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Hobbesianarquista

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Quizá haya una contradicción en mí, por un lado tengo la tendencia a ser anarquista, en el sentido que prefiero gobernarme a mí mismo a que otros, el Estado, me gobierne; pero por otro lado soy hobbesiano, en el sentido que estoy de acuerdo que el hombre es lobo del hombre, como lo dijo el mismo Hobbes, y que por lo tanto es necesario un Estado fuerte capaz de proteger a sus ciudadanos, a expensas de ciertas libertades individuales.

Son muchos los individuos que no les es posible ser ciudadanos, porque su ética es ambigua o incluso inexistente, que les cuesta comportarse sin tomar lo ajeno, hacer daño, ser molestos al resto de los individuos, por lo que, lamentablemente es necesario un ente que tenga el peso y la fuerza de ponerlos en el carril.

Se dice que las comparaciones son odiosas, pero a veces se habla con admiración de la civilidad de los habitantes de países como Alemania o Japón (dicho sea de paso países claramente capitalistas); quizá no es tanto que los alemanes o los japoneses sean más civilizados que nosotros, sino que las leyes y las multas son muy férreas, incluso se podría ver como represivas, quizá, pero en países como esos los ciudadanos lo piensan mucho más antes que lanzar una lata a la calle o de hurtar una billetera.

Digo todo esto porque me enteré que a un buen par de amigos los atracaron ayer a plena luz del día, a sólo dos cuadras de la plaza Bolívar de Mérida. Noticias como esta al parecer se hacen cada vez más cotidianas. No es, desde luego, una «sensación de inseguridad», es evidente que la delincuencia está desbordada, en una ciudad que tradicionalmente ha sido tranquila en ese aspecto.

El Estado venezolano, a mi modo de ver, es, con respecto a la delincuencia, blandengue, pusilánime, o dicho de otro modo, pendejo, y que diera la impresión que eso le conviene. A eso se suma la grosera corrupción a todos los niveles, que hace que el Estado esté carcomido por todos lados.

Al parecer no queda otra que salir a la calle sólo con las llaves de la casa, la copia de la cédula, algo de sencillo, y un telefonito de los más sencillos y dejar el smartphone en casa. Y si se es creyente encomendarse a algún dios o santo.

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