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El discreto encanto de la burguesía

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He seguido con atención la discusión que José Roberto Duque, JJ, Carlos Caridad Montero y Sergio Monsalve han sostenido, tanto en Panfleto Negro como en el blog El Discurso del Oeste, cuyo tema central ha sido el estreno de la película Zamora, del director Roman Chalbaud.

Lo cinematográfico se despacha rápido, es el único consenso de la disputa: al parecer todos, los proletarios del 23 como Duque, los niños bien del este como Monsalve, y hasta el sionista de Jacubowicz, concuerdan en que la película es una cagada. Si ellos lo dicen, yo les creo. Todos también parecen concordar en que Chalbaud es un oportunista.

Ahora bien, en lo que difieren es en el enfoque que Duque le dio al artículo que originó la discusión. José Roberto Duque afirma que la razón por la que Zamora es una mierda, es que su director, Roman Chalbaud, es de clase media, y eso lo incapacita para hablar de las dinámicas sociales del barrio, y de las historias que pertenecen al pueblo. Pero JRD va más allá, afirma que el cine fue secuestrado por los sifrinos, que es una herramienta burguesa, secuestrada por millonarios, y hasta afirma que los chicos que estudian en la EMPA (Escuela de Medios, y Producción Audiovisual) de Ávila TV, no son pelabolas como él. Pero claro, pueden aprender y revertir ese proceso; solo tienen que recordar siempre de donde vienen.

Afirma Duque, que los único personajes que están bien construidos en la película son aquellos bichos afectados y tal: la clase media es súper efectiva para narrarse a sí misma. Guzmán Blanco y Juan Crisóstomo Falcón están bien dibujados ahí. Obvio: Chalbaud les conoce el alma a los bichos de su clase y visión del mundo.

Esto ya fue desmontado por Sergio, quién acertadamente se pregunta si, siguiendo ese criterio, entonces las mujeres sólo pueden hacer cine sobre mujeres, los judíos sobre judíos, y los pobres sobre pobres. Así que tal vez llegue tarde a la discusión, pero por eso que dice Duque he escrito este post. Porque, según la limitada visión de JRD, yo, como carajito blanquito de una ciudad icónica de la clase media venezolana, le conozco el alma a los bichos de mi clase y que comparten mi visión del mundo.

Podríamos comenzar por ahí: yo no creo que muchos de los que viven alrededor mío compartan mi visión del mundo, y menos creo conocerle el alma a estos coñoemadres, pero bueno, si tú dices que yo debo hablar de la clase media, porque es a la que pertenezco, pues lo hago.

La clase media venezolana que conocemos hoy no se formó en base al trabajo, al esfuerzo o la industrialización, como si pudiera serlo, por citar un ejemplo, la clase media inglesa. No, la clase media venezolana a la que pertenezco, se formó gracias al liderazgo populista y demagógico del bipartidismo adeco-copeyano. Específicamente, gracias a la nacionalización petrolera y el establecimiento en Venezuela de un estado rentista. Así nació esa clase media sifrina, insensible y alejada de la realidad.

Fue el chorro petrolero el que malcrió a la clase media, y le dio como fin para validar su existencia, el consumo. No fue ninguna expropiación histórica, no fue ningún saqueo, ni ningún robo a los pobres: fue simple demagogia, repartición a manos llenas y promesas vacías.

La relación de la clase política venezolana con la gente, de clase media y clase pobre, era simple: pórtense bien y yo les proveeré. Así, en los setenta y ochenta la clase media se iba para Miami, compraba de a dos, despilfarraba recursos y se comía su mojón mental de que éramos suizos, y de que Venezuela era una perla distinta al resto de los países latinoamericanos, en ese entonces (y ahora también), hundidos en la pobreza y azotado por dictaduras militares. Ese pupú cerebral, llevó —y lleva— a algunos a creer que Venezuela era grande, y que los venezolanos éramos tan geniales que habíamos logrado ser un ejemplo de democracia y progreso para nuestros vecinos.

Del otro lado, en las clases populares —fíjate que no uso la palabra ‘pueblo’, no vaya a ser que digas que los burgueses nos estamos robando sus palabras—, la relación de la clase política hacia ellos, era de juego con su hambre, de aquella lamentable cosa que los adecos crearon y que se llamó ‘consolidación de los barrios’. Que no era otra cosa, sino algo terrible: la institucionalización de la pobreza como forma de vida. Era la época en que los malditos cabrones que gobernaban a Venezuela iban a los barrios a cambiar planchas de zinc por votos.

Esa es la razón por la que en Venezuela la izquierda siempre perteneció a pequeños grupos intelectuales, casi siempre de estudiantes universitarios, hijos de la clase media, que se sentían seducidos por las ideas de los ñángaras y los pelúos. Aunque te duela, a Alí Primera nunca lo escuchó el pueblo llano, quienes lo oían eran los estudiantes de la UCV, y los líderes sindicales de izquierda.

Pero hoy, la historia oficial impone la idea de un pueblo pobre, siempre al lado de la izquierda, que escuchaba a Alí, leía a Marx, y votaba por José Vicente Rangel o Teodoro Petkoff, o Pompeyo Márquez, o cualquiera de los candidatos del MAS, que nunca sacaban más del 2% de los votos, porque la gente, pobre y clase media, votaba por CAP, por Lusinchi, por Luis Herrera, o por cualquier otro farsante que ofreciera seguir con la piñata petrolera.

La realidad es muy alejada de la farsa histórico-épica que hoy se maneja. El verdadero alimento espiritual e intelectual de los venezolanos, eran las telenovelas y Sábado Sensacional, el Miss Venezuela y el Show de Fantástico, la Sifrina de Caurimare y las recetas de Julia de Briceño. Eso es lo que une a la clase media y a la clase pobre. No es que los sifrinos iban al barrio a comprar droga; no, es que los sifrinos y la gente del barrio crecieron con Amador Bendayán, o con cualquier otro cabrón al que Cisneros pusiera en pantalla para vender ilusiones.

Sonará feo, será muy políticamente incorrecto decir esto, pero hay que decirlo. Allá cada quien con su mito, el que quiera comerse la patraña en boga, que lo haga, cada quien es libre de vivir de sus propia mitología. Pero la realidad, es que de este estercolero todos somos culpables, el pueblo al que rinde culto JRD, y la supuesta burguesía a la que detesta. Todos votaron por CAP, y todos somos corresponsables del desastre que llevó al 27 de febrero. Nos guste o no.

De hecho, si hiciéramos un análisis del liderazgo de Hugo Chávez, bien podríamos compararlo con los pastores evangélicos de la Iglesia Pare de Sufrir. Aló Presidente es una copia de ese programa: Chávez, más que un Presidente o el líder de algún proceso político, parece un pastor, que canta, habla, conmueve y sobretodo, ofrece milagros en vivo.

La relación con el chavismo se basa en lo que Chávez da y en lo que Chávez ofrece. Y esa, por cierto, es la razón por la que ‘el peo’ no termina de estallar. Eso que algunos ingenuos de la oposición dicen, cuando reclaman que la clase media “no reacciona ante lo que ocurre”.

A la clase media puede que no le guste Chávez, puede que lo llamen mono, macaco, marginal, mico y demás epítetos racistas y discriminatorios. Eso es verdad, Duque. Es cierto que si vienes a San Antonio, montado en un carro que tenga música de La Chiche Manaure a todo volumen, muy probablemente, te caigan a pedradas. Pero no es menos cierto que el frenesí consumista de la clase media venezolana ha llegado a niveles enfermizos; nunca se había malgastado tanto dinero como ahora, y eso es gracias a la revolución bolivariana. Aunque te arreche.

Yo no manejo cifras, pero no las necesito para saber, por ejemplo, que nunca había habido tantos carros en San Antonio. Sin paja, es casi seguro que todas las familias de clase media tienen, al menos, tres carros. En las concesionarias, se está más de un año esperando vehículo. Somos el país que más consume celulares, que tienes más feisbu, que usa más blackberrys. Y ni hablar de los conciertos: Venezuela se ha convertido en la plaza favorita de los artistas devaluados, que vienen y cobran una fortuna por presentar sus arcaicos y desprestigiados shows, como si fueran la última novedad. Todo esto sólo es posible bajo la política económica de la revolución, profundamente rentista, Duque, aunque te arreche. La clase media no odia a Chávez por no darle plata, al contrario, la clase media nunca había tenido más real que ahora.

Esto lo sabe el gobierno, por eso no terminan de anunciar las medidas económicas, porque en el fondo Chávez sabe que mientras la clase media siga consumiendo basura como lo hace ahora, podrán arrecharse, hacer marchas y decir ‘este país se volvió mierda, reaccionemos’, pero en el fondo, estarán tranquilos. Por eso es que Chávez presenta el precio del petróleo como un gran logro, porque mientras la piñata siga, pues no importa, la gente de la clase media podrá ladrar mucho, pero no morderá.

Voy ponerte un ejemplo: el día del Miss Venezuela ocurrió un poco reseñado milagro en este país nuestro (nuestro, Duque, tuyo y mío, aunque te arreche): Chávez pospuso su cadena. Yo no lo podía creer cuando me percaté de que el Presidente había pospuesto la cadena con su discurso en la ONU; el mensaje, fue transmitido casi a las 12 de la noche; todo, para no interrumpirle el demagógico concursito a Cisneros, ¿el verdadero Presidente de Venezuela?

Así de grande es el control que Cisneros y la verdadera burguesía —es decir, los que realmente tienen real, y no los trabajadores engreídos de San Antonio— tienen sobre el gobierno nacional. Y así, Duque, transcurren los juegos de poder en Venezuela. Primero las misses de Cisneros, la laca, Osmel, Boris Izaguirre, Daniel Sarcos, Maytte Delgado, Dayana Mendoza, Stefanía Fernández, la miss que no sabe si pedir perdón o permiso, y los sifrinos disfrazados de malandros, Franco y Oscarcito, para la clase media; y luego, para los pobres, el discurso de Chávez en la ONU enfrentando el imperialismo, y diciendo que Obama huele a esperanza.

Es bastante simple, no sé como algunos realmente creen a estas alturas que la clase media odia a los pobres porque están siendo reivindicados por Chávez, o que odian a Chávez porque está reivindicando a los pobres. Pero como dije, allá cada quien con sus mitos. El que quiera creer que en San Antonio, o en Chacao, la gente vive bañándose en sus piscinas y oyendo a Beethoven, mientras maltrata a sus esclavos, puede hacerlo.

Mientras eso pasa allá arriba, acá abajo, donde, para desgracia de JRD, estamos todos nosotros, seguimos creyendo que un pela bolas que se gasta 30 lucas en Arturo’s es un burgués enemigo al que hay que destruir.

Hace un par de días comentaba el nuevo libro de Titina Penzini. Y, de alguna forma, hablaba también, sobre la banalización del mercado editorial venezolano.

En la clase media venezolana pueden surgir esperpentos literarios como estos, básicamente, porque la gente que vive en San Antonio es tan idiota como para creer que en verdad son chics y del primer mundo porque se ponen una de las mamarrachadas que diseña Titina, o porque se gastan 100 lucas en un triángulo de chocolate en el restaurante de Sumito.

José Roberto —y a quien pueda interesar— métete una vaina en la cabeza, pana: En San Antonio de los altos (y en Chacao, y en Valencia, y en Maracay) no viven miles de millonarios. Lo que abunda por estos lados son desubicados, engreídos, recién vestidos y payasos que no saben donde están parados. Para decirlo en términos marxistas: gente que no tiene conciencia de clase. Que se montan en camionetas por puesto, pensando que son limosinas; que a veces no tienen ni para comprarse un cachito en la panadería, pero hacen lo que sea por exhibir un blackberry; gente pelabolas, pero que se comieron el mojón mental de que tienen real y de que San Antonio es una ciudad de clase alta. Pero la realidad, Duque, es que aquí la gente trabaja y si no lo hacen no comen, se joden y se tienen que mudar para allá, para el 23, contigo. Donde, por cierto, y como bien te acotó uno de tus comentaristas en el blog, también vive la clase media.

A la gente de la clase media venezolana lo que le hace falta es una buena dosis de ubicatex. Lástima que luego de casi once años de este mierdero en el que estamos inmersos, esta bola de pajúos que son vecinos míos, todavía no caigan en cuenta, ni abran los ojos. Y digo que es una lástima porque, como sabrás, a la piñata petrolera ya no le quedan caramelos; así que lo que viene, Duque, es bueno: desempleo masivo, deudas por montón, suspensión de créditos, hambre papá, a la clase media le viene hambre pareja cuando se acabe la feria. Eso que a mí siempre se me ha parecido mucho a lo que sufren los drogadictos cuando se les acaban los reales para comprar la merca: ese momento lamentable de abstinencia y sufrimiento.

Ojalá después de este síndrome de abstinencia, a la clase media le de por rehabilitarse y replantearse seriamente como clase trabajadora y no como payasos sin criterios que se gastan la quincena en cualquier baratija, sólo por ser Cool, o Chic, como diría la vergonzosa Penzini. Yo espero que el platanazo que se le viene a la clase media venezolana, cuando despierten de su fantasía saudita, sea lo suficientemente fuerte para que se produzca un cambio. Como sifrino sanantoñero, abogo por eso. =)

Por cierto, no es casual que detrás del nuevo caballo de troya del mundo editorial criollo esté una representante del apellido Penzini. Los Penzini son traficantes de la mediocridad intelectual. Pedro, es un viejo que, sin el menor sentido del ridículo, habla sobre vida sana y sibarita a pesar de ser un locutor notoriamente ignorante como el Chunior, aunque sin su genial humor. Titina, es la representante perfecta de eso que mi hermanito de 12 años (que vive en el barrio La Matica de Los Teques, donde tambiñen vive mi mamá, Duque) llama “las sifrinas comesardinas”, ese grupo de patéticas señora digamos Tofano, De La Vega, Rausseo, Moreno, Delgado, que comen con los dedos, pero se los limpian con servilletas, y que además, las muy idiotas, realmente se creen grandes señoras, cuando lo que son es urracas malvestidas y mediocres. Y, el más discreto de los Penzini, Pedro Penzini López, es un economista lastimoso, artífice de la candidatura del Conde del Guácharo a la presidencia, en las elecciones de 2006; un intento, bastante trágico, de crear un ‘Chávez de la oposición’.

Decir todo esto lleva a la respuesta de niño malcriado que suelen soltarme mis ¿cómo los llamo, Duque?, ¿“camaradas de clase social”? Me refiero a la típica malcriadez del tipo: BUENO, YO TRABAJÉ PA’ COMPRAME MI BLAKBERRI (así, mal pronunciado, como todo wannabe que ni siquiera se molesta por aprender a hablar bien el inglés) SI LA GENTE DE LOS CERROS NO TIENE PA’ COMPRASE UNO, ESE NO ES PEO MIO!!!!!!!!! A veces lo rematan con un: QUE LE PIDAN UNO A CHÁVEZ, O QUE SE COMPREN UN VERGATARIO, LOS NICHES ESOS!!!

En fin Duque, así es la gente de mi urbanización. Si La Villa del Cine quiere, que me financien y hago una película sobre ellos; eso sí, cero estereotipo, si vamos a desnudar a la burguesía le echamos bola, pero que el retrato no sea tan sectario e interesado como el tuyo. No. Si vamos a desnudar a la clase media venezolana, lo hacemos, pero no desde el estereotipo interesado, hagámoslo desde la realidad, realidad, de la que eres parte, aunque no te guste. Ahora lo dejo hasta aquí, primero porque estoy escuchando música burguesa (The E. N. D. el nuevo disco de los Black Eyed Peas, que no puede ser más sifrino con tanto beat), así que la inspiración se me va; pero sobretodo porque como buen burgués no me voy a gastar mis reales en ver Zamora, lo haré en la nueva de Almodóvar, ya escribiré mi reseña burguesa.

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