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Estreno de Zamora en el Teresa Carreño: una telenovela personal( ahora por tiempo indefinido)

Décimo capítulo: a diez años de panfletonegro

Lee la primera parte aquí

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Antes de proseguir con el relato de cómo entré al Teresa Carreño, me gustaría tomar un desvío, me gustar tomar otro atajo, para hablar de literatura e Internet, a propósito del evento de panfleto.

Casualmente, el estreno de Zamora y mi proyecto se enmarcan en el mismo contexto de la celebración de los diez años de nuestra página, junto con la gente de Ficción Breve, dos sitios hermanados al nacer, pero separados por cuestiones de formato, postura y definición ante la vida.

Es decir, ellos son ortodoxos, en buena regla, nosotros somos heterodoxos. Ellos informan al calor de la publicidad encubierta disfrazada de comunicación abierta, nosotros matizamos y deconstruímos a rabiar.

Ellos son iconofílicos, nosotros somos iconoclastas. Ellos defienden sus referentes de pasado y presente.Para nosotros la historia es un espacio de transgresión permanente.

Ellos cultivan la nostalgia, nosotros la desmitificación del vano ayer. Ellos hacen la semana de la nueva narrativa urbana, nosotros discutimos el procedimiento para la convocatoria de la semana de la nueva narrativa urbana. Ellos son insiders, nosotros outsiders. Ellos manejan el lenguaje de la diplomacia de altura con “El Salmón”, “Relectura” y “Platanoverde”.

Nosotros hemos escrito contra “El Salmón”, “Relectura” y “Platanoverde”, en infinidad de ocasiones. Pocas veces conseguimos interlocución y respuesta de ellos, salvo el caso de Leo Felipe Campos, quien responsablemente da la cara y participa de la discusión en nuestros foros.

Por eso, si me disculpan la intromisión subjetiva, la convocatoria para el evento “10-10” luce más “Ficción Breve” que “panfletaria”. Será cuestión de equilibrarla para el próximo año, inclinando la balanza hacia lado oscuro de la fuerza. Menos corrección política o menos concesiones con el establishment, deberían ser las premisas. De lo contrario, corremos el riesgo de perder identidad, y de convertirnos en otra replicante subsidiaria de la Bienal Picón Salas o de la nueva semana de la narrativa urbana, al servicio de la rosquilla de costumbre, glorificada por la prensa maistream, con fotos, columnas y demás.

La intención, insisto, es buena. Lo malo radica en afianzar una perspectiva elitista de la blogoesfera, donde sólo se toman en cuenta “experiencias de éxito” consagradas al cuidado de la calidad, la ortografía y la palabra, en menoscabo de la informalidad, el desenfado,  la ruptura y la experimentación con el lenguaje.

A mi forma de ver, el camino no es renegar de nuestra naturaleza salvaje, para mejorar la raza y buscar la senda de la domesticación, entre la vía de las relaciones públicas y la vereda de la filosofía Facebook, en pos de consolidar una red social de “amigos virtuales”, a riesgo de excluir.

Así, parecemos condenados a reincidir en un esquema superado de adocenamiento y aburguesamiento, propio de las fundaciones culturales de nuevo cuño, asentadas en la arena movediza del conflicto de interés, cuando la demagogia se confunde con el arte de la acción perfomativa, cuando la visión corporativa acaba por arropar el incentivo de los creadores, para corromperlo y encasillarlo en la programación de una institución partidista.

Escoger el centro de Cultura Chacao es una declaración de principios en la actualidad, en nuestros tiempos polarizados. De igual modo ocurre al momento de seleccionar al Teresa como locación. Consciente o inconsciente, terminamos por discriminar.

De tal manera,los alternativos son cooptados y asimilados por la voluntad de poder, para su beneficio. Pasa con Luis Britto García y Román Chalbaud. Pasa con muchos de los invitados al evento “10-10”. Es una realidad imposible de ocultar.

El fantasma de “Zamora, La Película” sobrevuela por la gran Caracas, desde el helicóptero de Traffic Center. Por allá, asoma la cabeza alrededor de la Plaza de los Museos. Por acá, se ríe como espíritu burlón de las pretensiones del este y de nosotros, por reafirmarnos como jóvenes independientes, más allá del bien y del mal.

Aclarados los puntos y declaradas nuestras diferencias, podemos proceder entonces a discurrir sobre el tema de la semana: la literatura y el internet.

En principio, lo recomendable es abandonar cualquier enfoque dogmático y monolítico a la hora de analizar el asunto. Hasta luego Talibanes del papel impreso. Good bye mis Leninista de la galaxia de Gutenberg. Díganle adiós , también, a las lecciones aprendidas en las cavernas de la escuela de letras, al resguardo de categorías dicotómicas y maniqueas al borde de su fecha de caducidad.Por ende, es hora de despedirnos de las simplificaciones al uso.

Para empezar, vale la pena hacer el ejercicio de resumir la mayoría de las tesis apocalípticas e integradas, al respecto de los encuentros y desencuentros de los herederos del Quijote con los molinos de viento de la esfera digital. Desde una mirada sanchesca, meros gigantes con pies de barro.

En principio, comencemos por recapitular el catecismo de los fanáticos y de los idealistas de la web, cuyas doctrinas proceden, voluntaria o involuntariamente, de las viejas teorías de la modernidad.

En pocas palabras, su predica y su evangelio recuperan, sin querer queriendo, conceptos y fundamentos antagónicos, extraídos de la sabia o del tronco epistemológico de la modernidad. Obvia e irónicamente, es un árbol de tres raíces: el utopismo comunista del marxismo, la redención tecnocrática e industrial del positivismo, y la mitología del “hazlo tu mismo” del capitalismo, en plena fase de expansión consumista y globolizadora. Tres proyectos aislada y respectivamente desechados, desacralizados y denostados por sus sucesivas crisis de credibilidad. Todos fueron probados en el campo de la realidad, y todos fracasaron en el intento de llevarnos al reino de los cielos, como sucedáneos ilustrados de la religión. No por casualidad, resucitan ahora, pero con un rostro diferente, a la retaguardia y a la vanguardia del colapso y del fin de las ideologías duras.

En dicho espacio de desilusión y disolución colectiva, irrumpe el fenómeno de la Internet, como tabla de salvación de la humanidad, y por extensión, de la literatura, otro relato en crisis. En crisis de producción, de recepción, de distribución y de significado para el público ante el avance indetenible de la cultura de la imagen para las masas, según un paradigma de aceptación y convalidación postfranfurktiana.

Nada extraño resulta, como consecuencia de lo anterior, el renacimiento de la pasión por la literatura desde la plataforma de lo mediático, a través de internet.

Acto seguido, surgen los blogs( panfletonegro)como antídoto a la censura y a la carencia de lugares para ejercer el derecho a la libertad de expresión; afloran las páginas(Ficción Breve) con vocación de biblioteca para contrarrestar el hundimiento burocrático del sistema público de archivología; brotan como hongos los portales de recuperación de la literatura del pasado(Relectura y El Salmón), para responder a la mecánica del olvido de la memoria impulsada por el engranaje de la estructura oficial; emerge Facebook para “democratizar” las herramientas de la publicidad y ayudar a la promoción de los escritores vedados, inéditos y desconocidos de nuestra pequeña Venecia; cunden los chats y los buzones de correo para rescatar una antigua tradición epistolar de la era romántica; y sale Twitter para llenar vacíos informativos, y al mismo tiempo, reencarnar el estilo del cuento breve perfeccionado por Monterroso. “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Por desgracia, nuestro dinosaurio sigue aquí, dando quizás sus últimas brazadas de ahogado ,antes de perecer en el mar de la felicidad.

En paralelo, los escritores se cansan de esperar por la respuesta de las editoriales privadas y públicas, y deciden emprender la aventura solitaria de abrir su tienda editorial aparte, gracias a las ventajas y facilidades de la red de redes. Desde ahí construyen sus bases de operaciones, en función de seis perfiles bien definidos.

Primero,el escritor multitasking, multimedia y multidisciplinario, preocupado por diversas ramas de estudio. Es el caso del nerd o del freaky de la tecnología, amante del animé, de la poesía, de la música y del cine a partes iguales. Cultiva diferentes géneros y practica la híbridez conceptual, con un gusto por la fusión gastronómica a lo Sumito. Un día comenta un libro, el otro desglosa la oferta defectuosa de un disco compacto. Sus post, en suma, desarrollan y articulan un discurso arborescente, aparentemente inconexo, de fuerte raigambre hipertextual.Sin duda, es una neoliteratura y una neoescritura(automática) a considerar.

Segundo, cabe destacar a la figura del novelista, del cuentista y del periodista 2.0, quien pretende barrer con la mesa y fundar un nuevo género, con los últimos adelantos de la tecnología a su disposición. Escribe deprisa, casi como reportero de la realidad, y gusta combinar la ficción con la no ficción, en la creencia de descubrir el agua tibia.Su imaginación desborda las fronteras de la objetividad y de la subjetividad, al precio de ahuyentar a la lectoría provisoria y autoexiliarse del mundo en el equivalente de una cabaña de cyber café, donde todos le aplauden y le celebran sus gracias. Por lo general, es intolerante a las críticas y se reserva el derecho de admisión en sus foros. Abomina del anonimato, sin reconocerle mérito para destapar ollas podridas. Su exilio, dice él, es voluntario porque nadie lo entiende , y seguramente dure, hasta cuando tire la toalla o sea reconocido por las “mejores editoriales del ramo”. En ambos casos, sería interesante hacer un inventario de cuantos blogs de literatura y afines, cierran por año en Venezuela o de cuantos trascienden la barrera infantil del tercer aniversario. Sea como sea, una cosa es segura: muchos escritores de novelas y cuentos por Internet, fallecen casi al nacer, por agotamiento y cansancio prematuro. Por eso, yo saludo a quienes siguen en la lucha a pesar de las adversidades del entorno. Paz a los restos de los colegas en vías de extinción.

Tercero, los retroprogres de izquierda y derecha. Son conservadores y puristas de la palabra. Publican muy de vez en cuando, y apenas salen de su zona de confort, para rendir homenajes, elevar estatuas, firmar notas necrológicas y redactar elegías pavosisímas en tributo de sus desaparecidos. Les encanta citar fuentes ajenas, y darse palmaditas de autoayuda en la espalda, al recomendar la lectura de tal artículo avalado por el sello de algún venerable. Su sueño reprimido es ocupar un lugar en la academia de la lengua, al lado de Rafael Arraíz Lucca, o codearse con los maestros del Techo de la Ballena. Son escritores con un peligroso complejo de edipo, incapaces de romper con las reglas de sus padres.

Cuarto, el rebelde con o sin causa. Es, como dirían los Salmoneros, un parricida por excelencia abocado a la siembra de la discordia, el desconcierto y el “panic show”. Dice tener un plan entre manos como el Guasón, y se burla a diestra y siniestra de sus congéneres. Sus días son misántropos, como los de Leonardo Henríquez, y sus chorros de baba huelen a envidias y vendettas personales. Grita sus verdades al mundo, le fascina administrar el recurso demagógico de la acusación en clave de denuncia, y no tiene límites para invocar o reformular los códigos de la crónica roja. Reinventa el amarillismo y el sensacionalismo a cada minuto. Es la fotocopia de Bin Laden en la literatura, y por consiguiente, capitaliza la tecnología a la mano en nombre de su cruzada moral. Como diría Baudrillard, es todo un fenómeno extremo de la posmodernidad por internet, amén de su ausencia de normas. Una excusa y una justificación para la censura.

Quinto, el escritor frustrado metido a editor. Arma un portal exclusivo para “big names” y notables de oposición, a costa de prescindir de un gentío. Se muestra restrictivo con la participación y considera el anonimato “un refugio para los cobardes y los pobres de espíritu”. Su mayor reto es conseguir un paquete de anunciantes y alcanzar el ansiado paraíso de la economía autosustentable. Está cuadrado con El Pen Club. Le hace la reverencia a Antonio López Ortega. Se cree la tapa del frasco. Añora editar su revista en físico. Es reaccionario de bola.

Sexto, el escritor de la bitácora viajera, desde el exilio. Publica testimonios a modo de diario, se siente más allá que de acá, y conjuga la mirada etnocéntrica con la óptica neoloconial del trotamundos corpoturístico. Está a un paso de Valentina Quintero.

En la esquina de enfrente, los apocalípticos enuncian sus sentencias lapidarias contra la red, en nombre del “valor simbólico” de la literatura impresa. Para sustentar sus teorías, esbozan un promedio de siete argumentos:

1) La red tiende a banalizar los contenidos. Le resta gravedad y solemnidad a la escritura( como si eso fuese culpabilidad exclusiva de Internet).

2) La red todavía tiene un alcance limitado( como si el papel impreso no lo tuviese).

3) Nadie aguanta la lectura de más de dos cuartillas en la pantalla de la computadora(Pamplinas).

4) Promueve el egocentrismo, la entropía, la competencia y la atomización del gremio(palabra cierta, aunque la fragmentación ya existía).

5) Desvirtúa el trabajo del corrector de estilo(buuuUUUU).

6) La sobreabundancia de potarles deviene en deslegitimación y devaluación.

7) Al carecer de filtros, impulsa la piratería en todo sentido. La piratería al escribir, al publicar y al editar. Su aspiración incluyente e inclusiva peca de paternalista, y desemboca en la complacencia posmoderna del todo vale, porque nada vale.

Por lo visto, los dos bandos se complementan en sus aciertos y en sus desatinos. Ergo, el futuro de la literatura reside en unificar ambos criterios, sabiendo distinguir el grano de la paja. Ni el uno ni el otro son la tierra prometida o el infierno. Forman parte del mismo caos y del mismo conflicto. Después de todo, el papel debe aprender a convivir con la pantalla en blanco, y viceversa. De su coexistencia pacifica o no, dependerá el mañana de la escritura. Igual sucederá, tarde o temprano, con el país, cuando asumamos el compromiso de bajar la guardia, como diría Lorena González, para estrecharnos la mano sincera con el otro, a quien tanto rechazamos y negamos. Es una tarea difícil, pero si me permiten el lugar común, no es imposible.

Para variar, no estaría mal que los escritores comencemos por dar el ejemplo, abriéndonos al diálogo con la alteridad, sin dejar de reconocer nuestras abismales diferencias.

Creo que es el mensaje más positivo que le puedo desear a panfletonegro y a Ficción Breve, en sus diez años.

Felicitaciones a Daniel, a Héctor, y a todos quienes, de una u otra forma, contribuyeron a consolidar sus proyectos.

La semana que viene, se los prometo, continúo con mi relato Zamorano, intentando cumplir con mi compromiso de escribir una novela negra por entregas, para el aniversario.

Muchos saludos, cariños y abrazos para todos, sin excepción.

A propósito del capítulo diez, me despido con la Renga. Espero que disfruten, tanto como yo, de su “Panic Show”. Atención porque estos Pibes son lo máximo. Son los Boca Juniors del Heavy Metal.

http://www.youtube.com/watch?v=sMMNuUadf_c

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