Tabús y libertad de expresión

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La polémica sobre las posibles restricciones a la libertad de expresión, por motivo de lo que los religiosos denominan irrespetos  a  símbolos religiosos, no es nueva, pero en los últimos días, ha estado presente en diferentes medios de comunicación, por ocasión de las reacciones de los fanáticos religiosos, a la película la inocencia de los musulmanes y a algunas caricaturas que representan al profeta Mahoma. Mi opinión al respecto es clara: no se debe restringir la libertad de opinión y de expresión por los tabús y prejuicios de algunos grupos, máxime si las doctrinas que defienden apelan a la violencia

¿Y por qué pienso esto? Pues muy sencillo, por que sus tabús y prejuicios son solo de ellos y no hay ningún motivo o argumento que justifique que sea valido tratar de imponerlos al resto de la sociedad, de modo que si a un musulmán le parece pecaminoso y ofensivo con su profeta una caricatura de él, pues que no las haga, si a un católico le parece la peor ofensa que se realice un cuadro con la virgen maría desnuda, pues que no lo dibuje o que no lo mire y zanjado el problema.

A mí por ejemplo, me parece de mal gusto un cuadro del sagrado corazón de Jesús en la sala de la casa, entonces en mi casa no lo pongo, pero no pretendo obligar a nadie a que los retire de las suyas, pues la privacidad del hogar de cada quien es un derecho, que considero inviolable.  De igual manera no veo como pueda pretenderse limitar derechos como el de expresión, por seguirles el juego a unos violentos, que pretenden que sus tabús estén por encima de los derechos del resto de la sociedad.

Increíblemente en muchos lugares, la respuesta ha sido la autocensura y el llamado de gobiernos a limitar el derecho a la opinión y expresión de sus ciudadanos, pues se argumenta que se está hiriendo la sensibilidad de los creyentes religiosos.

El punto central en este debate, desde mi punto de vista, no es si se hiere la sensibilidad de alguien, sino,  si un símbolo religioso tiene algún valor objetivo que justifique la limitación de los derechos de los demás ciudadanos, en este caso, los derechos de opinión y de expresión.

Si se admite que el argumento de la sensibilidad es valido, se cae inmediatamente en un espiral de sensibilidades heridas,  enojos impostados, donde cada quien podrá solicitar sea restringido algún derecho del otro, pues su sensibilidad así lo requiere;  por ejemplo un ecologista vegetariano, podría pedir se prohíba la difusión de recetas a base de carne pues esto hiere su sensibilidad.

Mi opinión al respecto, a si existe alguno valor en los símbolos e ideas religiosas que justifiquen que se restrinjan derechos ciudadanos por defenderlos, es negativa: no existe ningún valor absoluto en el símbolo religioso que justifique que a algún ciudadano se le limiten sus derechos en la pretendida intención de proteger el símbolo religioso o la sensibilidad sus creyentes, pues en el mejor de los casos los símbolos e ideas religiosas tienen un valor relativo que opera solo para sus adeptos.

El símbolo religioso no tiene entonces, ningún valor que pueda ser  considerado absoluto o universalmente vincúlate.

Quiero hace sin embargo, algunas salvedades: el símbolo religioso, cuando se trata de un objeto material, mas allá del valor que le atribuyen sus adeptos por motivos de fe, puede tener un valor económico, en tanto es propiedad, y en ese sentido es protegido por las legislaciones de todos los estados, de igual manera, sea material o inmaterial puede tener un valor cultural que es igualmente protegido por legislaciones nacionales e internacionales.   Ninguno de estos dos atributos, supone una oposición al derecho de expresión y no son el valor del símbolo que vienen defendiendo quienes reaccionan con violencia ante lo que llaman ofensas, el valor que ellos defienden y por el cual se presentan tan ofendidos es el valor religioso.

A manera de paréntesis, vasta recordar la destrucción de las imágenes de Buda en Afganistán por parte de los talibán, ellos no se limitan a burlarse del Buda, a criticar los argumentos de esa religión o a sus devotos, que seria algo valido en el marco del ejercicio de la libertad de opinión y expresión, no, ellos destruyen las imágenes, de igual manera, en las guerras religiosas, se eliminan grupos humanos por razones de fe, y ahora los creyentes vienen a decir que un video o una caricatura, es una gran ofensa, cuando ellos mismos van más allá frete a las creencias o no creencias de los demás, o encarcelar a un joven por decir ser ateo en Facebook no es una atrocidad mil veces mayor que hacer un dibujo de Mahoma.

El valor de un símbolo religioso, si obviamos los valores que comparte con cualquier otro objeto,  es muy particular, pues esta determinado, por el aprecio que los creyentes de cierta religión le profesan, aprecio que se basa exclusivamente en la fe y por ende será solo valioso para las personas que compartan dicha fe.

Para quienes no comparten una fe específica, sus símbolos son solo objetos o ideas (malas ideas casi siempre).

Las ideas como tales no tienen existencia material, no pueden ser dañadas “físicamente” y  una de sus características fundamentales, es la de poder ser puestas en contraste u oposición con otras ideas, así por ejemplo, la idea del dios judeocristiano monoteísta, se contrasta con la idea de multitud de dioses de las culturas politeístas, con la idea de la no existencia de dios alguno o con cualquier otra que se le pueda ocurrir a cualquier persona, incluido por ejemplo el credo pastafariano.

En tanto ideas, las ideas religiosas son iguales a cualquier otra y ganan valor de acuerdo al contexto en que se aborden: si se abordan en el contexto de un grupo religioso, las ideas místicas ganan valor y por el contrario si se abordan en un concepto académico y racional, lo harán las ideas científicas, lo mismo se aplica si el contexto es artístico, militar o cualquier otro, lo cual no implica que fuera de ese contexto ese valor se constituya en absoluto y universal.

Un ejemplo sencillo, la idea del dios Zeus tenia un valor para quienes le profesaban culto en la Grecia antigua, tiene otro valor para el poeta que lo usa en alguno de sus textos, y otro para la empresa que utiliza su imagen para una de sus marcas comerciales, en los tres casos Zeus es solo una idea y como idea remite a un objeto común, pero las valoraciones que se hacen de él son cada una particular.

Ahora bien, ¿que una idea tenga valor en un contexto determinado la hace valiosa de forma universal? o de otra manera, ¿toda idea por ser idea tiene valor universal? en ambos casos la respuesta es NO,  y es esto precisamente lo que pretenden los religiosos: quieren que sus ideas, por el simple hecho de ser suyas y por ellos verlas como muy valiosas, sean protegidas como si de ideas con valor universal se tratase.

En este sentido, no está de más decir, que no vale lo mismo una afirmación respaldada por el rigor de la razón y el método científico, que una afirmación de un niño, así ambas hablen de lo mismo, por ejemplo, a la pregunta ¿Por qué llueve? niño y científico responderán de forma diferente y el alcance y pretensiones de verdad de ambas, será claramente distinto.  Si se siguiera la lógica de los religiosos, que pretenden limitar el derecho de expresión a quienes contradicen, critican o se burilan de sus ideas, al niño no podría tampoco corregírsele su idea, explicarle por qué es que llueve y si un compañerito se riera de su explicación, por que cree que la propia es mejor, pues habría que encarcelarlo.  Es de destacar acá que en la ciencia incluso una afirmación que se respalda en el más riguroso proceso de investigación y aplicación del método científico, es por definición falseable, de tal manera que incluso las proposiciones más plausibles de la ciencia pueden llegar a ser rebatidas, sin que por ello tenga nadie que morir o la comunidad científica salir a quemar edificios o cosas del tipo de las que vienen realizando los creyentes fanatizados.

En el ámbito religioso, sin embargo,  existe una suerte de fetichismo por el símbolo (ideas u objeto)  religioso, a las ideas que fundamentan una doctrina, se les atribuye el carácter de dogma,  de tal manera que sus adeptos las consideran verdaderas e irrefutables, por lo que pretenden sacarlas del ámbito de lo discutible y allí surge la imposición y el fanatismo;  quien se opone a un dogma es, para el religioso, un hereje.

Los discursos religiosos son entonces totalitarios e impositivos, y las acciones violentas de los religiosos en su defensa son totalmente irracionales.

Pero ¿tienen legítimo derecho de imponer sus discursos?  evidentemente no. Como se ha dicho antes y lo he defendido en otros escritos y espacios, la religión es un discurso y como tal es discutible, por decir lo menos, y solo podrá ser enarbolado como dogma para quienes decidan así aceptarlo por motivos de fe, para todos los demás son solo ideas, mitologías creencias historias, fabulas o como  la queramos llamar y en consecuencia, mas allá del valor estético o incluso histórico que puedan tener, no cuentan con ningún otro valor universal que las haga especialmente dignas de respeto o que justifique la persecución de quien las contradiga, critique o burle.

A los objetos religiosos por su parte, se les puede aplicar una lógica similar, son sagrados solo para quienes así los ven, por medio de una relación de fe con el objeto.

Si el religioso presenta sus ideas en público, tiene que estar dispuesto a que surjan contradictores e incluso a que se den sátiras sobre ellas, si así no lo quiere pues debería guardarlas para el ámbito de lo privado.  Si yo por ejemplo un día se me ocurre una curiosa teoría sobre el por que los elefantes tienen trompa y la presento al publico, lógicamente tengo que estar dispuesto a que se me critique, que se refute mi teoría desde otros puntos de vista y que se burlen de ella si les parece risible, sin que ello pueda  ser considerado por mi un ataque y el Estado tenga que venir a limitarle el derecho de opinión y expresión a mis contradictores.

En los estados democráticos, existen ciertos  delitos que pueden limitar el ejercicio de la opinión y expresión libre, por ejemplo la injuria y la calumnia u otros similares que se aplican para defender el derecho de las personas al buen nombres e incluso en estos casos son prudentes la mayoría de legislaciones en restringir la libertad de expresión y cuando se hace es fruto de un proceso judicial en el que se espera el procesado cuenta con todas las garantías.

Las ideas y símbolos religiosos no tienen derechos más allá de los que tienen sus adeptos y no los tienen precisamente por que  no son sino eso ideas y símbolos, objetos y discursos y hasta el día de hoy los derechos solo aplican a los seres humanos.

Finalmente, hasta que dios no llegue a un juzgado a interponer una denuncia contra algún sátiro, solo será una idea que habita en la mente de los creyentes y que deambula por la cultura y como tal es susceptible de ser cuestionada, rebatida, burlada, denigrada o lo que resulte, sin que por ello deba restringirse el derecho de los seres humanos, que si existen, a difundir sus opiniones.

1 Comentario

  1. Excelente entrada. Coincido 100% contigo. De seguir la lógica religiosa sobre este particular, entraríamos progresivamente en la distopía denunciada por Bradbury en Farenheit 451

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