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This is It : el Rey está Desnudo

Con Michael no conviene tomarse las cosas a la ligera. Allá quienes lo subestimen o lo consideren un material inconveniente e innecesario para la discusión de altura. En mi caso, no tengo empacho en declararme fanático de su música y de su propuesta estética, más allá de sus ingenuidades, limitaciones y manierismos.

De cualquier modo, el estreno de su documental, “This Is It”, me resulta de tanto interés como el lanzamiento de “Paranormal Activity” en los Estados Unidos, ambos a camino entre la ficción y la no ficción, y los dos encumbrados en los primeros lugares de la taquilla anglo, bajo el paraguas de sendas corporaciones audiovisuales: Paramount-Viacom y el emporio Columbia-Sony.

Ello vuelve a demostrar el impacto del género en el ámbito industrial, así como revela la influencia del “reality show” sobre el desarrollo del contenido de la cartelera, desde una perspectiva absolutamente comercial, mainstream y trendy, sin llegar al extremo problemático de Michael Moore y Sacha Baron Cohen, quienes fueron expulsados del “box office” a pocos días de proyectar sus últimas provocaciones e incorrecciones políticas en celuloide. Tres pequeñas moralejas se desprenden de aquí.

Número uno, le gente prefiere el “documental evasivo” al “documental comprometido” en la actualidad, según la óptica de los perros independientes asociados con las vacas lecheras de Hollywood. La crisis despierta el morbo por el costumbrismo y la cotidianidad de la condición humana, pero al precio de negarla de facto por medio de su representación parcial, falseadora y espectacular, “bigger than life”.

Número dos, el documental experimental, carente de moderador y de estrellas de por medio, sigue siendo excluido de la parrilla programática de la Meca.

Número tres, la depresión condiciona a la esfera mediática a diversificar su oferta, de cara a la explotación económica de la realidad, al costo mínimo de inversión.

Por ejemplo, Paramount pagó 2 millones dólares por los derechos de “Actividad Paranormal”, y hasta ahora lleva recaudada cerca de 86 palos de los verdes por la compra de una home movie terrorista, cuyo presupuesto no excedió el margen o el record de “El Mariachi” de Robert Rodríguez, siete mil dólares.

En paralelo, Sony desembolsó 60 millones por el material bruto del concierto de M.J., en la certeza de multiplicar por diez la cifra negociada en la puja por concentrar los despojos y los restos  vivientes de la herencia del famoso zombie de Thriller, en una empresa carnívora, faústica y vampírica de transferencia de bienes ajenos, como la adquisición de una momia egipcia en una subasta privada ,a puertas cerradas, de la casa Sothebys, donde se reserva el derecho de admisión. Todo debe quedar en manos de los pulpos, de los señores de las sombras y de los mismos grupos de banqueros responsables de la caída de Wall Street.

Irónicamente, son artífices y copartícipes de crear el hundimiento colectivo, para después capitalizarlo como mercado cautivo, a corto plazo, en la arena del show bussines.

El circo es indispensable en la constitución del estado posmoderno de vigilar, reprimir y cosificar el intelecto de la masa desasistida y urgida de pan. Igual, el béisbol. Películas, galas de la belleza, emociones de multitudes y deportes son el principal alimento de las sociedades de control. Los poderes lo saben perfectamente bien y así juegan con nuestros deseos, sueños e ilusiones de reconocimiento diferido.

Si no logramos alcanzar la cima o la cúspide del éxito, al menos nos conformamos con identificarnos e igualarnos en la pantalla oscura por medio de la glorificación idealizada de nuestros dioses y semidioses de la escena contemporánea, con pies de barro.

Por eso, funcionan y operan los mitos de consagración inmediata, inesperada y disruptiva por el estilo de fenómenos mediáticos como Dudamel, Juan Arango, Miss Universo y compañía. Ellos cumplen una misión estratégica en la domesticación civilizadora del rebaño salvaje. Es el arte de la propaganda, la publicidad y la persuasión en su mejor expresión del culto a la personalidad del “self made man”.

En el mismo sentido, cabe entender el surgimiento del Rey del pop en los años ochenta, a la retaguardia de la administración republicana de Reagan y a contrapelo de la resistencia cultural de la raza afroamericana.

Precisamente, Michael Jackson irrumpe como paradigma y modelo de la reintegración social del american dream, tras el colapso estructural de la década del sesenta y setenta, cuando las panteras negras y los músicos jóvenes se unen con la idea de derrocar al decadente status quo, de la mano de los hippies radicales de San Francisco, en respuesta a la gestión de Nixon durante el fracaso de la guerra de Vietnam.

Con el recuerdo fresco de la desmoralización bélica y con la resaca de un país fracturado por la perdida de la utopía consumada, renace la esperanza de refundación nacional en la década del materialismo histérico y la pasteurización de la estética underground, cuando la música de los márgenes se purifica y pacifica en su trasfondo de protesta, para derivar hacia una pura forma abstracta fácil de vender, clasificar y potenciar a través de las campañas de la MTV.

Ahí entra Michael Jackson a proponer una musiquita suave, rítmica,condicionada, pegajosa, edulcorada, ambigua,  desideologizada y conformista, presta a desviar la atención y a aplacar los ánimos reivindicativos de las minorías marginadas, cual mezcla potable de Harvey Milk y Martin Luther King, a prueba de balas y protegido por establishment, como gallina de los huevos de oro, mitad andrógino, mitad líder evangélico de una nueva secta universal de Pare de Sufrir, con sus sucursales y franquicias en todo el mundo.

Pero en poco tiempo, la máscara populista y demagógica de nuestro flautista de Hamelin, cae por su propio peso, al descubrirse su verdadero rostro de sangre, sudor y lágrimas de cocodrilo.

El rey queda desnudo a finales de los noventa, su castillo de naipes se desmorona en juicio público, su melodía blanquecina denota el encubrimiento de un pasado oscuro, y su aura de ser omnipotente se desdibuja en horario estelar.

Entonces, los usufructuadotes de su legado sacan provecho de su derrumbe y de su deconstrucción inmisericorde en parodias y en comedias a la carta, a la usanza de STN y de la serie “Scary Movie”. De manera oportunista, Eminen también hace leña del árbol caído, antes de devenir polvo cósmico y almuerzo para los gusanos de la industria.

Ahora, con sus desechos y con sus despojos manufacturan, a las apuradas, un traje hecho a la medida (hipócrita) del cantante de “Bad”.

El resultado es un film antiséptico y embriagador, constituido por una selección autocensurada de sus mejores ensayos para el concierto “This is It”, bajo la dirección coreográfica de Keny Ortega, amigo personal del ídolo y especialista en la realización de musicales sonrosados para la audiencia adolescente de la Disney. Él es la eminencia gris detrás del lavado de cerebros de “High Scholl Musical”.

Mordazas aparte, la cinta se deja ver de lo lindo, entre los temas y las promesas pirotecnias del mago del Oz, entre los tics y los mensajes de autoayuda del imposible salvador del planeta tierra, entre sus líricas y sus voces de mando, entre sus apóstoles y sus Judas, entre sus milagros y sus embrujos, entre sus increíbles movimientos de cadera y sus virtuosos solos a capela, entre sus colaboradores de lujo y sus cuerpos de baile, entre sus memorias y sus olvidos, entre lo dicho y no lo dicho, entre el dentro y el fuero de campo.

Sin duda, interesante por partida doble, sobre todo por lo emitido y por lo omitido por obligación con el bozal de arepa. Por supuesto, esto no es todo, amigos.

Muchas verdades incómodas quedaron en el tintero, y seguramente dolientes y críticos buscarán equilibrar las cargas a la hora de rescatar la historia oficial del fallecido de la espiral del silencio o de la morgue del disimulo.

En efecto, el simulacro de Jackson fue creerse inmortal, de una clase superior al resto de la humanidad, sin distingo de raza, credo o condición social.

Hoy “This Is It” le rinde homenaje a su dogmática visión de la existencia, con la prudencia y el recato de una canonización papal en clave de llamado de urgencia.Era fundamental hacerlo con prisa para evitar la descomposición y el pudrimiento del cuerpo caliente de la víctima del decorado.

Es imperioso bajarlo del pedestal y evocarlo como fue en realidad, con sus virtudes y defectos.

Así lo encumbramos y así lo asesinamos, porque todos somos cómplices de su asesinato y del saqueo de su patrimonio.

Lo otro es mantener arriba el velo del puritanismo, en beneficio de los labios cosidos del sistema. No por casualidad, se trata un gobierno global instrumentalizado por el equivalente autocrático de Michael Jackson, Barack Obama, fase superior del Rey del Pop.

Véalo pronto en su cine de desconfianza. 

La decepción continúa. 

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