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Apocalypse not: votando en las elecciones de Venezuela

Los rostros sonrientes y triunfalistas de votantes venezolanos en Australia y Asia me saludan desde la página de Facebook. Un ejército de compatriotas que me insta a «tomar el destino de mi país entre mis manos», a «actuar ahora» y a «pensar en el futuro». Con la resaca de la noche anterior convirtiendo todo en un mundo gaseoso y borroso, me apresto a acudir a la (muy bien llamada) urna para hacer lo propio. Sin embargo, me pregunto, ¿por qué yo no estoy tan contento? ¿De dónde viene esa sensación derrotista, de soldado aliado a punto de desembarcar en Normandía para ser convertido en colador humano por la agresiva metralla alemana?

 

Ya di mis razones y mis intenciones de voto, acá. Lo que me deprime, lo que me acongoja con todo esto, es no poder contar con una verdadera elección. En Venezuela, estamos lejos de las elecciones a la americana, donde se puede discutir sobre un plan nacional de salud o tener debates sobre el rol del Estado en el desarrollo del país. Nosotros no tenemos derecho a las discusiones presupuestarias que oponen a la izquierda y a la derecha europeas, ni a que se nos informe cuánto vamos a pagar de impuesto y qué se va a hacer con ese dinero.

 

No, nosotros votamos a la africana. Lo que está en juego acá no es si vamos a crear empleo o si vamos a mejorar el sistema educativo nacional; la apuesta es por algo más básico: recuperar las instituciones democráticas, la independencia de poderes, soñar con un país donde el gobierno no llame «maricones» a la mitad de la población o donde una ministra no insulte al electorado prometiéndole violarlos mientras chillan.

 

El caos y la destrucción de mi país se hacen evidentes cuando hacemos ejercicios mentales: ¿qué pasaría en los EEUU si Joe Biden aparece en un evento y le dice a los electores de Romney, «you’re all a bunch of faggots!»? ¿Imaginan a algún Ministro de Rajoy escribiendo un tweet que diga, «¡chillen, sociatas! Mañana los vamos a encular sin vaselina»?

 

Voy a votar para intentar detener todo esto. No voto por un proyecto, por un programa; es cierto que existen ideas generales (como lograr la paz interplanetaria) que nadie sabe muy bien cómo serán abordadas. Pero no estamos para eso: si usted quiere discutir el rol del Banco Nacional en la emisión de deuda y las tasas de interés del país, siga las elecciones de los Estados Unidos. Si quiere hablar sobre los impuestos, lea algún diario europeo.

 

Acá, se trata básicamente de detener la destrucción sistemática de las instituciones, de la infraestructura nacional, de la economía, del concepto de «ser ciudadano». Se trata de recobrar un país en el cual el Presidente no te insulte por televisión, ni use tu dinero para regalar neveras y decirle a la gente que se las regaló él, no tú y el Estado. Se trata de desmilitarizar al país.

 

Después de 14 años de chavismo, las elecciones en mi país han sido reducidas a estas expectativas, dignas de un estado fallido africano. Votaré hoy, pero no puedo dejar de ver en este voto el síntoma de un fracaso: el boom petrolero más grande de la historia nacional, que nos legó un país en ruinas. No, no me verán sonriendo por Facebook con el meñique ennegrecido: búsquenme más bien en el bar.

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