Recordemos de dónde venimos.

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Viajando en la inmensa ciudad de Mérida descubrí el imsomnio que se encontraba debajo de la fatiga y que mi abuela vale más que subir y bajar el sol. Descubrí un lugar bello y pulido, lleno de paz en medio de la tempestad ocurrente del milenio. Viajando me conseguí con mi edad, mi raza, mi dilema de mañanas y de noches perdidas. Con ese viaje aprendí a socializar con los perros, a perder virginidades una y otra vez. A que lo sombrío se come en los pies del ruiseñor. En que un amigo es pena, la mentira persiste suplente y rencorosa. Así me fue en mi viaje, buscando un lugar donde me sienta creible.

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