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Macuro: el apagón de la Villa del cine

Prepárense para la destrucción.Curiosas circunstancias nos mantuvieron alejados del cine venezolano.Durante un rato, preferimos ocultarnos en la retaguardia a la espera de tiempos mejores para la oferta criolla. Pero la situación lejos de cambiar para bien, empeoró.

Por eso, venimos de regreso a llenar, sin humildades de ningún tipo, un gran vacío en la crítica nacional, ante la compra venta del gremio y de cara a la autocensura del periodismo vernáculo. Es contigo, amiguito desesperado comprado por la publicidad de Juan Carlos Lossada. Es con nuestra fila de muertos de hambre de la red. Agarren su gallo muerto, sus migajas y métanselas por el bolsillo.

Mientras todos callan y silencian el descalabro estético de La Villa, nosotros procedemos a denunciarlo a los cuatro vientos, como una forma de anticipar la catástrofe anunciada ,como una manera de resistir a los embates de la uniformidad intelectual y como un ejercicio de prevención para futuras desgracias.

La quiebra de nuestro sistema audiovisual es un hecho irreversible y “Macuro” es apenas un síntoma de la peste. En Venezuela, la enfermedad se llama cine nacional. Bienvenidos a la sala de diagnóstico.

Es importante alertar al personal de la deriva apocalíptica a desarrollar a continuación, porque nada, absolutamente nada se salva de “Macuro”.

Es necesario golpearla duro y abajo, porque ella se gestó desde la complicidad con el poder y al servicio de la cultural oficial. Es urgente desenmascararla y pulverizarla para provocar la ira de Lorena Almarza. O al menos para sentar un precedente histórico en pro de su destitución.

Estimada, Lorena, no somos de oposición, no somos de la guarimba escualida, auspiciada por la NED. No somos del imperio.Pero tampoco somos estúpidos.En realidad, seguimos tomando nota y sacando conclusiones al margen de la ley. Al final, tu decides si prestarnos atención o no. En cualquier caso, algún día el veredicto de la justicia nos dará la razón. Escríbelo.

Así las cosas, “Macuro” llega a la cartelera en medio de la deserción general y el profundo escepticismo de la audiencia, tras los fracasos sucesivos de “1, 2, 3 Mujeres”, “Comando X” y “Bloques”, una trilogía de la bancarrota económica y creativa. Por menos, Lorena, ya yo hubiese renunciado o puesto el cargo a la orden, mi pana. Deja la arrogancia a un lado y comienza por reconocer el enorme fracaso de tu gestión.

*Pausa musical: yo escribo escuchando horrorcore. Al momento de redactar los párrafos anteriores, estuve oyendo lo siguiente por youtube:

http://www.youtube.com/watch?v=81uNpSrfeBU&feature=related

http://www.youtube.com/watch?v=SfU7IaE4PB4&feature=related

http://es.youtube.com/watch?v=KECdTfU94hU&feature=related

http://www.youtube.com/watch?v=7mC89rf6vtA&feature=related

Aclarado el punto, podemos continuar con la masacre. Ahora sí vamos por “Macuro” y su lista de incongruencias.

Primera contradicción, es un film de gente humilde y luchadora, hecho por una tropa de élite de la pequeña burguesía, cuyo trabajo se asocia al clan de nuestras agencias de publicidad. De allí proviene su director, Hernán Jabes, y la mayoría de sus fieles colaboradores.

Es muy sabroso predicar la revolución bajo el paraguas de la solvencia financiera. Así es la izquierda caviar: una ficción de progreso y adelanto, pero sin perder el más mínimo de los privilegios. De igual modo, resulta esclarecedor el origen social de los involucrados, en su relación directa con la empresa.

Según la mitología en boga, ellos creen redimirse, humanizarse y sensibilizarse en el contacto con la pobreza, en el rescate de las pequeñas gestas populares. En realidad, acaban por encarnar la misma hipocresía del banquero filantrópico. Es el cine en la era de la publicidad corporativa con responsabilidad social. Es la clásica trivialidad marxista de Hollywood aludida por Slavoj Zizek, a propósito del mensaje del director de “Titanic”: “su simpatía por los pobres esconde otra narración, el mito profundamente reaccionario de un joven acaudalado que experimenta una crisis personal y recupera su vigor tras un breve e íntimo contacto con la recia vida del pobre. La compasión por el menesteroso oculta su explotación vampírica”.

En consecuencia, se promueve un cine de guerrilla, en la tradición de “Postales de Leningrado”, pero con un presupuesto de unitario de lujo, postproducido en Buenos Aires. Hasta allí bajaron los creadores de la pieza para ajustar su engranaje. Vacaciones pagas en Argentina a costa del erario público y en honor a los mártires de “Macuro”.

Segunda contradicción reveladora del problema, nadie en la película habla como en Macuro. Nadie. Hay una señora gorda de Bienvenidos con acento exagerado de panadera de Margarita, al estilo de una empleada del “Reino de Musipán” en fase de parodia. Parece un chiste incomprensible de Miguel Ángel Landa. También figura un cura con voz de gallego. Luce como parte del show del hombre de las mil caras, Emilio Lovera. Tampoco pueden faltar las típicas salidas del vocabulario caraqueño malandroso, y la inverosímil presencia de algún coleado de la comunidad suramericana, queriendo pasar por local.

Ello me recuerda la inconsistencia etnocéntrica y neocolonial de la meca a la hora de retratar al tercer mundo, como ocurre en la última entrega de la serie Bond, cuando descienden a Bolivia para contener un golpe de estado de derecha.

Paradójicamente, la derecha estética no puede contener su trazo grueso al momento de recrear la alteridad y lo desconocido. Por ende, un bar de cholos adquiere, en 007, el perfil de una cantina mejicana de la frontera tex mex, al insólito compás de la música salsa.

Similar enfoque fashionista y chic a lo James Bond se deja colar entre las fachas, pintas y vestuarios prefabricados del colectivo protagónico de “Macuro”. Verbigracia, el imposible look del personaje de “Aeroplano”, el estereotipo del loco cuerdo del cine nacional en todo su esplendor glamoroso.

El caso “Aeroplano” es digno de atención y deconstrucción. “Aeroplano” carga un impecable sombrerito de “Aviador”, tipo vintage. Además calza unas boticas y unos pescadores, todo muy chic, todo muy combinado. A lo lejos, recuerda al Chavo del Ocho. Lamentablemente, su sentido del humor nunca nos simpatiza, por lo conservador y puritano. En efecto, “Macuro” lo aprovecha y lo explota para predicar dos discursos morales. Número uno, Aeroplano impide a una niña la consumación del acto sexual, en colaboración con el curita de la película.

En una secuencia abrumadoramente evangelizadora, el cura de la película sermonea a la niña a través de un credo patriarcal y católico, escuchado a la distancia por Aeroplano,quien aprende rápido la lección como el monaguillo de la iglesia. Después, la niña tiene un encuentro con su noviecito en la calle,a pocos metros de distancia del monaguillo aeroplano. Finalmente, el monaguillo procede a intervenir, cuando el noviecito “intenta abusar o sobrepasarse” con la niña. Colorín Colorado.

Número 2, Aeroplano muere al final al confrontar al novio de la niña, quien, aunque usted no lo crea, aparece disfrazado de policía hacia el desenlace, únicamente para asesinar al monaguillo y despertar la ira colectiva, en una de las escenas más arbitrarias, conductistas y manipuladoras de la película. La Pasión de Aeroplano. Ni hablar de su gama de tics y muecas para dar vida al personaje, pegándose en la cabeza a cada rato y abriendo y cerrando la boca. Una verdadera falta de respeto.

En resumen, aquí observamos y descubrimos la tercera contradicción: “Macuro” se quiere una película libertaria y revolucionaria, pero en el fondo es ortodoxa,pacata y mojigata como “Comando X”. Incluso más. De tal modo, el cine de la Villa vuelve a reforzar el articulado de la ley resorte, de la mordaza y de la Lopna roja rojita. De nuevo, la censura y la autocensura dominan el espacio de nuestra puesta en escena.

Al mismo tiempo, el personaje del cura se vende como un dechado de virtudes progresistas, como un modelo de la iglesia de avanzada en su opción por lo pobres, como un arquetipo de la teología de la liberación. Sin embargo, su proceder lo traiciona y lo revela como un vulgar torquemada de provincia, como un anticuado vehículo de la religión, y en definitiva, como un vocero de la limitada filosofía del gobierno en consonancia oportunista con nuestra tradición apostólica y romana.

El cristianismo de “Macuro” también se hace sentir en el personaje del protagonista: un líder mesiánico de utilería, destinado a guiar y a canalizar el flujo del descontento popular por la vía de la emancipación bolivariana, por la senda de los padres fundadores de la patria en su combate, a brazo partido, por los derechos de la república.

Al respecto, el protagonista es un buen esposo, mejor persona y una encarnación obvia del culto a la personalidad en boga. Su evolución dramática pasa por una toma de conciencia, un proceso de alumbramiento y un evento catalizador emplazado gratuitamente para justificar su transformación en el héroe de la partida, a semejanza del presidente.

Su imagen, naturalmente, contribuye a cimentar la mitología del proceso, desde el plano político hasta el estético. Para empezar, es un hombre, un macho en toda la regla, un cacique rodeado por caballeros de la misma especie y puras mujeres dóciles.

La única mujer fuerte es su esposa, porque ella cumple la misión de hacerle recuperar su hombría, de no dejarse pisar por el villano de la función. Para rematar, le gusta encadenarse en público y dárselas de Robin Hood.

Mientras tanto, en la otra esquina, surge el maluco de la aventura: un empresario negado a prestarle una planta eléctrica al victimizado pueblo de “Macuro”, iluminado con velitas. Por supuesto, el maluco se niega rotundamente ,y sin mayor justificación, a concederles el favor a los habitantes de “Macuro”, nada más porque él es maluco, nada más porque él es la representación sesgada y unidimensional del capitalista insensible, sin ningún tipo de matices. Es decir, una caricatura de Rico McPato, un señor rajuela carente de dimensión, un ícono chalbodiano con cabeza rapada y lentes oscuros, una siniestra recuperación de la galería satanizadora del cine en la era de Stalin.

Así, el villano de “Macuro” rememora el esquema binario de “Octubre” y de la filmografía de Eisentein. En aquella época, la idea era construir un retrato demonizador de los zares y sus aliados, con fines evangelizadores. Ahora el villano de “Macuro” resucita el mismo patrón maniqueo, para ilustrar el catecismo marxista de la propaganda oficial. Por ende, “Macuro” cimienta las bases de la actual polarización y la vigente parcialidad política, desde el enfoque del gobierno sobre la lucha de clases.

De ahí la posibilidad de leer a “Macuro” como una interpretación infantil, pedestre, publicitaria y videoclipera de “El Acorazado Potemkin”.

Los ricos son malos, nos oprimen y nos reprimen. Los buenos somos mayoría y tenemos razón de hacer embargos populares. “Macuro” es, a su modo, una apología de la política chavista de expropiaciones.

Vamos a socializar los recursos ,las materias primas y los medios de producción. Vamos a seguir el ejemplo de “Macuro”.

Por desgracia, la realidad de hoy es muy distinta a la mentira de pasado reconstruida por “Macuro”.

La revolución ha degenerado en una boliburguesía millonaria y monárquica, seducida por el vil metal, la corrupción de estado, el nepotismo a lo Cilia Flores y el turismo de lujo con dólares de Cadivi, para el regocijo de la generación oligárquica de Antonini Wilson.

La organización popular existe para instituir el pensamiento único y para contener la miseria con pañitos calientes.

Y para colmo de males, Venezuela entera se ha convertido en una suerte de “Macuro” a escala nacional, gracias a los apagones generales por cortesía de nuestro ineficiente sistema eléctrico. No en balde, conozco un caso curioso y patético de un pana quien fue a ver “Macuro” y tuvo que salirse de la sala porque hubo un apagón en la ciudad. En eso, desafortunadamente, es en lo único en que “Macuro” se parece a la realidad de la revolución bolivariana.

El resto son pamplinas, adulteraciones y distorsiones propias de un arte subyugado y doblegado, de un arte condenado a adquirir los visos de una operación ideológica, con ínfulas de reconstrucción histórica. Es el rescate del vano ayer en forma de lavado de cerebros. Ni más, ni menos que un adoctrinamiento para las masas, abonando el terreno para el cultivo de la semilla vitalicia germinada por el ejecutivo.

Yo lo bautizo “el cine de la enmienda”. Un efecto boomerang condenado al fracaso. Su nula resonancia y su escasa repercusión en taquilla son más que un referéndum. El público nacional ya voto, a su manera, en las urnas del box office.

Los resultados saltan a la vista, señor presidente.Le recomiendo leerlos como una proyección de su inminente derrota en las próximas elecciones. No se deje engañar por numeritos falsos. Hasta su propia gente lo va a sepultar en los comicios del año entrante. No sea usted, la última quiebra anunciada de la Villa del Cine. Se lo recomiendo de pana.

El síndrome “Macuro” es directamente proporcional a la escasa emoción despertada por la recolección de firmas para la tercera reelección del Teniente Coronel.Dos eventos y dos fenómenos paralelos con finales idénticos.El que tenga ojos que vea la pobreza conceptual de nuestro nuevo realismo social chapado a la antigua forma de los bolcheviques, en procura de la negación y la domesticación de la disidencia.

Y en el próximo y último capítulo decembrino de esta saga: “A Mi Me Gusta”.

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