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El día en que @Lubrio se convirtió en un robot

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-Luigino, Luigino, ¿viste las protestas?

-No lo creo. No me consta. ¡Es un montaje!

-Pero dime, Bracci, ¿la gente no puede protestar?

-¡No! Digo, sí. Pero sólo pueden protestar como yo quiero que lo hagan. ¡Son terroristas!

-¿Y el tuit violento de Ameliach?

No hay pruebas!

-¿Y los artistas que se han manifestado?

-¡Judas! ¡Pagarán! Digo, ¡no les pagaremos más!

-¡Pero hay videos!

Todos falsos! Nosotros, en cambio, tenemos una foto de una botella.

-¿Y la manifestante que le volaron la cara con un perdigón y murió?

-¿Quién? Ah. Bueno. Ella se lo buscó.

-Pero, ¿y la economía? ¿Defiendes el control de cambios?

-Defiendo el control de cambios, pero no cuando el control de cambios me controla a mí.

-¿Y la inflación, producto de que el gobierno inyecte dinero inorgánico?

-¡No! La inflación es porque a un Portu le da la gana de vender las cosas caras, y porque somos consumistas.

-¿Fascismo no es agarrar un grupo de gente, digamos, periodistas, y molerlos a patadas en la calle?

-¡No! Es responder a una provocación. Denle una medalla a esos carajos.

-¿Y los colectivos violentos?

-No existen. Son pacíficos. Y te respondo en inglés.

-Dime, Lubrio, ¿cuál es la diferencia entre las dictaduras como la China o la Siria, el régimen islámico de Irán, y la de Pinochet o Trujillo?

-¡Eje del bien! ¡Eje del mal! Eeeeeeje (hace un bailecito).

En ese momento, Lubrio se da la vuelta, y nos damos cuenta de que tiene dos cables saliéndole de la nuca. Es un robot sin capacidad analítica, mucho menos con empatía hacia los estudiantes presos, reprimidos o muertos.

Mucho después, nos enteramos de que es un robot sexual, como aquellos que describía John Manuel Silva en Afrodita, C.A.

 

De hecho, el modelo «Lubrio» es un éxito entre los adeptos al BDSM. Lo que más le gusta es que se lo violen analmente con un fusil.


 

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