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Reflexiones sobre el actuar político del venezolano en el 2006

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Por Yadelcy Hamber Machado
Primera entrega
I
Cierro el periódico con un suspiro. Lo dejo en la cama obligándolo a formar parte del ovillo de sabanas y almohadas. Me dirijo al ventanal. Observo la hora en el Edificio de La Previsora y deslizo la mirada por la Torre Polar, mientras disfruto del sol cosquilleando mi cara. Como siempre la mirada se desliza por el grupo de casas de ladrillo que emergen, como lava encendida de volcán, del conglomerado de edificios que lo rodean. Desde hace días una idea recorre mi mente sin parar. Trato de esquivarla: persistente se detiene ante mí con actitud desafiante; buscando respuestas. Supuestamente el tema político no me apasiona y esto no es por indiferencia, Venezuela me sigue doliendo; es más porque la política, hasta ahora, ha significado juegos de poder y control económico que alguna otra cosa significativa, incluso hoy día cuando se alzan supuestas banderas ideológicas. Por otro lado, la insistente pregunta no se aleja ni por un momento y exige respuesta. De nuevo en la habitación y con el control de la televisión en mano busco algo que valga la pena ver. Nada. Fastidiada la vuelvo a apagar. Miro hacia la izquierda donde, sin miramientos, la pregunta se cuela en el espejo y me cuestiona: ¿Qué piensas de la actuación política del venezolano? Asombrada, y más allá de lo posible, comprendo que nada detendrá el fluir de cuestionamientos. A escribir. Lo demanda el momento: me dirijo al escritorio y frente a la hoja en blanco de la computadora intento canalizar preguntas con respuestas. Este bullicio de los nuevos tiempos, pintado de patria bonita y socialismo del siglo XXI ¿es una actuación de la venezolanidad concreta, actual y creíble?:

II
De inicio no podría (aunque quisiera) dejar de lado el análisis del culto a la heroicidad como la médula de algo muy actual. Recuerdo que asimilé a Bolívar hasta mi último año de bachillerato. Después de eso, mi vida y estudios tomaron rumbo ajeno a esta tendencia: nada relacionado con la lectura o doctrina bolivariana. Y en ese sentido se perdió la necesidad del culto al héroe y menos hacer loas de una leyenda. Esto explica la sorpresa de ver un gran porcentaje de la población anclada en lo que considero un misterio pero que lo vive, con una intensidad que deja perplejos a los que no sienten ese arrebato bolivariano y patriótico. Jamás podría negar las virtudes de la gesta emancipadora de Bolívar. Su encomiable labor sólo reconocible en un hombre fuerte y capaz. Ilustrado y brillante. Tenaz y valiente estratega. Muy versado, fuerte y audaz Libertador que entregó su vida por la patria. Pero hasta allí. No lo considero mi padre ni mi héroe personal. Menos lo distingo como único detentador de las respuestas a las inquietudes, que el amor a la patria, generan actualmente. Muchos filósofos y científicos políticos contemporáneos poseen el mismo valor o más para ser admirados y tomadas en cuenta sus propuestas.
De seguro esto ubica mi opinión en un sitial peligroso y profano ante el actual historicismo político casi fanático. Esto es un atavismo disfrazado de ideario político para crear la patria grande de Bolívar. El Historicismo es una filosofía que pone la ¢predicción histórica¢ como su fin único y que es alcanzable por medio del descubrimiento de los ¢modelos leyes¢ o tendencias que yacen bajo la evolución histórica. Esta ideología ha concebido que el ideario bolivariano es la condición necesaria para la interpretación, predicción o la realización de nuestra historia política y moral. Sus bases son: 1) Que lo que dijo Bolívar es lo que tiene y debe hacerse; 2) Que todo lo que hay que hacer y debe hacerse (política y moralmente) está dentro del ideario de Bolívar y 3) Que tenemos que ser fieles y responder por él y ante él[1]. Esta obligación represada en el historicismo patriótico bolivariano ¿no parece más una carga que una invitación? Retomar siempre el ideario de Bolívar como las soluciones propuestas a los problemas actuales ¿no expresa, más bien, pereza intelectual en la búsqueda de innovaciones y disfraza ese fastidio con un patriotismo que se aferra a una historia inequívoca? Por ejemplo el valor libertad de la época de Bolívar, ni remotamente se asemeja a la necesidad de franqueza que este valor muestra en la actualidad. Avanzar significa asumir el riesgo de hacer lo verdaderamente nuevo. No se asemeja a la idea de repetir consignas pasadas respaldadas en una doctrina que no ofrece nada nuevo a la actual venezolanidad. Dejar atrás el pasado y hacerlo de veras obliga a innovar respuestas; crear objetivos nuevos para las recientes inquietudes o problemas sociales, y si esto es un ansia no se nota presente en buena parte de la actuación política del venezolano actual. Se observa una dificultad exagerada para crear propuestas que no tengan ninguna base en el pasado.
Continuará…


[1] CASTRO LEIVA, Luis (1987) De la patria boba a la teología política bolivariana. Monte Ávila Editores. Caracas. P.: 122 y siguientes.
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