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VISITA OFICIAL

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Las apariencias tendrán acaso que ver con los reflejos que otros mundos pudieran tener en el nuestro.

Gustavo Bueno

Estaría fuera de lugar afirmar que para la ira han pasado ya sus mejores años.

Peter Sloterdijk

Este ojo planetario se mueve lentamente
recorre como un reflector el horizonte
tiene millones de otros ojillos prendidos en sus tentáculos
con los que mira en las habitaciones
en las salas de baño

Juan Liscano

De pronto un hombre sale disparado sobre el actor y el ministro, es un intruso que lleva en lo alto a una niñita vestida con los colores de la bandera nacional. La criatura sufre un ataque de pánico y rompe en llanto, pero el galán la carga y la tranquiliza con algunos mimos. El camarógrafo, diligentemente, los encuadra en primer plano sin embargo el director da otra orden por los audífonos: “¡vete hacia la boca!” Y los millones de televidentes se conmocionan ante el close up del actor besando la mejilla de la criatura en lágrimas.

Las pantallas muestran también una muchedumbre con camisetas que llevan estampada la fotografía del presidente en el torso; en todos los rincones de la localidad cantan el himno con una energía estremecedora: ¡Salve, oh Patria, mil veces! ¡Oh Patria! El director alterna desde su consola los escenarios del gran evento, ahora coloca en el aire las entrevistas que realizan los reporteros desde varias locaciones, los entrevistados responden frenéticamente que sí, que darían la vida por el presidente… «¡Gloria a ti! Ya tu pecho rebosa…» que sí, que ahora hay esperanzas gracias al «Movimiento»… «gozo y paz, y tu frente radiosa…» que los traidores merecen el peor de los castigos… «más que el sol contemplamos lucir…».

La curiosidad del público se posa sobre el astro del cine cuando la cámara pone en evidencia la imagen de una silueta de sudor en el abdomen y alrededor de las axilas; a su lado el ministro sigue saludando a la muchedumbre que crece en la medida en que transcurren los minutos más amargos de su vida. El actor, partidario internacionalista del «Movimiento», transpira copiosamente por el calor y la humedad del clima; el ministro lo hace por causa de la incertidumbre.

Pero mantiene la calma y cruza algunas palabras con él, pese a la algarabía que hierve en el entorno de la limusina pregunta cómo se siente bajo una atmósfera plagada, sí, de mosquitos, pero en donde hasta los postes con sus pendones, afiches y banderas gritan su incontrovertible amor por el presidente… «¡Salve, oh Patria, mil veces!…» Very nice, responde con una sinceridad a gusto entre las multitudes que se han volcado por las calles… «¡Gloria a ti! Ya tu pecho rebosa…», el ministro insiste it’s the people in love… el actor replica con un maduro y casi indiferente sure, i don’t believe it, después saca un pañuelo del bolsillo de su camisa empapada y se limpia las gotas que bajan por las sienes… «gozo y paz, y tu frente radiosa…».

Un infeliz pedigüeño se aferra como un náufrago a la limusina… «¡Gloria a ti! Ya tu pecho rebosa…» el actor sigue saludando y frente a la cámara intenta decir “¡hola!, ¡hola!” abriendo las vocales tan exageradamente, que de su fornida garganta vuelan unos gorjeos “aaláa, aaláa” semejantes a los llamados de emergencia de un pájaro.

¡Presidente!… el sujeto insiste en entregarle un papel que empuña en la mano, pero los guardaespaldas lo agarran y lo sacan de allí… «gozo y paz, y tu frente radiosa…» A pesar del riesgo, otra muchacha se acerca suplicando también como los bemoles de un aprendiz de pianista ¡presidente, presidente, presidente!… «más que el sol contemplamos lucir…» alarga el brazo para entregarle al actor un papelito, como los que los devotos incrustan debajo de los pedestales de los santos; después de un par de intentos frustrados ambas manos por fin se entrelazan en un momento de éxtasis… «¡Salve, oh Patria, mil veces! ¡Oh Patria!…»

El esplendor embarga la cara de la suplicante mientras que el actor despliega el papelito sin poder descifrar lo que está escrito en él, disimuladamente se lo pasa a su anfitrión y con un mohín de incógnita le pide que se lo traduzca. Al ministro se le apaga la sonrisa y lee apuradamente los renglones garabateados con lápiz, se trata de unapetición de dinero para terminar de construir una casa: “tengo 5 ijos precidente mi marido murio en la epidemia y no tengo travajo”.

Guarda el papel y vuelve a sonreír en televisión, pero el incidente no deja de advertir de que algo no encaja en esa visita oficial con limusina y actor internacionalista… «¡Gloria a ti! Ya tu pecho rebosa…».

Repentinamente salta en las pantallas un bosque de brazos abalanzándose sobre la carrocería… «gozo y paz, y tu frente radiosa…», se apoderan de la limusina y la acarician con tal furor que el conductor tiene que aminorar la marcha para no arrollar a nadie; ¡presidente, presidente, presidente!, hay llantos y lágrimas por la embriaguez que provoca el contacto directo con sus ilustrísimas; empuñan cartas con exigencias y peticiones de toda clase, frente al aterrorizado camarógrafo aúllan ante los telespectadores… «más que el sol contemplamos lucir…», demandando en el acto un milagro que alivie sus desgracias invisibles.

Desde el aire, el helicóptero que transmite la procesión envía a los televisores del país la imagen cenital de la limusina circundada por una turba amenazante de hormigas.

Un periodista sigue declamando el «avance impetuoso de la nación que canta a voz en cuello ¡Salve, oh Patria, mil veces! ¡Oh Patria!»; a los pocos segundos las legiones hambrientas engullen la limusina, arrancan jirones de la ropa del actor y del ministro, devoran a los guardaespaldas, al conductor y al camarógrafo.

La gran mancha roja se esparce sobre el cristal de los millones de  pantallas, como si fuese un atardecer prematuro con sol incandescente. El último plano de la visita oficial reveló la perspectiva aterradora de las hormigas masticando trozos de carne humana.

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