panfletonegro

Planeta Marte profanado

Hugo Chávez, como personaje, nunca me ha parecido interesante. Prefiero analizar lo que él representa y significa, estudiar los ámbitos en donde interviene. Pero, sea presidente o no, es un tipo que me cae particularmente mal. Chávez es plano, aburrido y muy predecible.

Sin embargo ayer, en cadena nacional, el hombre dijo lo siguiente: “Suramérica es el continente con mayores reservas de agua dulce en este planeta… Bueno, y hasta donde se sepa, en el sistema solar, porque no se ha conseguido agua, o no se ha visto agua… Por allá algún vapor de agua en Marte creo que recogieron, un vaporcito de agua… Ve… En Marte, yo siempre he dicho, oído… No sería extraño que en Marte haya habido civilización… Pero a lo mejor llegó allá el capitalismo, llegó el imperialismo y acabo con ese planeta”

La imaginación no sólo es necesaria para nuestra salud mental, también ha sido un factor fundamental de la civilización humana, en todos los campos que la conforman. Podríamos decir que cualquier cosa antes de ser, fue imaginada. En la antigüedad los hombres utilizaban la imaginación para construir mitos y leyendas que explicarán un mundo que habitaban pero no entendían. Pero también la imaginación era goce, escape, compañía, se convirtió en una de las vías más eficaces para entender las contradicciones humanas y las emociones.

Una vez la ciencia explicó gran parte del mundo, el hombre fue expulsado al espacio. El universo alberga ahora toda la imaginación de la que es capaz. Surge la ciencia ficción y todo su afortunado repertorio. El arte y el sexo, por poner dos importantes ejemplos, siguen siendo terrenos donde la imaginación permanece invicta.

Y entonces nuestro mundo es más imaginación que otra cosa. Conspiraciones, La Atlántida, cirugías, fortunas, dinosaurios. Te imaginas que te quieren, te vieron, te montan cachos, te depositaron, que no hay cola, que hay baño. Te imaginas caminando por el centro de Caracas de noche, cómo será Miraflores, un cuadro de Reverón en la sala de tu casa. Te gastas un realero en un tour para ver ovnis, imaginas que en la piscina de la Mansión Playboy jamás contraerás una enfermedad, que tienes al Delorean parado en el garaje, muertos que siguen vivos; imaginas lo que pudo ser, lo es y lo que será; hay uno que tiene siglos en el hit parade del imaginario popular, uno que mientan Dios y a quien hay que imaginar a falta de mejor cosa.

De hecho, no existe ideología en el mundo con más mitos, leyendas y símbolos que el comunismo. Un demagogo como Chávez, adoptando el comunismo como fachada, cuenta con el repertorio suficiente para aburrirnos hasta dejarnos en coma vegetativo.

Pero ¿Por qué fracasa Chávez (otra vez, para variar) con esta infeliz teoría?

A pesar de que la imaginación es ilimitada, y que en su terreno se puede jugar con una combinación infinita de elementos, siempre hay que respetar una regla: la verosimilitud.

Porque Bioy Casares me puede hablar de una pareja de humanos que es esclava de unas focas que se comunican telepáticamente, y Cortázar te dice, bueno, aquí hay un cronopio, una fama y una esperanza; vaya, los elfos son inmortales, Batman no se muda de Ciudad Gótica ni a palo o los robots nos utilizan como vulgares pilas.

Pero antes de eso, nos llevaron con maestría por un laberinto que tiene todo el sentido del mundo y crearon una atmosfera en donde respiramos sin dificultad. No importa que me estés diciendo que Enrique Iglesia sacó una buena canción, ante todo, tienes que ser verosímil. Compadre, Julio Verne hiló tan fino que ya no sorprende, aunque sigue maravillando.

Entonces uno está escuchando el monologo más ladilloso desde El aplauso va por dentro, uno lo escucha por puro masoquista, como quien escucha llover, y el hombre suelta “Marte”. Entonces, no te maravillas, ni te sorprendes, ni te alarmas. Sino que pones cara de Osmel Sousa viendo una gorda, pones cara de Simon Cowell escuchando a un freak, te llevas las manos a la cabeza y lamentas tu suerte.

Qué va a terminar el capitalismo con una civilización en Marte, mi capitán cavernícola . Si ni siquiera ha podido terminar con una raza tan frágil y autodestructiva como la raza humana.

Gordito, cuando te sales del campo de tu maestría nos ofendes, y coño viejo, ya tenemos bastante castigo viéndote jugar softbol o poner cara de quinceañera viendo crepúsculo cuando conociste a Obama en Trinidad. ¿No te basta con ser nuestro presi? ¿No te acuerdas que una vez nos contaste que te estabas haciendo popo montado en un tractor y unos perros no te dejaban ir al baño? No seas tan balurdo y bájale dos.

Deja de subestimar a nuestros queridos marcianos y no prostituyas al planeta Marte, sagrada joya de la ciencia ficción, culpable de grandes libros y películas, fantasía de niños y astronautas.

A menos que, te estés refiriendo al tomo I, II y III escrito por Marx y, ahí sí, podríamos considerar tu teoría, no tanto como ciencia ficción, pero sí como un ilustrativo chiste sobre nuestra historia.

¿No quieres, por casualidad, ir a repoblar Marte con Alicia Machado?

Salir de la versión móvil