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Votar o no votar, ahí no hay dilema

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La primera elección que recuerdo fue la de CAP contra Eduardo Fernández en el 88, mi familia paterna era (¿es?) adeca y la materna copeyana, esa diferencia ideológica no pasaba de la anécdota y las bromas, como si se tratara de equipos deportivos. Creo que muchos de ellos eran una cosa u otra más por costumbre que por convicción, escribiendo esto me pregunto si no sería esa ligereza lo que nos trajo hasta acá pero sería otro tema, sin embargo por tradición o por convicción en casa siempre se ha votado y desde pequeño me inculcaron el valor del voto. Quizá por eso me cuesta tanto entender cuando se acercan elecciones y empiezan a surgir los defensores de la abstención como modo de protesta.

 

 

 

 

 

 

 

Los defensores de la abstención esgrimen sesudos argumentos acerca de la polarización en el país o que no se meten en política y le ponen cara de asco a cualquier cosa que tenga que ver con ella, como si no fuera el juego político el que dictamina lo que estudias en la escuela, cuántas vacaciones al año tienes o cuánta gasolina puedes comprar. Son los políticos y toda su tramoya de intereses económicos, ideológicos, sociales, etc. los que terminan por decidir los aspectos triviales y trascendentales de la vida de sus ciudadanos, independientemente si votaron o no.

Lo que vale un voto

Estamos acostumbrados a considerar el voto como un regalo que hacemos, un cheque en blanco para que el receptor del voto sea libre para decidir por nosotros y adelantar los proyectos que tenga a bien realizar, desligando el acto de votar de cualquier compromiso entre el elector y el elegido; al votar hacemos un descargo de nuestra responsabilidad en el candidato, nos lavamos las manos y a la casa a esperar los resultados.

Esta visión del voto promovida desde el poder por décadas, incluyendo la última, nos hace creer que mientras hayan elecciones, habrá democracia, como si ese fuese el único medidor posible para evaluar el sistema. Asimismo, el presidente se ha encargado de exacerbar el componente emocional como factor decisivo a la hora de votar, no bastan las propuestas ni los programas ni la trayectoria de un candidato, también tiene que darte mariposas en el estómago, hacerte reír y llorar, que te caliente la oreja para que le des tu voto y como si de una mujer maltratada se tratara, además te dice que nadie te amará como él y que lo vas a perder todo si se va, jugando con la relación amor/miedo de los votantes.

Aunque el componente emocional siempre es parte de la votación, se nos olvida que el voto es también un compromiso entre el votante y el funcionario a elegir, se trata de dejar a un lado el compadrismo que nos tiene jodidos, ese que nos hace evitar denunciar un acto de corrupción en el trabajo para no ser «pajuos» o porque la persona es pana. Los funcionarios electos tienen la obligación de cumplir sus compromisos con los votantes y estos a su vez tienen la tarea de exigirles y demandarles responsabilidad en sus cargos, transparencia en las cuentas y la búsqueda de consensos. No se vota para aplaudir, eso es de fanáticos sin criterio, por el contrario, hay que hacer valer el voto.

La comodidad de la abstención

La legislación venezolana no toma en cuenta ni los votos nulos ni la abstención para validar una elección, basta la mayoría simple entre los que votaron para proclamar a un candidato tal como pasó en el 2005 con la Asamblea que se conformó con una participación que no llegó al 30%. Por consiguiente protestar dejando de votar no tiene sentido alguno pues no produce resultados, más bien en ese caso la mayoría chavista hizo fiesta con la abstención pues se vieron con carta blanca para aprobar todas las leyes que quisieron. Hoy nadie se pregunta si la actuación de esa AN fue legítima a pesar de la baja participación.

Por tanto, no votar no soluciona el problema sino que en muchos casos lo agrava, el sistema está diseñado para que el abstencionista no sea tomado en cuenta. Quien se abstiene no está protestando de ninguna manera ni está dejando de ensuciarse las manos en la política,  los que dejan de votar se meten en un mismo saco que incluye a los que se van a la playita porque no hay nadie ese día, a los que viven con miedo y a los que creen que no participar es una postura coherente.

Una protesta más efectiva sería ofrecerse de testigo de mesa, no en Chacao, sino en algún barrio o un pueblo del interior, vigilar el voto, reportar desde ahí lo que se está viendo. O participar en las auditorías, en Venezuela se auditan hasta el 50% de los votos, algo que no se contempla en la mayoría de los sistemas electorales.

 

Todos son una mierda; aquí lo que falta es educación

Una regla de la comunicación política es que si no puedes ganarte el voto de un elector, asegúrate que no vote por tu adversario. El gobierno busca alejar a los indecisos de las urnas (electorales, de las de madera no le importa) usando el miedo como arma, amenazando con despedir empleados públicos o dejar sin privilegios a quiénes se benefician de los programas sociales, pero además los aleja lanzando encuestas que dan a Capriles menos del mínimo histórico que ha sacado la oposición en estos últimos catorce años. Pero quizá el peor engaño y lo más bajo que han hecho es querer vendernos que la oposición y el chavismo son lo mismo. Todo esto no es gratis, es una campaña para desanimar el voto en contra de Chávez.

Los candidatos no pueden ser lo mismo cuando Capriles es un político de trayectoria que nunca ha intentado ocupar un cargo por las armas sino que ha llegado a todos sus cargos a través del voto popular en las únicas cuatro elecciones a las que se ha presentado. Su gestión en Baruta y Miranda ha sido buena a pesar de tener el poder central en contra, saboteando iniciativas como el pico y placa por la mezquindad chavista. Capriles no huyó de la justicia sino que se entregó a sabiendas que sería juzgado sin seguir el debido proceso y sin garantías de un juicio justo, no es lo mismo presentarse al tribunal a que te agarren escondido bajo un escritorio.

 

 

 

 

 

 

 

 

Entonces los escuchas justificando el no votar porque acá lo que hace falta es educación y plataformas de participación, argumento muy válido si no fuera por un detalle: Nada de eso se puede hacer con Chávez en el poder. Pensar que el país se puede recuperar con el actual presidente es de una ingenuidad peligrosa. La reconstrucción y la reconciliación de todos los sectores de la sociedad pasa por la salida de Chávez de Miraflores, no lo digo por ser alarmista, a mí no se me olvida la imagen del presidente con crucifijo en mano pidiendo perdón y hablando de enmiendas, ni de las 3R ni de todas las veces que anunció un acercamiento con el sector que lo adversa para luego atacarlo y apretar más el puño. Con un presidente que habla de pulverizar a la mitad del país, a quienes ni siquiera reconoce como venezolanos, no va a haber acuerdo posible.

Recuperar la alternabilidad nos dará la oportunidad de empezar a encumbrar el país hacia la búsqueda del consenso y quizá podamos alcanzar algún día un pacto social que nos permita progresar como individuos y como sociedad. Chávez no tiene nada nuevo que ofrecer, es más de lo mismo una y otra vez, esta película ya la vimos, gana, se radicaliza y nadie le exige nada excepto la oposición, aquella a la que no reconoce. Sin embargo, si Capriles gana, tendrá a todo el país exigiéndole que se comporte a la altura, ya como candidato se enfrenta a eso cuando las criticas le llueven de lado y lado, como presidente estaría obligado a escuchar a todos los sectores y buscar el equilibrio. Al chavismo en cambio nadie lo obligará a debatir o a buscar consenso y sin eso ¿cómo podemos tener democracia?.

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