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Luisa Ortega Díaz conoce a Harry Potter y al Príncipe Mestizo

 

En Internet se coló el siguiente mail de Luisa Ortega Díaz a Diosdado Cabello, alrededor de la película “Harry Potter y El Príncipe Mestizo”. Ayer llegó a mi buzón de correos, y hoy cumplo con publicarlo en aras de contribuir al debate sobre la ley de delitos mediáticos.

De parte de ustedes, queda difundir su contenido libremente en Facebook y Twitter. Sólo espero no ser perseguido y encarcelado por hacer público un documento privado de semejante valor e interés social para toda la comunidad. De cualquier modo, los invito a disfrutar de la lectura de la fiscal sobre “Harry Potter y el Príncipe Mestizo”. No tiene desperdicio.

Señor Ministro, Diasdado Cabello, acúseme recibo, por favor, cuando pueda. Es con carácter de urgencia. Aquí hay una posible vía de discusión para justificar la impronta de nuestra ley de delitos mediáticos. Respóndame a la brevedad, Doctor. Suya, por siempre y hasta la victoria secret, Luisa Ortega Díaz.

 

Anoche, señor Ministro, me dirigí de incógnito con mi nieto y mi guardaespalda, a una misión especial de infiltración en el cine “Multiplex” del Centro Plaza, para ver la última película de la serie “Harry Potter” en su primera función vespertina, a efecto de medir su impacto en la población infantil de Venezuela, en el marco de la inminente aprobación de nuestra patriótica Ley contra delitos mediáticos.

Para comenzar, debo hacer algunas observaciones antes de plantear mi análisis del largometraje de marras.

Primero, Doctor, la sala no cumple con los menores requisitos legales y constitucionales para operar libremente en nuestro país.

La atención al público es deficiente y desganada, los jóvenes empleados de la taquilla siempre se las arreglan para quedarse con alguna ñapita del vuelto, las ofertas son defectuosas y antinacionales, los colores del recinto son una afrenta contrarrevolucionaria a la imagen roja rojita de la gestión de gobierno, y la dulcería es una completa falta de respeto a la salud y a la moral de la clientela.

Yo, por ejemplo, me sentí ofendida, como usuaria, cuando el muchacho de la caramelería me increpó con sus invitaciones y con sus insinuaciones bien subidas de tono: Doñita, ¿le monto un perro caliente con todo o le doy una ración de Tequechongos? Y el niño qué va querer,¿ una Maxi Samba o un Pirulín?

Definitivamente, Doctor, fin de mundo, fin de mundo. Es importante tomar acciones y poner cartas en el asunto. Yo recomendaría el cierre provisional a cargo del Seniat, y la inmediata expropiación del inmueble a manos del estado, junto con el resto del así llamado circuito “Mutiplex”.

Ya explicaré mis razones más adelante, Doctor, pero, sin duda, tenemos un enorme compromiso adquirido con el pueblo, de devolverle su dignidad en la pantalla grande.

Por tanto, el deber constitucional nos llama, nos obliga y nos convoca a emprender la tarea por recuperar nuestra soberanía audiovisual, tanto en la distribución como en la exhibición, sin olvidar el tema industrial bajo la cooperación de la Villa del cine. De lo contrario, jamás podremos echar a andar con vuelo propio el quinto motor de la plataforma cultural impulsada por el Ministro Héctor Soto.

Sea como sea, es hora ir de ir al grano, Doctor, porque las circunstancias apremian.

Los niños corren peligro ante el influjo pernicioso de películas como “Harry Potter”, cuyo estreno es de por sí un delito mediático, pues promueve comportamientos y actitudes reñidas con ideal socialista de la revolución.

Me explico rápidamente, Doctor, punto por punto y en orden.

En principio, la cinta hace apología abierta de la violencia,la homosexualidad, la nigromancia, el individualismo y el consumo de sustancias psicotrópicas. Todos ellos delitos tipificados y condenados en el cuerpo de nuestra Ley de Delitos Mediáticos.

Figúrese , doctor, la historia comienza con un ataque terrorista a la ciudad de Londres, en donde los guionistas pretenden meter gato por liebre un metamensaje a favor del departamento de estado y de la inteligencia británica en su campaña contra los hermanos de la resistencia internacional, quienes luchan a brazo partido por la emancipación de sus pueblos originarios.

De tal modo, se busca desprestigiar a organizaciones civiles, legitimadas por el voto popular, como el IRA, el Hezbollah, ETA y las FARC, mientras se apuesta por la llegada de un salvador mesiánico, al estilo del lobby israelí, para arreglar el entuerto del guión. Harry Potter sería entonces el hijo natural de George Bush, Tony Blair y Ariel Sharon. Harry Potter sería entonces un personaje confeccionado para impulsar los intereses sionistas en la región del medio oriente y más allá.

Después, doctor, como le dije, la película incita abiertamente al consumo de estupefacientes, lavándole el cerebro a los niños, con el propósito de acostumbrarlos a la idea de aceptar el sistema de narcotráfico mundial amparado por la CIA y Washigton, desde los sembradíos de Amapola en Afganistán hasta las cosechas de heroína controladas por mercenarios extranjeros en Colombia y en Bolivia.

No en balde, hay una muchachita rubia que se la pasa todo el tiempo drogada en la película, diciendo incoherencias, haciéndole ojitos a Harry Potter( como casi todas las niñitas de ese liceo, Doctor), y poniéndose unos atuendos extrañísimos en la cabeza para llamar la atención, que parecen como los gorros y los sombreros que utiliza la oposición en sus marchas.

De hecho, ¡la niñita exhibe con orgullo un sombrero de los Leones del Caracas, para ver un partido de rugby sobre escobas, Doctor, sobre escobas! Así de normal, Doctor, como si fuera un partido de pelota con alfombras voladoras. ¿Si esto no es incitación al consumo de drogas en los niños, entonces qué lo es?

Y para rematar, Doctor, los niñitos celebran el partido y lo celebran todo, bebiendo cervezas de mantequilla o con mantequilla, lo cual seguramente forma parte de una campaña de publicidad encubierta, de productos por emplazamiento, gestada por los socios internacionales de la Polar, para sacar al mercado una suerte de versión de la Solera para niños, con sabor a margarina descremada.

Imagínese, Doctor, que mi nieto quería que le comprara una de estas cervezas a la salida del cine: ¡aguela, aguela, regálame una cerveza de mantequilla, como esas que tu tienes en la nevera, aguela, anda, por favor, una cervecita nada más!

Y para cerrar el círculo, el guardaespalda tuvo que meter la pata delante del niño al decir la consabida frase de mal gusto: ¡Qué Mantequilla!

Y ahora, Doctor, el niño se la pasa pidiendo cerveza al son de “Qué Mantequilla”.

Por último, Doctor, la duración de la película me sacó de quicio. Eso tampoco lo deberíamos permitir en el futuro, porque le quita y le roba tiempo valioso al niño, alienándolo de su entorno.

Además, ya uno sabía lo que iba a pasar al final desde el principio, y que este capítulo no era más que un trámite para seguir vendiendo entradas y hacer negocios sucios, a costa de la ingenuidad de los más pequeños de la casa.

Para terminar, Doctor, le advierto que el peor mensaje de la película está, como ya le dije, en su manera de venderle la homosexualidad y la sexualidad a los niños como si fuera algo normal, cuando sabemos que no es así, que todo tiene su tiempo para aprenderse y madurarse.

Entonces, la película muestra a un par de profesores raros, medio pedófilos, que encantan a los muchachitos con sus embrujos, para mantenerlos atados a su red.

Menos mal que él más mariposón de los dos,Dumbledore, se muere al final como el papá de Luke en la Guerra de las Galaxias, para darle una lección a los niños de que el camino de la homosexualidad no los va a llevar para ningún lado.

Y del otro profeso ni hablar: ese es un viejo verde que vive engañando a los estudiantes con pócimas y cenas con helado de chocolate, que lo que quiere es cenarse al pobre Harry Potter. Es un personaje igualito a Michael Jackson, pero con superpoderes oscuros.

¿Y qué decir del donjuanuesco, Potter? Que es un símbolo sexual, que todas las niñitas del colegio también se lo quieren merendar, y que es como el muchachito de ISAT KM pero en Hugrats, Doctor, con un amiguito con el pelo rojo que se cree el rey del arroz con pollo, un enemigo con pinta de neonazi y una amiguita enrollada que no termina de decidirse ni por el chivo y ni por el mecate y que está cocinando a dos conejos a las vez, y que tarde o temprano se la van a quemar ambos por su complejo de Edipo con Electra incluido.

En fin, Doctor, ahí le dejo esta denuncia por escrito para que vaya abriendo un procedimiento legal contra la distribución de Harry Potter en Venezuela, bajo el resguardo legal de nuestra nueva ley.

En adelante, Doctor, éstos son los delitos mediáticos que tenemos que combatir y que tenemos que erradicar de la cartelera nacional, para apuntar y apostar por la independencia del cine nacional.

¡Ya basta de Harry Potter y de su combo de drogadictos!

¡Es la hora de Zamora, de Chalbaud y de la Villa del cine!

¡Viva Miranda, viva Maisanta, viva el árbol de las tres raíces en 24 cuadros por segundo!

 

Atentamente,

Luisa Ortega Díaz.

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