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Hancock o el primer mundo al revés

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La comparación es tan obvia que resulta insultante. Es tan obvia, que dan ganas de propinarle una paliza al compañero de butaca. »Hancock», la versión cinematográfica de la lucha por la conquista de las primarias del Partido Demócrata, genera lágrimas negras. Negras, idénticas al protagonista. Idénticas a Obama, el hombre que pactó con la lejía. También produce muecas rubias. Rubias, idénticas a la coprotagonista. Idénticas a nuestra nunca bien ponderada Hillary Clinton.

El argumento de la película: un negraca alcohólico, pordiosero, que no sabe utilizar sus superpoderes, parece salido de la cabeza de un demócrata con ademanes sociatas. Un argumento tan cursi que sólo un rojito del primer mundo puede crear. El negraca, domesticado por la perspicacia del blanco bueno, cambia su ropa, su aspecto sureñomississippitomsawyer, por un traje de cuero a lo Villa People. Y a salvar el mundo, que ya estás tardando. ¡Copón!

Estados Unidos necesita al negraca. Pero él debe cambiar. Adoptar aptitudes blancas. Padecer amnesia. Dejar el bourbon y el blues. Empezar a actuar. Los negracas pueden ser patriotas. Sí señor. Hay que cerrar viejas heridas, viejos actos racistas. Los negracas ya forman parte de América.

Resulta curioso: muchos antiyanquis apoyan a Obama. No sé por qué lo hacen. Obama es el revulsivo que necesita Estados Unidos. Si gana, el axioma de que el poder yanqui sólo es para los WASP, se va a la mierda. ¿Y qué dirán los rojitos de Europa, de Sudamérica, los rojitos de Occidente cuando el presidente moreno aplique mano dura a, por ejemplo, Irán? Otra decepción para sus corazones.

La película dibuja un panorama político tan mazorca de maíz+pollo frito+Coca Cola XXL que provoca sacar el látigo y volver a repartir. La película (salvo los torpes actos heroicos que, si estás fumado, producen risa) es mala. Obatala, muy mala. Las escenas de Obama y Hillary rozan la vulgaridad de las telenovelas. El guionista, sin duda, se exprimió la mollera. Pobrico, es un hombre que vive intensamente el liderazgo posible, el que vendrá: un gitano en España; un moro en Francia; un albanés en Italia; un judío en Alemania; un paquistaní en Inglaterra; un africano en Holanda.

El primer mundo al revés, o sea: feliz, justo y, por supuesto, multicolor.

¡Apaga y vámonos!

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