A mil kilómetros de la nada.

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Fernando era un hombre que no creía en los sueños. Una vez imagino haber leído algo de la interpretación de los sueños de Sigmund Freud; ese recuerdo se desvanecía con la tarde, la noche llegaba, con una estrella solitaria. En la compañía de un gato negro, que siempre rondaba el lugar, Fernando miraba el cielo. En la tierra, yacía una brújula de piedras. Al norte del pueblo, preparaban una gran fiesta de fin de año. Un grupo de chicas pasaron frente a la casa de Fernando, las luces de navidad destellaban en un desfile de sonrisas, y ropa nueva.

El reloj dio las doce de la media noche, y Fernando se fue a dormir para despertar en una fiesta, donde todas las personas bailaban una extraña música, el lugar estaba pintado de blanco, y las luces se movían en todas las direcciones. Las chicas que había visto en la calle, bailaban en medio de la fiesta. Pero una de ellas estaba sentada, su figura resplandecía con las luces de navidad. De la oscuridad surgió el sonido de un tren, las luces de navidad se transformaron en las luces de la estación de trenes. La mujer seguía allí, la sala, y la fiesta, translucidas, la playa, mas nítida. Una ola tras otra, un Tsunami de pensamientos, a la orilla de la playa, una niña caminaba, luego se detuvo, un caracol avanzaba.

La fiesta apenas comenzaba, y Fernando apenas finalizaba otro sueño. En la realidad, un hombre salio de la casa donde se realizaba la fiesta, se veía muy serio, y las luces de la navidad no se reflejaban en ninguna parte de su cuerpo.

-¿Porque no entras a la fiesta?- Pregunto el hombre a Fernando.

-No me invitaron.-

-Igual, no te pierdes de nada.-

-Pero tu sigues allí.- Le dijo Fernando.

-Bueno, ya es como una costumbre venir a esta fiesta, de verdad te digo que esta fiesta es mala.-

-¿Es mala? pero si todos salen de la fiesta con regalos…-

-Si, un poco de suerte, bueno, tengo que regresar, «en esa fiesta hay muchas mujeres, comida y cervezas.»-

Fernando quería olvidar todo aquel asunto, si no lo habían invitado a la fiesta era porque no debía estar en aquel lugar. Quería pensar en despedirse, y retirarse a dormir, o tal vez a navegar en Internet. A navegar en el mar, una ola tras otra, un Tsunami de pensamientos, un caracol apareció en el jardín, una niña desaparecía en la playa. Aquel hombre que había salido de la fiesta, y que hablaba con Fernando. ¿Era el mismo hombre que venia en el tren?

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