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Todos somos Chirinos

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edmundo-chirinos-jul-06a.jpg La caída de Chirinos no es casual. No es un hecho aislado, fortuito. La caída de Chirinos viene a reconfirmar el derrumbe científico de la psiquiatría, después de años de cuestionamientos, refutaciones y desmontajes. La psiquiatría según Chirinos ya no da para más. Es un fósil histórico, una pieza de museo.Debe ser derogada, ridiculizada, humillada y puesta contra el paredón. Chirinos no es la excepción. Chirinos es la encarnación de la deriva, de la profunda perdición de la psiquiatría, luego del fracaso de los grandes relatos freudianos. Las tesis de Freud desembocaron en un enorme fiasco internacional, denunciado por los promotores de la deconstrucción antiedípica, mientras el piscoanálisis alcanzó el status de chiste y de farsa ,para imbéciles ilustrados, hasta en las películas de Woody Allen. El psicoanálisis es una farsa para inútiles, junto con sus interpretaciones oníricas de opereta. No por casualidad, el psicoanálisis devino en el caldo de cultivo de los embaucaudores de la nueva era, cuyas soluciones mágicas hacen las delicias de grandes y chicos en el horario estelar de las cadenas nacionales del embrutecimiento público. De tal modo, surgió la autoyuda como discurso populista de redención para las masas, en un país hundido en la miseria, el caos y el desconcierto colectivo, a la luz del descalabro del sistema democrático y la perdida de fe en el resto de las instituciones. Nada quedó en pie, nada sobrevivió a la catástrofe posmoderna. Ni la iglesia, ni el estado, ni la empresa privada. Únicamente, pudo persistir, a medias, la ilusión de la caja boba y los simulacros de la esperanza electrónica. Y es allí cuando el pare de sufrir entra en acción, cuando Hermes se convierte en un ícono criollo, cuando irrumpe el mito audiovisual del héroe mesiánico de la mano de Chavez, y cuando finalmente resucitan los peores fantasmas del pasado, con un rostro diferente, para intentar recuperar el terreno perdido, como el caso del proyecto reaccionario de Ratzinger y como el caso del renacimiento conservador de la derecha industrial del primer mundo. Dos discursos embusteros, hipócritas y manipuladores, en sintonía con el auge de las últimas promesas de la izquierda rococo.Todas nos van a llevar al paraiso, todos venden lo mismo, todas nos van a curar, todas nos van a brindar protección, todas son opio para el pueblo, todas nos quieren seducir con sus artimañas, todas difunden y proliferan un paternalismo similar al de Chirinos, quien es una pequeña muestra de nuestra enfermedad colectiva, de nuestra deshumanización en tiempos de V República. No se equivoquen, no escurran el bulto, no se hagan los locos: Chirinos es el ejemplo de la esquizofrenia generalizada del alma venezolana, así como El Doctor Caligari lo fue de la decadencia alemana, antes de la irrupción de Hitler. Chirinos es como tú, Chirinos es como yo, Chirinos es como todos. Por eso, lo pretendemos exorcizar de nuestro interior, al convertirlo en un chivo expiatorio, al condenarlo a la hoguera de la inquisición mediática, para sentirnos reconfortados como nación y como país. Pero perdemos el tiempo. En realidad, nunca podremos expurgar y enmedar nuestra culpa compartida por haber engendrado a un monstruo como Chirinos. Todos somos sus cómplices. Todos lo alentamos. Todos conocíamos su proceder y lo veíamos con simpatía, con simpatía machista. Compartíamos sus chismes, sus secretos a voces, y los comentábamos en privado. Ahora, como el tipo se pasó de la raya, volteamos la mirada y nos lavamos las manos. Lo volvemos fruta en los foros de panfleto. Lo discriminamos. Él allá, nosotros acá. Una clásica salidad de la impostura vernácula. Un clásica salida de nuestra hipocresía.  Pero no es bueno evadir la culpa colectiva, la responsabilidad colectiva. Chirinos fue nuestro rector Universitario, fue nuestro candidato presidencial, fue nuestra referencia psiquiátrica. Lo invitamos, lo entrevistamos, y lo escuchamos con atención en su calidad de celebridad, aupada y promovida por quienes ahora lo cuestionan. Televen, VTV, Venevisión y RCTV contribuyeron a cimentar el mito de Chirinos. El gobierno y Hugo Chavez Frías también hicieron lo propio. Ese monstruo, ese Chirinos también es de usted, señor Presidente. Ese Chirinos fue para la constituyente y colaboró en la redacción de sus artículos, delante de nuestras narices. Y muchos de ustedes lo votaron para la constituyente, queridos amigos. Y muchos de ustedes, amigos periodistas, no lo perdonaban a la hora de buscar alguna opinión calificada sobre el tema de la psiquiatría. Sin embargo, hoy toca fingir demencia y rechazar la paternidad compartida de nuestro monstruo Chirinos. Lo de Chirinos era una historia vieja. Chirinos se acostaba con sus pacientes desde hace añales. Chrinos se las tiraba en medio de curas de sueño. Chirinos les recomendaba separarse de sus maridos, para sostener terapias de sexo con él, a fin de no perder la cordura. Debes venir a mi consultorio, a acostarte conmigo, durante los meses subsiguientes a la separación, para evitar caer en una crisis emocional aun mayor. A las más jóvenes, las presionaba y las acosaba al extremo de desflorarlas como una manera de liberarlas, supuestamente, de sus ataduras neuróticas. A la mamá de un pana, la divorció de su marido, y la mantuvo en su red psiquiátrica durante siete años. Su falta de ética era directamente proporcional a su ilegidad científica, pues todavía se daba el lujo de utilizar técnicas desfasadas y en desuso como la terapia de shock. Por tal motivo, se le compara justamente con los doctores desquiciados de la historia del cine, y de la historia de la ciencia, desde la era nazi en adelante. Mitad Hanibal Lecter, mitad Marqués de Sade Tropical, el goloso Chirinos cayó por glotón, por su apetito desmedido por la carne fresca de las lolitas desvalidas de la tragedia caraqueña.Irónicamente,su perdición fue una princesa anoréxica y bulímica. Paradojicamente, gracias a ella aprenderá su última lección: abstenerse de tragar con amoralidad hasta sus días finales. Esa será su condena. Por desgracia, los restos de su dieta convencional seguirán acompañándonos y marcándonos, como una maldición y como una realidad sintomática, por los siglos de los siglos.        

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