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Relaciones sociales: ¿de poder, control o de plenitud?

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Cuan complejo es ser genuino en estos tiempos. Si la persona es espontánea puede tildársele de poco elegante o farrota. Si somete, su actuación al respeto del comentario general probablemente se produzca, en el ser interno, una sensación de desasosiego en la dificultad de ser natural.

El juego energético de adaptación y la forma como socializamos es un asunto vital para muchos. Lo cierto es que extenúa dejar el exquisito mundo interno, repleto del placer de estar a sus anchas por ser quien se quiere ser, para salir al afuera con esa misma sensación de seguridad y no perderse en el contacto con otro. Fácil, definitivamente, no es.
Quizás se escuchen los comentarios de seres más relajados que ante la descripción de estos hechos desprecien esta disertación por fútil. Y puede que otros renieguen de estos pareceres considerándolos pusilánimes. No son para ellos estas líneas. Intento exponer la urgencia que siente la personalidad individualista y auténtica de no descuidar el espacio interior alcanzado, con tanto esfuerzo, cuando se inicia el giro relacional externo, y encontrar la línea (¿existe?) que separa los estados de plenitud, en la relación, de los encuentros de poder y control para responder si aquellos son posibles o no.


A mi entender las relaciones de poder se propagan en las zonas donde ambos sectores (o personas de la relación) no se sienten, internamente, en igualdad de condiciones a los otros. Esto es importante ya que por millones de razones, que no viene al caso comentar, puede manifestarse desde la crianza de los hijos la idea de no sentirse igual al otro. Son juegos sicológicos incrustados en las psiques sociales desde tiempos tan remotos que dificulta encontrársele originales significados. Lo relevante es que se adviene del seno familiar con una idea vaga de quiénes somos y de nuestra presencia en el mundo, para luego comprobar en lo social, que tan equivocada o correcta es esa apreciación.
Soy de la creencia de que todos los humanos somos esencialmente iguales. En lo externo hay muchas divergencias, sin embargo, hay algo común a todos; algunos lo llaman espíritu, otros alma y en definitiva es la esencia de vida reinando en cada quien. Es un no se que sin distinción de raza o clase social: hálito de vida que sustenta y mantiene a lo humano en el continuo quehacer existencial. El nombre con el que lo designo es “el Ser”. Pero darle adjetivo no es relevante otorgarle significancia, si.
La persona, con una idea más bien vaga de quién es, enfrenta al mundo social que en definitiva la modela. Es imposible afirmar lo contrario y más difícil permanecer en comportamientos rectos cuando estamos fuertemente apuntando hacia el mundo exterior. Una continua aceptación o rechazo de la conducta personal empuja a las formas de proceder. No quiero alejarme del punto central de esta conversación fijándome en aspectos como la moda, los últimos estilos y su influencia en las masas, pero es necesario mencionarlo. Un sin numero de reglas silenciosas van indicando por donde ¿debe seguir la humanidad? y si bien se es libre para escoger seguirlas o no ambas decisiones tienen un costo o valor que se paga: aceptación y reconocimiento si te comportas según las pautas de conducta y rechazo si no.
Las relaciones de poder comienzan en la dificultad de considerarse igual. Cuando el humano, en su fuero íntimo, concibe a los otros como superiores o inferiores y se relaciona desde cualquiera de esas creencias inicia, entonces, lo que llamo juegos de poder. Si se siente inferior, los otros  se convertirán en quienes comanden sus acciones, palabras y sentires. Será una persona externamente dirigida. Sin poder para accionar, decidir o pensar por cuenta propia. Estos retozos, siempre correlativos, obligan a encontrarse a los que se sienten inferiores con los autoritarios que se consideran superiores. Si es este es el caso sus relaciones estarán invadidas de órdenes, dictadas a diestra y siniestra, para decirle al otro como debe expresarse, actuar o sentir. Sus encuentros serán de dominio y autoridad. Este grupo también se encuentra externamente vinculado pero, esta vez, desde el mando: los que se sienten inferiores serán los controlados y los que se conciben superiores los controladores. Estas relaciones de control son consecuencia de las de poder y hacen del otro una marioneta que será manipulada por gestos, caras de rabia, dolor o crítica. A través de las relaciones de poder y control, ambos grupos se sienten influenciados e influenciadores. Se juega a tener liderazgo, llamar la atención y hacer partícipes a los otros de esa etiqueta. Todo esto ocurre de forma muy sutil, sólo perceptible a la mirada suspicaz o reflexiva y dentro de amenas conversaciones, tragos o narraciones. En otras oportunidades sucede que la persona que se siente inferior asume actitudes falsas de seguridad (máscaras) y utiliza estos mecanismos para (creer que puede) equilibrar su fuero interno. Pero como diría mi abuelita: «Dime de lo que alardeas y te diré de lo que careces»
Cuando se va al juego social con estas actitudes internas podría ocurrir de todo (como en efecto sucede). Sociedades enteras viviendo situaciones de falsedad creyéndolas reales. Y es así como las relaciones sociales se convierten en espacios donde se descargan mentiras (con caretas de verdad) y desde allí hay pretensión de alcanzar amistades, noviazgos, relaciones perdurables y hasta matrimonios.
Las relaciones que entablamos dependen de un sin número de circunstancias para ser plenas. Lo importante sería comprender ¿qué es lo que motiva a estar con otro? Las respuestas pueden ser miles, todas válidas y algunas veces repetitivas en circunstancias similares: para algunos sería la necesidad de no estar solos, la posibilidad de crear contactos y referencias sociales a fin de subir escaños; algunos buscan compañía; otros pareja; y algunos más, gratas conversaciones. En fin el ser humano es gregario. Por eso es casi imposible, para algunos, estar completamente solos y sentirse plenos. Por supuesto (siempre) aparecen las dignas excepciones: personas que aman mucho más la soledad que la compañía, algunos que les gusta en pequeñas dosis para cumplir objetivos específicos y los terceros que se aferran a ella por miedo a resultar nuevamente heridos en su contacto con los otros. Ahora bien, la soledad asertivamente asumida, conduce a espacios de plenitud y seguridad interna. Una experiencia de este tipo y eficaz convierte al ser humano en un individuo íntegro y consecuente con su propio bienestar, asunto de veras importante en estos tiempos. La experiencia del ser en soledad obliga al individuo a sentirse a sus anchas, aceptar su condición más natural y autentica otorgándole una mirada sabia, madura y un aroma de identidad. Si esta experiencia no se vive a plenitud, se rechaza o alarga en el tiempo (por temor) la misma se muere en valía y comienza a ser perjudicial. Cada quien conoce el propio e íntimo termómetro que le muestra la temperatura de cuando ésta ha dejado de ser benigna. El paso de una extrema y plena experiencia del ser en soledad a una convivencia social íntegra exige mucha audacia y conciencia; una comprensión muy clara de quién se es, lo que se quiere y se siente en ese momento de vida. Suelen surgir los temores: es natural sentirse a sus anchas en todo momento y esta deliciosa sensación podría peligrar en el contacto con los otros. Para evitarlo hay que volverse persona atenta al sentir y a los movimientos externos. Convendrá disminuir lo amplio de la sensación (de sentirse a sus anchas) sólo para que los otros se experimenten de igual modo . Pero ¡atención!: esto no significa eliminar ni destruir la sensación de plenitud a fin de poder estar con el otro. Esto sería un error. Si  ocurre se habrá perdido el útil aprendizaje de una experiencia del ser en soledad-benéfica. Los malabarismos de estar con los otros desde la plenitud del ser pueden originar grados de angustia y desasosiego que son típicos de los procesos de cambio profundo. Paciencia. Calma. Relajarse. Un respirar continuo y hacer profundas revisiones sería lo conveniente en el accionar.
Según mi entender las relaciones no tienen nada que ver con el ego, aún cuando éste sea de práctica diaria. Todo lazo que empiece y termine en el ego, aplauso o el reconocimiento tiene que ver más con el afuera que con la delicia de reconocerse pleno y feliz consigo y con los otros. También, hay que hacer notar que no todos los encuentros son plenos o benignos. La mayoría de las veces se viven, en las relaciones, guerras fraticidas de corto o mediano alcance, que sumadas vuelven la propia vida una continúa refriega. Y lo que quiero destacar en esta plática es la oportunidad de transformar esas luchas subterráneas, sacándolas a la luz, en vivencias plenas de conciencia lo que, de forma misteriosa, transforma el nexo en un asunto diferente.
Considero que la capacidad de relacionarse con los otros desde lo mejor de cada quien es un arte que algunos manejan con mucha destreza. Otros se muestran exageradamente torpes. Entre ambos extremos hay un sin número de grises pertenecientes a los que están en camino de lograr relaciones más o menos plenas. Considero viable y posible la experiencia del ser a plenitud con el otro. A través de una observación profunda y reflexiva he notado casos vivos y fehacientes de relaciones sociales manifestadas desde lo mejor de cada quien, la mayor cantidad de tiempo posible y mostrando bastantes encuentros veraces y positivos. Claro que esta medición sería más bien personal, privada. Cada quien tiene su forma de designar un encuentro grato. Y son estos espacios que reunidos forjan lo que he dado por nombrar la construcción del «ser social». Pero de esto les hablaré en otra ocasión.
Por último, las sensaciones de libertad e igualdad no se aplican desde afuera, tampoco por decreto ni en urgencias por cumplir planes de envergadura nacional. La evolución no se impone. Ella surge en el terreno propicio de la tierra abonada y en clima benigno. Algunos gobiernos latinoamericanos deberían saber más sobre los misterios evolutivos de la vida y sus consecuencias que de sus egos, el cumplimiento de metas o el logro de un sitio aplaudido en el escenario mundial. Las posiciones avinagradas que observamos actualmente hablan de un tiempo no-propicio que se está usando para acelerar la evolución desde un «ego» desencadenado. Así no suele funcionar la metamorfosis.
Hace rato que se hizo noche. Pero la oscuridad nunca es total. Es hora de encender todas las luces.
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El Confesionario está de fiesta en Enero. Cumplimos cuatro años… ¡Increíble!… Tiempo repleto de enseñanzas,  cosas buenas y no tanto. Siempre aprendiendo sobre quiénes somos y en lo que queremos convertirnos. Gracias a la Editorial de Panfletonegro por permitirnos estar acá con lo adverso de los últimos tiempos. Este espacio siempre será la muestra de lo que hace la vida cuando una se entrega a ella y le permite guiar el rumbo. Gracias… ;)

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