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De cómo Venezuela destruyó el Negocio de la Mariguana sin Proponérselo


Venezuela es un país hipócrita, hasta para reconocer en público sus adicciones.

De la boca para afuera, aquí nadie fuma, baila pegado, escucha regetón, se excede con el alcohol y consume sustancias ilícitas.

Todos son potenciales hermanitos de la caridad del cobre en el escenario de las apariencias engañosas.

Nadie se emborracha, se pasa de tragos, choca dormido de regreso de una pea y cede a la tentación de los estupefacientes.

Nos gusta creer el cuento de pertenecer a una sociedad noble, desintoxicada y dispuesta a lavarse la cara con campañas estériles de prevención.

Actualmente, Caracas vive un retorno publicitario a la época de la prohibición del siglo XX, donde la cultura oficial censuraba el menor asomo de hedonismo.

Debe ser un efecto de la política reaccionaria y conservadora implantada por la revolución para reprimir al pueblo.

Por supuesto, la realidad marcha por otro sendero diferente al de la propaganda.

La caja de cerveza es un producto de primera necesidad en las clases bajas, así como el Whisky se sigue vendiendo como pan caliente en las capas medias del este.

No habrá comida en las neveras de las casas y automercados, pero nunca falta una despensa atiborrada de vinos, botellas de escocés, birra, aguardiente y ron.

Lo mismo sucede con las drogas. Para las fiestas de los ricos, el perico y las pastillas son pasapalos indispensables. El pobre se conforma con bazukito, pega, jarabe y piedra.

La heroína pasó de moda y quedó relegada para un círculo elitesco de alternativos melancólicos y suicidas.

Pero sin duda, una sustancia los unifica y hermana a todos por igual. Me refiero a la mariguana, traficada desde los barrios de Petare hasta las mansiones opulentas del Country Club, con el mismo soplo de misterio y contagio virulento.

El cannabis saca para afuera el malandro escondido en cada cuerpo del ciudadano criollo.
Con una sola calada, la chica hipster de Altamira, el niño consentido de la Lagunita, el pavosuario de la Florida y el surfista de Pantaleta, adoptan una pose de Tony Montana, una actitud de tres dueños en “Secuestro Express”, un comportamiento de Caramelito Branger en medio de un caso Vegas.

El tabú impide visibilizar la caricatura en los foros tradicionales. Nos queda el consuelo de reírnos de su cliché en internet.

La última noticia, jamás publicada por la prensa, nos trae de vuelta al fantasma de la escasez en el mundo paralelo de los ojos rojos, la música cool y los ataques pasajeros de hambre.

Dicho claro y raspado: la materia prima de los rastas empezó a brillar por su ausencia a partir de diciembre, casi con el anuncio de la despedida del presidente.

A raíz de entonces, las reservas nacionales del crudo verde cayeron en picada y no precisamente por los esfuerzos mancomunados de las autoridades incompetentes, más bien interesadas en conservar el control del negocio y mantener el caldo de cultivo.

¿Saben por qué se esfumó la oferta? La explicación es un tanto simpática, cuchi y la dejo para el final, a objeto de narrar varias anécdotas colaterales al sentimiento colectivo de la demanda ante la falta de su alivio terapéutico, sus potes de humo, sus promesas de distracción, sus posibilidades de escape y sus jalones clandestinos.

En las principales capitales del país, iniciaron cultivos infructuosos y organopónicos de la semilla, para suplir sus carencias. Lo intentaron en materos, huertos personales y germinadores, con resultados adversos.

Conocida es la historia de la intensa de las cuatro décadas, quien en un arrebato de demencia, cogió sus mancundales, compró un pasaje para Jamaica y se instaló allí para no volverse loca. Se desconoce su paradero actual.

Diferentes personajes de la fauna nocturna, se curaron en salud y anticiparon con bombos y platillos su retiro definitivo del círculo vicioso, luego de agotar sus existencias.

Las quemaron en rituales privados en compañía de incondicionales. Según relatan, los encuentros de las mencionadas viudas parecían un entierro, un funeral, una misa negra.

Si tuviésemos a Oliver Stone en la Villa, ya andaría preparando el rodaje de su versión vernácula de “Salvajes” en horas de vacas flacas.

Aquella doctora “creiciada” no lo podía creer, se cansó de llamar a sus contactos y emprendió una cacería individual en carro. Protagonizó una road movie legendaria entre Valencia, Puerto Cabello, Falcón y Mérida, rastreando la pista de su abastecedor. Al final cortó por lo sano, cruzó la frontera y compró dos kilos en Colombia. Se los trajo de contrabando, después de pagar una mordida.

La esposa desesperada descubrió una fórmula casera. Fumar te verde con cigarrillo y tabaco. Agarraba unos mareos vertiginosos con dolores de cabeza incluidos.

Naturalmente, extrañaba sus tronas de antes.

El jíbaro de la zona central se declaró en bancarrota. Apagó sus teléfonos y también decidió tomarse unas vacaciones con el dinero ahorrado.

Por último, mi principal informante me dio las coordenadas del cierre de la película, por ahora. Procedo a develar la fuente del problema.

La escalada del dólar en navidad provocó el colapso de la industria y de la mafia de la mariguana en Venezuela.

La subida de la lechuga verde disparó los costos y estímulo la estampida de los proveedores del elemento. La zozobra por el incremento oficial, mantuvo el escenario en vilo durante enero del 2013.

Al convenirse el alza de Cadivi a seis treinta, las aguas tormentosas recobraron su cauce de siempre.

El precio pasó de 60 bolívares fuertes a 100 bolívares fuertes por el gramo y contando.

Por lo visto y comentado por los entendidos, la próxima semana el mercado se reestablecerá.

Por lo pronto, los abstinentes en crisis sudan la gota gorda y padecen los síntomas de la depresión.

Pinta como un retrato descarnado de una nación cubierta por un manto de vacío, histeria, desolación y esperanzas frustradas.

El chavismo no logró acabar con el tráfico de monte.

No sean ingenuos.

Involuntariamente lo destruyó con su toque de antirey midas.

Es como para una comedia de Sacha Baron Cohen con los panas de “Chech and Chong”.

 

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