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¿Crónica de un fraude anunciado?

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Es más que evidente que la rectora del controvertido Consejo Nacional Electoral (CNE) tiene cada vez menos interés en respetar los atributos universales que todo árbitro debería tener. Tibisay Lucena ya ni se preocupa o esfuerza por guardar mínimas apariencias que denoten algo de imparcialidad.

Durante 16 años de chavomadurismo nos ha repetido hasta el cansancio su mantra de logros, sin dejar por fuera la importancia de la “democracia participativa y protagónica” de Venezuela. Sin previo aviso y a petición de la Asamblea Nacional, el CNE aprobó la anulación del sufragio popular directo de las elecciones al Parlamento Latinoamericano (Parlatino) contradiciendo así no solo su propia retórica, sino principios y derechos constitucionales (art. 6 y 62) y muchas otras disposiciones legales (Ley Orgánica del Poder Electoral, art. 3, 4 y 33 ordinal 22; Ley Orgánica de Procesos Electorales, art. 41, 124, 128; Reglamento General de la Ley Orgánica de Procesos Electorales, art. 2 y 12).

¿Cómo no va a representar este acto un monumental retroceso y una flagrante violación a los derechos y principios constitucionales? Sin ir muy lejos está ya en el recuerdo de cuando los venezolanos vivimos esos tres periodos consecutivos ejerciendo nuestros derechos. En ese período se escogían los diputados del Parlatino por votación directa y democrática.

Esta maniobra política busca principalmente neutralizar o sacar de la batalla electoral a nada más y nada menos que a 100.495 electores que se encuentran en el extranjero. Para ser más gráfico es la misma cantidad de gente que dejarían repletos 4 estadios olímpicos de la Universidad Central de Venezuela. Esto tiene una razón de ser: la gran mayoría de estos votantes adversa al gobierno de turno. Si bien el chavomadurismo no sabe cómo sumar seguidores a su causa en este preciso momento, demuestra por otro lado que sí sabe restarle simpatizantes a su oposición.

No es la primera vez que el gobierno juega a restarle a la oposición. Basta recordar las expropiaciones de los tarjetones electorales de los partidos Patria para Todos y Podemos cuando decidieron adversar el proyecto político de Hugo Chávez o el cierre de embajadas claves, el gerrymandering, las inhabilitaciones “administrativas”, entre otras graves irregularidades.

La maniobra chavista pretende –eliminando el voto popular directo al Parlatino- evitar la tradicional totalización de votos en estos comicios de 2015.  Es decir que si el chavomadurismo sufre una derrota electoral, ésta no podrá simular -por ninguna razón-, el resultado de un eventual plebiscito.

La estrategia del gobierno madurista para desmovilizar y desmotivar a la oposición con respecto a los próximos comicios electorales es descarada. Busca crear la matriz de opinión “dictadura no sale con votos”. No es casualidad que Nicolás Maduro haya asegurado en tono “jocoso” que “no se van a dejar quitar la revolución (…) en un supuesto negado, negadísimo, anulado, rechazado y cancelado y transmutado de que la Asamblea Nacional (AN) cayera en manos [de la Mesa de la Unidad Democrática]” (Diario las Americas, América Latina 23 de Junio de 2015).

Todos sabemos que hay un gran sector de la oposición que no confía en el órgano electoral, que incluso “odia” a Tibisay Lucena por “legitimar fraudes electorales”, por no permitir revisar los cuadernos electorales o simplemente por su conocida frase “tendencia irreversible”. Asimismo ese sector critica a la Mesa de la Unidad Democrática por supuestamente legitimar al régimen.

Y mientras tanto Henrique Capriles, líder del otro sector de la oposición, asegura que esta vez cuenta con una mayoría abrumadora y que sí se puede salir de este gobierno por la vía democrática. Capriles ha repetido innumerables veces que el país ya no está dividido en partes iguales y que la victoria tiene que ser contundente para que se materialice. Es decir que según el gobernador de Miranda “una elección en Venezuela donde usted gane por poco, no se la van a dar” (Newsweek, 23 de Junio de 2015).

El gobierno chavomadurista tiene la hegemonía comunicacional, los recursos del Estado, las instituciones públicas a su favor (árbitro electoral incluido), varios líderes políticos presos, la solidaridad “ideológica” automática de otros gobiernos, las fuerzas armadas, entre otras cosas no menos importantes. Y sin embargo nunca ha habido para los opositores un mejor momento para participar protagónicamente en una contienda electoral.

Ante estos sucesos jurídicos y políticos, la oposición no puede pecar por ingenua o por triunfalista. El gobierno ya les empezó a restar votos y oportunidades con la complicidad del CNE y es muy posible que ocurra de igual manera con el Tribunal Supremo de Justicia. Hechos que al sumarse podrían desdibujar cualquier contundencia en el escrutinio final.

Por último, si la Mesa de la Unidad Democrática no logra observadores o acompañantes neutrales e independientes para estas elecciones parlamentarias, si es incapaz de fijar criterios sobre los cuadernos de votación a la hora de una contraloría o de estimular el voto de los que no confían en el órgano electoral, así como tampoco capitaliza el descontento del sector “ni-ni” (ni chavomadurista, ni opositor), entre otros aspectos, entonces es legítimo dudar que estemos en una situación distinta a las elecciones presidenciales del 14 de abril de 2013.

 

3 Comentarios

  1. Me sorprende la pasividad y el triunfalismo de la MUD. Dejándose robar votos sin empezar la elección. Los chaviztas apoyando ahora la democracia representativa, después hablar maravillas de la democracia participativa y protagónica, que sinveguenzas!!!. No se sorprendan escuchar o ver ilegalidades descaradas o arbitrariedades legitimadas por las instituciones del Estado en estos días. Ya vimos las inhabilitaciones a candidatos y a población electoral en el extranjero. Qué más quiere la MUD?

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