. El público, rebosante de jóvenes inconformes, casi derriba la sala con sus abucheos cuando dos prominentes y notorios políticos adecos entraron a la presentación. Luis Britto los siguió tranquilamente con su mirada fría y calculadora hasta que tomaron asiento en la fila justo delante de él. Sentencia de muerte del destino: el escritor, mordaz y punzopenetrante como siempre, sacó un marcador y una hoja, sobre la cual escribió «Ubú Rey», con una flecha que señalaba a los políticos. Fue una genial reapropiación de la semántica subversiva de Jarry para trasponerla a nuestra realidad, tanto así que, llegado el intermedio, los adecos, humillados y ruborizados, no pudieron hacer más que dejar la sala.

Ese era Luis Britto García. El escritor inconforme, que sólo duró dos días en el Celarg en 1999 por su rechazo a toda forma de política establecida. El pensador de tantos ensayos de sociología, semántica y literatura, el inconforme que insistía en demoler fronteras mentales. Eso era.

Ahora lo vemos en el estreno de «Zamora» en el Teresa Carreño, obra para la cual fue guionista, asintiendo con una sonrisa a lo Herrera Campins cuando Chávez le ordena escribir un guión sobre Cipriano Castro.

Una de las decepciones más grandes que estos ojos han tenido que seguir, es la transformación de Luis Britto de inconforme inclasificable y pensador libre, en escritor tarifado, domado, inconsecuente, incapaz de hacer pensar a nadie, evitando las preguntas incómodas.

Así que dinos, Luis Britto, por tu memoria y tu legado: ¿Dónde te la pasas hoy en día? ¿A qué teatros asistes? ¿Dónde podemos ir a colocarte carteles sobre la cabeza que digan, «Ubú Rey»? ¿Qué premios entregas, para que podamos ir a recibirlos y escupir el suelo que pisas, como otrora lo hicieras tú, cuando tenías integridad y sobre todo, bolas? ¿Dónde almuerzas, para ir a burlarnos de tu gordura a cuenta del hambre popular, como lo hiciste tú?

En fin, ¿dónde podemos conseguirte, para insultarte y humillarte y poder perpetuar el legado del verdadero Luis Britto García, el intelectual rebelde, incapaz de ser comprado por el Ejecutivo?

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