Hatillarte 2.012, o cómo divertirse barato, en Caracas

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Este sábado recién pasado, 3 de noviembre, después de los días de santos y muertos, El Hatillo ofreció la primera de dos jornadas dedicadas a su evento anual de arte, Hatillarte. La promesa era arte en la calle, con propuestas de teatro, danza, música y exposición de obras; un circuito de galerías, algunos «conversatorios» (palabreja antipática como pocas) y un circuito gastronómico. Por lo menos eso reza el folleto que nos entregaron al llegar a la plaza de El Hatillo. Lo que voy a describir a continuación no tiene pretensiones de crítica de arte, pues soy solo un observador casual y desprevenido sin formación en ese campo, solo sé si algo me gusta o me disgusta y en ese sentido voy a escribir lo que sigue.

Nos acercamos al lugar cerca de las seis de la tarde; creíamos que nos esperaba un caos automotor, dadas las características conocidas del Hatillo en cuanto a movilidad y disponibilidad de lugares para estacionar. Tuvimos una agradable sorpresa al no tener que pagar ese primer peaje, pues la cosa estaba bastante suave. Gracias a las proverbiales artes ocultas de mi esposa, quien tiene un conjuro especial para conseguir puesto en cualquier sitio, y que no voy a revelar aquí, encontramos un lugar «se lo cuido bien cuidaíto, señor, pero por favor regáleme algo primero» justo donde termina la bajada para llegar al centro comercial, frente a un restaurancito. «¿Van para el festival? Eso está bien bonito» nos dijo el cuidador de carros trastocado en improvisado guía turístico. Supongo que algo de orgullo debía sentir. Comenzamos nuestra caminata, que fue interrumpida justo antes de llegar a la Plaza Bolívar por una intervención formada por centenares de ligas de colores atravesadas de acera a acera; era una especie de penetrable elástico. Pagamos la novatada, pues por la acera elevada del lado izquierdo hubiéramos podido esquivar el obstáculo, sin embargo logramos sortearlo y pudimos arribar a la ágora (se me acabaron los sinónimos de plaza, dispensen). Nos habíamos citado con uno de los artistas que tenían obras expuestas, el pintor Guillermo Ferrer, mi cuñado para más señas, en un puesto improvisado frente a un restaurant en donde estaban vendiendo cervezas, vino y unos sandwiches de «porchetta» (lechón, en italiano) con las «porchettas» (pronúnciese porquettas) expuestas sobre unas bandejas, exhibiendo su última sonrisa. Eso era en la Calle La Paz, en donde estaban colocadas en medio de la vía varias esculturas de autores venezolanos, entre otros Dora Gabay quien presentaba unas estatuas representado figuras femeninas de tamaño real. Nos armamos de nuestras respectivas cervezas – ya se sabe que el arte sin licor no se puede apreciar a cabalidad – para dirigirnos a la Casa de la Cultura, situada debajo de la plaza, en donde estaba exhibiendo mi cuñado un cuadro de su serie de Ávilas contemporáneos. Junto a su obra estaban propuestas de varios pintores, tanto de vertientes figurativas como abstractas. En general fueron de mi agrado salvo algunas demasiado naif, género que no termina de gustarme.

De allí salimos a la calle, a ver y escuchar una banda de metales que estaba interpretando música popular. Pudimos observar a la alcalde Di Nascimento echar un pie como tantos otros ciudadanos. Me gustó ver que en ningún momento tomó la palabra, no se si lo habrá hecho cuando no la estábamos viendo pero espero que no haya sido así: estos eventos no son para que hablen los políticos. En la plaza habían varias manifestaciones artísticas, predominantemente esculturas: caballos, árboles, un ciclista, una payasita, una calva desnuda… todas piezas de gran tamaño y de buena factura. En una casa situada en la esquina superior izquierda de la plaza la gente de Pomar estaba ofreciendo una cata de sus vinos, junto con unas obras de reconocidos artistas venezolanos que se inspiran en los caldos de Pomar, y un simpático espacio para que la gente diera rienda suelta a sus habilidades artísticas, en un gigantesco lienzo con decenas de siluetas de botellas para pintar. Salimos del lugar con nuestras copitas plásticas de recuerdo, después de haber saboreado un tempranillo, y seguimos nuestro deambular. En la esquina de la plaza allende a la iglesia estaba tocando un trío de jazz, y nos quedamos escuchando un rato. Después proseguimos hacia la esquina diagonal inferior (esto ya se parece a una clase de geometría) y allí vimos lo que más me gustó en materia musical: el cuarteto acústico Desensamblados, como lo dice su nombre cuatro jóvenes músicos (guitarra & flauta, cuatro, bandola y percusión) que estaban tocando una fusión que a ratos sonaba a Jethro Tull, otras veces a blues pero definitivamente era música criolla; cabe destacar un gran solo de cuatro que provocó aplausos efusivos.

Quisimos explorar un poco más y nos alejamos del centro neurálgico de la actividad, pero no encontramos mucho más, salvo una muchacha disfrazada a la usanza del Halloween promocionando un restaurant de comida euroasiática (¿?). Por último, apreciamos danza contemporánea en la calle. No voy a dar mi opinión al respecto pues la danza no está dentro de mis gustos. También aprovechamos para tontear y sacarnos algunas fotos políticamente incorrectas; conocimos a un extraño personaje que se enamoró de mi franela pues decía «Vintage», actividad a la cual se dedica esa persona, y nos tomamos unas fotos con él también.

Tengo sentimientos encontrados con respecto a este festival. Por un lado, es una ocasión para salir de la rutina que nos agobia, de pasear de noche sin estar viendo para los lados, de ver arte, de escuchar música, de compartir con los ocasionales amigos que nos encontramos en la vía. Pero por el otro me quedó sabor a poco. No se si ya el experimento, para mí, empieza a dar síntomas de agotamiento, o sencillamente se me olvidó como divertirme. Lo cierto del caso es que, vistas todas las opciones, nos sentamos un rato en la plaza a ver los niños jugando, nos miramos a las caras que decían, sin pronunciar palabras, «vámonos ya», y eso hicimos. Tal vez sea imposible, pero me hubiera gustado un poco más de información, tal vez una gran pizarra que indicara las atracciones (supongo que nos perdimos varias) y los horarios de las presentaciones. El folleto que nos obsequiaron tiene bastante información, pero para mi no fue práctico desplegarlo y examinarlo. Pero a despecho de lo escrito antes, felicito a los organizadores pues tanto la seguridad como el orden y la limpieza fueron protagonistas del evento.

A continuación, una pequeña muestra fotográfica:

2 Comentarios

  1. Sin duda digo que he visto con atención tu post debido a que era una cosa que había buscado en google pero hasta ahora no fuí capaz de
    encontrar aquello que necesitaba.

    Muy interesante

  2. No es sino otro evento para ocultar la dura realidad a la que nos sometemos los venezolanos dia a dia. El horror. Esto es como Vietnam, pero con tukkis.

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