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Pim Pam Pum: La Multiplicidad Narrativa de Caracas

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Caracas Sangrante (1995), de Nelson Garrido.

Pim Pam Pum: La Multiplicidad Narrativa de Caracas


I

Llegué tarde a la discusión, lo sé. Preferí huir con cobardía a todo el debate que se generó en su momento a partir del artículo de Rodrigo Blanco Calderón, Recuerdos de 1999. A propósito de Pin Pan Pun y Alejandro Rebolledo en Prodavinci, que sentarme a redactar una opinión propia frente a la temática en cuestión. Soy sólo modesto en cuanto a mis capacidades argumentativas. Una breve conversación con Araya, conocida de la Escuela de Letras, me inspiró a dedicar algunas palabras a este debate.

Existe de antemano un consenso en común que gira alrededor de Pim Pam Pum, la novela de Alejandro Rebolledo, y es que sin lugar a duda, es una mala novela. Poco interesante, de personajes cuya profundidad es risible, y de un desarrollo narrativo, oral, lingüístico pobre; en eso concuerdan, en su mayoría, defensores y detractores de la novela. Rebolledo sufre (O goza) además de un estilo literario poco pulido, repleto de aforismos inconclusos, y de bajo valor estético. En todo caso, leer Pim Pam Pum se asemeja a escuchar el Hardcore Punk crudo de Black Flag y GG Allin. El Punk es, objetivamente, un mal género musical; pero es que el valor de este no reside, precisamente, en tratar de hacer buena música. Lo mismo ocurre con Pim Pam Pum.

Está de sobra discutir si la obra de Rebolledo la encontraremos en los anales de la historia literaria venezolana: La respuesta es evidente. Lo que sí es temática de discusión –y que es, a mi juicio, lo más interesante de este asunto– es el debate secundario y reciente en torno a la obra. Un poco como el debate entre Jürgen Habermas y Michel Foucault acerca de la naturaleza del poder; un debate que, realmente, se origina a partir de sus defensores y detractores y no del diálogo sincero entre los autores, el cual ya se hace imposible en este caso.

II

Quien guste de la buena literatura difícilmente podría estar en desacuerdo con algunos de los argumentos claves de Rodrigo Blanco Calderón. No existe en su artículo, o en aquel de Eduardo Febres, Rebolledo dividió al país, ni en aquel de mi muy querido amigo José Ignacio Calderón, Que no sea marico nadie, discusión alguna sobre el valor literario de Pim Pam Pum. Parece ser una novela indefendible desde el punto de vista de la producción literaria.

Ahora, el artículo de Blanco Calderón hacía referencia, principalmente, a los engranajes mercadotécnicos que le dieron a Pim Pam Pum y Rebolledo su lugar en el imaginario colectivo de la juventud caraqueña.  Valiéndose de la «(…) maquinaria publicitaria» del periódico Urbe y su editorial, Rebolledo publicaría una novela producto de su época, el zeitgeist post-punk, materializado, de la Generación X y de la Caracas sangrante de Garrido, a la cual le debería su portada en la re-edición del 2010 de la novela.

Dejando un poco de lado la mitología en torno a Rebolledo –épica o no–, el argumento de Blanco Calderón parece ignorar que los mecanismos publicitarios de toda la onda de la élite cool caraqueña poco se distancian de aquellos de la alta cultura afrancesada que, de manera consciente o inconsciente, parece defender. Habríamos de preguntarnos si la academia no conforma también una maquinaria publicitaria, o un medio de producción y reproducción de determinados valores, patrones, o estéticas, al servicio de equis intereses. Una farándula legitimada que decide qué es arte, el buen gusto y lo bello. Llama a la atención, por cierto, que Gisela Kozak Rovero sea una de las primeras personas que comente el artículo de Blanco Calderón.

Existe una brecha, por supuesto, en la calidad de la producción literaria como obra, como arte, entre la obra de Stendhal, Le rouge et le noir, o la gran Comédie humaine de Honoré de Balzac, y Pim Pam Pum de Rebolledo. Es un sacrilegio siquiera al sentido común el situar a Rebolledo en el olimpo de la literatura nacional; horror de mi parte sentarlo además frente a Stendhal o Balzac, quienes realizaron un justo y divino retrato la sociedad aburguesada de su época. Pero allí se nos presenta un nudo crítico, y es que ¿No es Pim Pam Pum también una inspección, aunque vulgar, clasista y mediocre, de una Caracas también aburguesada sobre la que no existe, y no puede existir una única narrativa?

III

Yo creo que la novela de Rebolledo terminará posicionándose como lo que él quiso: Como una mentada de madre al stablishment de la literatura académica, sí, erigida desde el kitsch literario y el boom comercial. Obra de encargo o no, Pim Pam Pum colinda y entra en conflicto con algunas narrativas épicas existentes en torno a Caracas y su gente. Enfada y ofende por igual al Chavismo que aspira el eterno retorno del Oeste popular, como a la Oposición ensimismada que, al igual que Rebolledo, vivió la opulencia de la blanquitud moderna, occidental, y grotesca del Este caraqueño.

No todo buen arte es violencia, ni toda violencia genera buen arte, y ciertamente, Pim Pam Pum fracasa en ambos sentidos. Pero lo indiscutible es que la obra se sitúa a sí misma –Aun careciendo de autoconciencia, y bien lo afirma Blanco Calderón– como una transgresión a las añoranzas de un Este heroico que nunca fue tal. La deconstrucción de las narrativas positivas que, a través de los años, había generado una élite intelectual, y que, con el tiempo, se convirtieron en la metanarrativa de la high-class capitalina en torno al resto del país. La Venezuela de la sociedad civil, de la ciudadanía, y del whisky caro también.

Y es que allí está el valor, a mi juicio, no literario, ni afectivo, ni estético, sino artístico de Pim Pam Pum: Ser la reproducción negativa de los valores aburguesados de la pose contracultural caraqueña; la cultura pop, encarnada. Un relato acerca de los desmadres y las acabaderas de trapos de un conjunto de carajitos privilegiados que vivieron la Caracas underground de los 90’s a su manera, que fue el nihilismo del sifripunkeo distroi de Los Palos Grandes y Bello Monte. Y un retrato además de una Caracas que no podía existir sin la resaca de las borracheras de plaza pública de ese mismo Este político caraqueño. Como lo decía Eduardo Febres en su artículo: «(…) No hay por qué esperar que la literatura del chavismo la hagan escritores de eso que llamamos Izquierda«.

Si incomodó, molestó, y ofendió tanto la discusión reciente en torno a Rebolledo es, creo yo, no porque sea una literatura que ignore –Ahora sí de forma consciente– las vivencias y subjetividades de los sectores más vulnerables de la población caraqueña. Tampoco la molestia surge a partir de las ínfulas de faranduleo o la nostalgia de quienes conocieron o no a Rebolledo, como lo afirman a su manera Rodrigo Blanco Calderón y Eduardo Febres. La molestia se trata, por una parte, de una discusión en torno a un libro tan odioso de leer como lo es Pim Pam Pum, y por otra parte, por ser una obra que desafía la tradición interpretativa de una ciudad tan compleja como lo es Caracas; un símbolo iconoclasta frente a las ilusiones de la Modernidad del Este del Este. Pim Pam Pum es el penoso revés del que nadie quería hablar, un antecedente edgy al fenómeno del me iría demasiado; una narrativa perfectamente válida y que resume el espíritu de una clase media decadente, una generación perdida por obra y desgracia de sí misma. Y eso es perfectamente loable.

Decía Heidegger en Carta al Humanismo que «(…) El  lenguaje  es  la  casa  del  ser.  En  su  morada  habita  el  hombre.  Los  pensadores  y  poetas  son  los  guardianes  de esa  morada.«[1], y me es imposible no pensar en Pim Pam Pum como otra manifestación más de ese Ser, ese Dasein caraqueño que, nos guste o no, forma parte de eso que llamamos venezolanidad. Una subjetividad sifrina, vacua, y postmoderna, pero que es sin lugar a duda una perspectiva alternativa, igualmente verídica e inconscientemente crítica de Caracas y su gente.


Epílogo

 

El problema que se nos presenta aquí es aquel de la posibilidad de la generación de una metanarrativa única, real, y acabada de Caracas. El problema, como en toda interpretación literaria, pasa en primera instancia por la valoración estética y artística de la obra de Rebolledo; sin embargo, teniendo como presupuesto el corolario de que, sin lugar a duda, Pim Pam Pum es una mala novela, es posible entonces profundizar sólo en las discusiones secundarias, erigidas ahora a partir de la crítica de Rodrigo Blanco Calderón, y dejando de lado la evaluación rigurosa de la obra de arte per se.

Este artículo no pretende sino ser una aproximación a la discusión en torno a la multiplicidad narrativa de Caracas, una suerte de tarea Frankfurtiana, de análisis crítico de un problema que se nos aparece como oculto y distante en todo momento por encontrarse cimentado en un texto, cuando menos, literario, pero que tiene un correlato material, y real, en función de las distintas perspectivas que se pueden generar en torno a una misma ciudad y su gente.

Estoy seguro de que próximamente se verá una suerte de reacción en la Escuela de Letras –E, irónicamente, en otros espacios de la literatura académica– frente a la muerte de Rebolledo. Por nuestra parte, si todo marcha bien, en la Escuela de Sociología se ofertará para el venidero primer semestre del 2017, una optativa que no estudiará a Pim Pam Pum sino como pretexto para discutir los problemas de fondo, de orden sociológico, interpretativo, y hermenéuticos, allí contenidos; y por supuesto, para explorar en el marco de la literatura venezolana contemporánea narrativas conflictivas en torno a Caracas y el país sin volver, necesariamente, a los clásicos. En nuestra necrofilia académica –Como me lo decía Araya en nuestra conversación– seguramente habrá espacio también para Salsa y Control, de José Roberto Duque, o Caracas, Valle de balas de Earle Herrera, y otros. Por los momentos, son todos los detalles que les tengo. No queda más que invitarlos a la fiesta necrofílica, en la cual yo también participaré.

[1] Heidegger, Martin. Carta al Humanismo. [1946]
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