No lo vencimos

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Ya muchos han hablado recientemente de la reciente muerte del presidente Hugo Chávez, y he decidido registrarme en PN para emitir mi propia opinión sobre un evento del que opiniones hay por multitudes.

Hugo Chávez fue un magnífico político y manipulador, pero un pésimo hombre de Estado. Supo manejar con habilidad nuestras debilidades y nuestros mitos nacionales por un lado, mientras que por el otro despilfarraba el mayor boom petrolero de nuestra Historia en infames «acuerdos» con países extranjeros y en programas sociales que no lograron pasar del clientelismo de los viejos tiempos de Acción Democrática, pese a todo lo rescatable y meritorio que hay en ellos.

No seré yo quien diga lo que ya todos han dicho: que ha sido Chávez el Presidente que más se ha centrado mediáticamente en los pobres, él que los rescató del olvido y puso en la palestra pública. Pero si diré lo que en medio de los elogios post-mortem no se ha dicho tanto: el modelo de Chávez no es auto-sustentable, y apenas desaparezca la riqueza petrolera, todos sus logros se desplomarán como un castillo de naipes.

A punta de regalos y amenazas, Chávez destruyó lo que quedaba de nuestras instituciones y aprovechó para su beneficio personal la división que había sido abierta con la Revolución de Octubre de 1945, cuándo Venezuela quedó dividida en dos naciones: ricos vs pobres, elitistas vs populistas, militares vs civiles. Tal vez el mayor mérito de Chávez ha sido el haber logrado arrancarle a los viejos partidos populistas, como AD, sus banderas socialdemócratas, y mezclarlas con la ideología del viejo partido militar que aún conservaba -y conserva- un gran influjo dentro de la población venezolana, moldeada por más de un siglo de autoritarismo.

Hugo Chávez fue, en pocas palabras, lo que pasa cuándo mezclas a dos enemigos en primera vista irreconciliables como AD y Pérez Jiménez -que no se nos olvide la admiración expresada por parte de Chávez a MPJ-, más la ya tradicional serie de mitos de la izquierda reaccionaria latinoamericana. Es esa maestría a la hora de mezclar lo que parecía irreconciliable lo que debería alabarse a Chávez, el cómo supo atraerse hasta el último momento de su vida a los venezolanos por ambos flancos: de los que suspiran por un «militar fuerte» que traiga «orden», y de los irredentos que esperan que «papá Estado» venga a ayudarlos.

No obstante, Chávez no es el primero en servirse de la mitología del «hombre fuerte» en su beneficio personal en Venezuela. Baste ver lo que fue el mandato de Jaime Lusinchi, cuyo lema, «Jaime es como tú», resumió 5 años de decadencia social y moral que el pueblo venezolano apoyó con entusiasmo por que Lusinchi, como Chávez luego, encarnaba perfectamente los estereotipos a los que el venezolano se ha acostumbrado a admirar: el guapetón mujeriego de barrio.

Fue eso sumado al miedo hábilmente extendido entre las partes cultas de nuestra población -en lo que contó con la inestimable aunque involuntaria colaboración de una oposición radical que labró su propio fracaso en 2002 y 2003- lo que le permitió gobernar con mano de hierro 14 años y morir victorioso en su cama y en el poder, como Franco, Gómez o Stalin. Si hay una razón por la cual estar ahora de luto, es por que los venezolanos nunca le hicimos pagar a Hugo Chávez por todas y cada una de sus fechorías, robos y errores. Preferimos quedarnos sentados para que fuera un agente biológico -o la voluntad de Dios, escoja usted su preferencia- quién hiciera eso por nosotros.

Chávez muere victorioso, y ahora nos quedamos temblando ante el duro futuro que nos espera, preguntándonos si será el heredero improvisado del chavismo o el líder de la oposición los encargados de dibujar la transición política. Por eso se me hace alarmante el pesimismo extendido entre muchos de los opositores que hacen vida en PN, que pareciera que en vez de querer el nuevo amanecer, de tantos desengaños preferimos que se estrelle el tren del chavismo de una vez por todas, aunque bien eso podría ser un error garrafal que permitiera a los herederos consolidar su propio poder personal e institucionalizar el «proceso».

No obstante, yo tengo la esperanza de que hoy amanece un nuevo día en Venezuela, y de que es posible que aprendamos de las duras lecciones de lo que han sido estos 14 años de chavismo.

Ya, para finiquitar, no me queda más que decir del difunto Hugo Chávez lo mismo que dijo José Rafael Pocaterra ante la tumba de Juan Vicente Gómez:

Es esta piedra cuadrada, blanca y simple, de una ejecución tosca como la vida física que intercepto, pero de una solidez implacable como lo fue aquella, lo que está marcando, a la orilla de esta carretera de brutalidad y de llanto, concreción del programa histórico, del progreso de cemento armado que se torna una materia ponderable, pues que de aquí debe empezar una nueva época, si es que los paralíticos quieren echar a andar, y los ciegos ver y los sordos oír.

¿A que dejar sobre este formidable organismo de acción tenaz, taladro infatigable que se comió a golpe de años las bases de una sociedad entera, frase ruin, vocablo soez o desdén falso?

Eso fue; y basta ya. No lo vencimos. Y lo que es aún más grave: No lo convencimos.»

5 Comentarios

  1. Pablo, lo preocupante de este evento es que ese señor se va a la tumba con un halo de invencibilidad y gloria: Sólo fue derrotado una vez por la oposición. Los ingredientes perfectos para el mito del héroe rojo de puño levantado (y proclama enarbolada).

    No falta nada para ver a la izquierda caviar internacional vistiendo camisetas con el rostro de Chavez.

    Y su «heredero» se monta en el aparato sólo para hacer una mala imitación de él. Eso quiza le alcance para vencer en unas elecciones, pero ¿Le servirá para dirigir a un país? ¿Le servirá para sacarnos del aprieto de cuentas en que estamos metidos? Lo dudo…

    Como bien dices, la pregunta que tenemos ahora es: ¿Será que terminaremos, ahora sí, de tocar fondo?

  2. @Gibarian: eso justo es lo que yo quería decir con este artículo, que si un motivo hay para estar de luto, es que Chávez se vaya a la tumba -o al mausoleo, o donde se decidan finalmente a enterrarlo- invicto, siendo derrotado en una sola oportunidad, y en una derrota que al final no le costó el favor de la gran mayoría de sus seguidores.

    Al menos me queda el consuelo de que no tuvo ninguna acción heroica que lo reivindique, y que todas las oportunidades históricas que tuvo para ellas las desperdició, a la hora de que la izquierda caviar explote su mito. Obviamente, no será el mismo negociazo que es vender camisetas y tazones del Che.

    Como dije, yo tengo la esperanza de que aún es posible aprender de las duras lecciones del chavismo, y poder comenzar de nuevo. Ese es el desafío que tenemos por delante.

  3. @Pablo Ortega: Lamentablemente Capriles esta en una competencia bastante dispareja, porque está enfrentando a un muerto, a un mito, y a un duelo… ¿Y con una elección, en una fecha tan cercana?

    Creo que los tejanos de El Alamo tenían más oportunidad…

  4. @Gibarian: al menos contamos con la ventaja de que es Maduro y no Chávez el rival vivo a vencer. Con todo y lo que se evocará el recuerdo del difunto, ya quedó comprobado en pasadas elecciones que invocar a Chávez no es garantía de triunfo, o si no que lo diga Elías Jaua o véase las legislativas del 2010.

    Al menos creo que chances sí tenemos, aunque la «pole position» sin duda alguna no es nuestra. Solo nos queda ver que ocurrirá.

  5. Una pregunta a los dos, de pana y todo, ¿el FMI alguna vez le pidió a Venezuela oro para garantizar el pago de la deuda? De verdad no sé y me interesa. ¿Esto es normal?

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