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El Caballero de la Noche: el terrorismo encapotado

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Cuatro fantasmas recorren el laberinto de “El Caballero de la Noche”:el 11 de septiembre, el ocaso de los ídolos posmodernos, el darwinismo social y el espíritu burlón de Heath Ledger en la fase superior de Danny Day Lewis para “Petróleo Sangriento”.Juntos y revueltos incorporan la forma y el fondo de un brutal manifiesto terrorista.A continuación, procederemos a desglosarlo y a detonarlo para ustedes.

Para empezar, vamos a desactivar el contenido explosivo de “Dark Night”, antes de comprender su relación con la caída de las dos torres. En principio, el guión de la cinta se basa en la historieta gráfica “The Killing Joke”, firmada por el punketo británico Alan Moore, luego de concebir la trama anarquista de “V de Vendetta” en 1982.

Por ende, el libreto de la secuela recupera la oscuridad metafísica de “La Broma Asesina”, para moldear la personalidad esquizofrénica del guasón, con la idea de transformarlo en un arquetipo del extremismo hiperviolento de nuestros días a la usanza del protagonista cool de “La Naranja Mecánica”.

 

The Joker goza, entonces, sembrando el miedo a través de técnicas heredadas de la guerrilla globalizada: videos de tortura registrados con cámaras portátiles, secuestro de rehenes civiles, atentados a objetivos políticos y urbanos del mundo occidental, en una caricatura perversa del accionar de figuras como Bin Laden.

 

Oportuna y trágicamente, semejante furia iconoclasta resulta interpretada por el actor más rompedor de su generación, cuya endemoniada naturalización del personaje lo lleva al punto de ser poseído por él, hasta acabar “implosionando” dentro y fuera de la pantalla, cual actor kamikaze. Paz a sus restos. 

Por último queda por descubrir el propósito de las voladuras del villano, al margen de los fuegos de artificio. En realidad, su maquiavélico plan persigue derruir la fachada de bondad absoluta vendida por Ciudad Gótica para ser amparada por sus líderes.A tal efecto, el rufián provocará la caída moral de Harvey Dent, al reducirlo a los escombros de un hombre doble cara, símbolo de la hipocresía institucional.

 

Para subrayar el mensaje, Two Faces cargará una moneda con la cual se jugará el destino de sus víctimas, como en un casino. Clara metáfora de la crueldad mercantilista del azar y de los limites éticos de la libertad de elección.

Irónicamente, se le utilizará después de muerto para seguir difundiendo la imagen heroica de los agentes del orden. De ahí las comparaciones con el clásico western, “The Man Who Shot Liberty Valance”.Por eso, el “Caballero de la Noche” puede leerse como un tratado sobre la corrupción, en un espacio film noir gobernado por la mafia y el egoísmo corporativo.

 

En resumen, una desoladora pesadilla expresionista y goyesca saldada con un desenlace esperanzador, impuesto por compromiso, aunque incapaz de aminorar el impacto de la paleta sombría de Christopher Nolan.

 

 

 

 

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