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La última montaña

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La última montaña

Marina cree que se va a desmayar, siempre que lo relata le pasa lo mismo, un calor sofocante se apodera de su pecho, siente que el aire escasea y su corazón comienza a latir con una fuerza y rapidez inusitada.
– Un pedazo de mí se escapa por mi aliento cada vez que cuento ésta historia, un sorbo de mi valentía es absorbido por seres incorpóreos que beben de mi sangre – le dice al hombre bajo y rechoncho de tez sonrosada que la mira por encima de la montura de unas gafas redondas.
– ¿Cree qué no es prudente contarme su historia? – pregunta el hombre mientras la mira con especial interés.
– No; no es eso, he llegado hasta aquí precisamente para hacerlo – Contesta haciendo una inspiración profunda en un intento por retener ese pedazo de ella que se escapa en el aire.
– Bueno, entonces comience desde el principio – Ordena el hombre mientras se ajusta las gafas sobre la nariz.

***
El sol parecía arropar los techos bajos de las diminutas casas rurales, una brisa fresca acariciaba los frondosos árboles de la pequeña plaza, parecía que había pasado hace tantos años atrás, cuando aún esa cicatriz rosada no surcaba su antebrazo, ni sentía dolor al respirar.
El aire era puro, un cúmulo de nubes blanquecinas coronaban las montañas circundantes al pueblo. Marina observaba el paisaje desde el balcón de la casa colonial que fungía como posada.
– Creo que esa pijama no es el atuendo más apropiado para salir al balcón – le dice él desde la cama con esa voz grave y aterciopelada que la encantó desde la primera vez que la escuchó.
Se sobresalta y sonríe – Es un desperdicio taparse con tanta ropa en éste clima – Le contesta sin dirigirle la mirada, no tiene que voltearse para saber que la mira, recostado sobre los suaves almohadones color crema, la mira con esa mirada tierna y dulce de los enamorados.
Aún le sorprende que el destino lo hubiese puesto en su camino, así, tan él, como siempre lo soñó, cada detalle, cada rasgo, cada gesto, estuvo primero en sus sueños y luego se materializó esa mañana en él. Esa mañana en que parecía que todo iba de mal en peor, él se plantó frente a sus escritorio y saludó con un “buenos días” que no dejaba lugar a duda, inmediatamente lo supo: había llegado.
Respira profundo, el olor dulzón de la humedad en el aire la revitaliza.
– Bien, creo que es hora de bajar a desayunar- dice mientras voltea a mirarlo y él está allí, recostado tal como lo imaginó.
El pequeño comedor de la posada tiene una atmósfera especial, acogedora, a pesar del aire frío que se respira afuera, la estancia parece estar envuelta en una tibieza casi familiar. Los muebles pesados y de aspecto rústico, lejos de afear el cuadro le aportan un aire romántico al lugar. Flores silvestres adornan los centros de mesa, parecen recién cortadas, Marina se pregunta a qué hora debió de levantarse la anciana a recogerlas para regalarles a los huéspedes sus colores. Una música, hasta ahora desconocida pero agradable, llena el silencio y se mezcla con el trinar de aves lejanas.
-No, no es fortuito que me sienta en casa, siempre pertenecí a este lugar, piensa sin dejar de sonreír.
A través de una pequeña ventana, puede ver parte de la cocina, de donde salen olores gloriosos que despiertan su apetito, una mujer con una pañoleta rosa atada a la cabeza le dirige miradas furtivas, a su espalda la anciana diminuta le susurra algo ininteligible y la mujer baja la mirada apenada continuando con su labor.
La anciana se dirige a la mesa con una sonrisa y una pequeña libreta de apuntes en la mano.
-No estamos acostumbradas a recibir temporadistas en éstos meses – dice como excusándose por el comportamiento de la cocinera mientras prepara el lápiz para tomar la orden – por lo general la gente prefiere ir a la costa ¿Sabe? Un bronceado es algo de lo que se puede presumir al regresar.
-No me gusta mucho la costa – contesta Marina con los ojos fijos en la carta – por eso elegimos este lugar, menos aún me gusta presumir de mi color de piel.
Nada se compara a la tranquilidad y transparencia de las montañas, siempre había admirado como éstas en medio de su soledad, se erguían majestuosas, orgullosas como guerreras silentes reposando después de una gran batalla de la que habían salido airosas.
-Hoy dejaremos que usted decida que desayunaremos – continúa mientras le extiende la carta a la anciana.
-¿Igual que ayer? ¿Para dos? – contesta la anciana sin levantar la vista de la pequeña libreta.
-Sí, él está por bajar.

La comida estuvo deliciosa, sentía una agradable pesadez producto de la satisfacción de haber comido un verdadero banquete.

Si bien la comida fue un momento agradable, notó nuevamente que él no era el mismo, los últimos días lo había notado distante, pensativo, incluso podría afirmar que triste. A veces su mirada solía posarse en un punto indefinido del vacío y pasaba así largos ratos de silencio, y aunque ella había tratado de sonsacarle una razón mediante minuciosos interrogatorios, la respuesta era siempre la misma “No pasa nada, sólo estoy cansado”.

Sabía poco o nada de su pasado, a veces la intrigaba, pero debía confesar que era mejor no conocerlo, se habría sentido celosa de amantes pasadas, habría odiado con intensidad la causa de esos esporádicos vacíos silentes, entendía que él había tenido una vida antes de ella, pero le gustaba pensar que como ella, él la estaba esperando, buscándola entre millares de rostros femeninos que sólo habían dejado recuerdos difusos y triviales en su memoria, que a pesar de haber andado, su vida sólo habría cobrado significado cuando la conoció.

Sí, era una romántica incurable pero ¿A quién la soledad no llegó alguna vez a transmutarlo aún a sabiendas de que la metamorfosis no le favorecería?

Atribuyó su mutismo y su total falta de comunicación con la agradable anciana, al cansancio.

-Hoy deberíamos salir a caminar por el pueblo – le dijo mientras acariciaba su mano morena en un intento por hacerlo levantar la vista hacía ella.

– Claro – contestó sin mirarla – es nuestro segundo día aquí y aún no hemos subido a la montaña.

La montaña también era un ser apasionante para él, o por lo menos así se lo había expresado, pero su fascinación era distinta, no veía la montaña con admiración, no, la miraba como un reto como algo que había que conquistar, como una bestia a la que había que domar y ese sería su trabajo. Ya había escalado otras mayores y más majestuosas, pero siempre había sostenido que ningún reto es pequeño, y por tal razón debe ser tomado con la misma determinación que uno grande, hasta los mejores nadadores pueden morir ahogados en una pequeña alberca si ésta es subestimada.

Escalar para ella no era una actividad conocida hasta que él llegó a su vida, sabía muy poco del tema y a pesar de que no era una de sus actividades favoritas, las veces que lo había hecho con él, había experimentado una sensación de triunfo muy agradable al llegar a la cima.

Él siempre era cuidadoso al elegir las montañas a las que ella le acompañaría, nada muy escabroso, acorde a su resistencia física y experiencia y ésta que tenían en frente, había sido seleccionada siguiendo esos criterios. Desde el día anterior la habían observado en varias ocasiones, trazando rutas imaginarias por el terreno a fin de determinar cual sería la mejor opción para conquistar la cumbre.

– A fuerza de mirarlas y estudiarlas, te enamoras de ellas – le había dicho él mientras miraba a lo alto – luego, cuando llegas a la cumbre es como haberla conquistado.

– ¿Pensaste en mí cómo en una montaña? – preguntó Marina divertida ante tal idea.

– Todas las mujeres son como montañas, misteriosas, peligrosas y atrayentes.

– Pues creo que su tiempo de escalar otras mujeres llegó a su fin – le dice mientras lo abraza.

– No, no solamente el tiempo de escalar mujeres ha pasado – le responde plantándole un beso en la frente.

La caminata por el pueblo fue reconfortante, no solía comprar souvenirs ni tomar fotografías de sus viajes, creía que ambas cosas no eran más que meros instrumentos para hacer alardes – Me conformo con los recuerdos – había afirmado en múltiples ocasiones, pero aquella vez no le bastaría con los recuerdos, así que durante todo el paseo camino con su pequeña cámara fotográfica colgada al cuello, quería retratarse con él en cada esquina, inmortalizar cada paso. Caminando tomada de su brazo, la sensación de seguridad que experimenta sólo era comparable a la que sintió de niña al caminar tomada de la mano de su padre.

Le gusta la fachada de una pequeña iglesia de piedra que parece muy antigua, decide que ese es el lugar perfecto para hacerse una fotografía, él protesta pero después de insistirle un poco accede a retratarse. Aborda a un lugareño que parece dormitar en un banco de la plaza.

– Disculpe – pide Marina en el tono más cortés que le es posible usar – ¿Le importaría tomarnos una fotografía frente a la iglesia?

El hombre ajusta su sombrero de paja y la sigue hasta la iglesia, Marina no entiende su mirada atónita al posar para el retrato, pero está conforme con el resultado que ve en la pequeña pantalla de la cámara digital y le agradece con una sonrisa.

– Creo que mañana es el día ideal para subir – dice él mientras señala el cielo – esperemos que haga buen tiempo.

***

Los caminos, a fuerza de andarlos con frecuencia, parecen acortarse y aunque aún no habían hecho el camino a la cima, a fuerza de trazarlo mentalmente y estudiarlo con detenimiento, éste parecía ser uno de esos casos. Había tratado de ir despacio, intentando grabar en su memoria cada uno de los detalles del sendero, el olor del aire, el color de las flores, la temperatura de la brisa, quería que todo quedara estampado indeleblemente en su memoria.

Él no había hablado en todo el trayecto, normalmente iba conversando con ella, contándole anécdotas de otras escaladas, atento a sus pasos, pero ésta vez parecía avanzar con una determinación infranqueable, como si librase una guerra con la montaña. El ceño fruncido, en esta ocasión no le parecía un gesto de concentración, lo interpretó como rabia, pero apartó la idea de su mente.

No sabe si haber conquistado la cima la alegra o la alivia, intenta no pensar en que cree y se dedica a sentir, mira a la verde profundidad del paisaje y se pregunta por qué las montañas más lejanas tienden a tornarse azules, respira profundo para compensar el escaso oxigeno del ambiente y a la vez memorizar el aroma de la cima.

– Cada cumbre tiene un olor distinto – dice él como si leyese sus pensamientos – como las mujeres.

Voltea y le sonríe pero no obtiene una sonrisa de vuelta. Se estremece y no sabe distinguir la causa ¿el aire frío o su expresión?.

Está de pie en una saliente que domina el precipicio, una fotografía allí, el sitio es perfecto, corre a la mochila a sacar la cámara.

– No, no querrás recordar ésta cima – le dice sin siquiera voltear a mirarla.

– ¿En qué momento aprendiste a leer mentes? – dice en un intento por hacerle reír y cambiar la atmósfera.

Voltea a mirarla, una profunda tristeza se ve en su mirada, un abismo mucho más profundo que el precipicio que contempla se traduce en su semblante.

– No te preguntes qué me pasa o qué me ha pasado antes de ti – dice levantando la mano en un ademán que significa detente – no es importante dónde estuve o de dónde vengo, lo único importante es que te escogí como compañera del fin del viaje, la última montaña, la de contradicciones, la de nombre marino que odia el mar, la de sueños sencillos y vida compleja, la última cumbre que quiero mirar.

Abre los brazos y aspira profundo como queriendo absorber en un suspiro toda la cordillera, un terror inmenso se apodera de ella, comienza a correr hacía él al mismo tiempo que éste comienza a inclinarse al vacío, no sabe por qué, pero recordará siempre el grito de un ave rapaz que se escuchó en ese preciso instante. Al llegar al borde de la saliente lo ve colgar de una roca, ese reflejo de todo cuerpo humano por aferrarse a ésta vida terrenal lo hizo asirse de alguna forma a ella, ahora su mirada es de terror. Ella intenta alcanzarlo y logra tomar su mano. No; no podrá con el doble de su peso, pone todas sus fuerzas en el intento, pero sólo logra que el borde de la roca le abra una herida profunda en el antebrazo, no siente dolor, pero siempre recordará la sensación de sus dedos escapando de su mano.

***

– Tiene usted muy buena memoria sensorial – dice el hombre ajustándose las gafas – ¿Le parece si en la próxima sesión iniciamos con cuales fueron sus sensaciones posteriores a la tragedia? Revisaré el material que me ha traído y formularé preguntas basándome en ello.

Marina seca sus mejillas anegadas de lágrimas y se limita a asentir con la cabeza.

Al cerrar la puerta el hombre toma asiento frente a su escritorio y comienza a ojear el material de la carpeta, el silencio en la sala sólo es interrumpido a ratos por el roce del lápiz en el papel mientras toma nota. Saca una fotografía de entre los papeles.

¿Esquizofrenia paranoide? Escribe con una caligrafía angulosa en el block de hojas amarillentas en el que ha estado tomando nota.

– No servirá confrontarla con la evidencia, la ha visto cientos de veces – dice para si mismo mientras vuelve observar la fotografía que tiene en la mano, donde puede verse ella, con mirada de enamorada posando sonriente y solitaria frente a la fachada de una iglesia de piedra.

39 Comentarios

  1. Buenísimo mirna! Me encanto. Es de esas historias que quiero terminar de leer rápido porque me intriga su final.
    Obviamente el final no lo esperaba. Pero lo drástico también es bueno.
    Lograste que imaginara todos los escenarios. Impecable!

  2. Me encantó!!! Deliciosa narrativa, espero sea el primero de muchos!!!!

    Exitos!!

  3. Hola Mirna
    Que gusto verte otra vez
    Me alegra que estes escribiendo, tu tienes mucho potencial ( yo pensaba que mucho mas para hablar de amor que de suicidio, pero todo son facetas)
    Espero seguir leyendo tus cosas.
    Un beso de una amiga que tu sabes que te quiere desde siempre
    Muaaaaaaaaa

  4. Muy bueno Mirna!! Ha sido toda una sorpersa el final, excelente redacción, espero que nos sigas sorprendiendo.

  5. Excelente Mirna,espero otros relatos tan buenos como este. Me gustó como describes los hechos y como llevas la historia sin hacer sospechar el final.

  6. Gracias por tomarte el tiempo para leerlo Gloria, es un placer saber que les gusta. Gracias otra vez por tus palabras.

    Saludos.

  7. Vi tu mensaje en el grupo de libros a Granel pidiendo un comentario a tu relato

    Buen argumento, algunos lapsus en los dialogos como por ej en la escena del desayuno, la sra debio preguntarle le sirvo el desayuno ? y ella pedir el desayuno para dos, pues la posadera solo la veia a ella, y en la escena de la caida al vacio, no me convence el miedo postrero, ( el esta convencido de lo que va a hacer, porque sentir miedo al final )me hubiera gustado que lo viera caer con los brazos extendidos como una ave que va hacia su libertad la narracion se alarga un poco y al final le falta fuerza

    podria decirte que es un relato maravilloso, pero eso no te ayudaria, buena redaccion, y descripcion del medio ambiente, tienes un gran futuro si perseveras y no te desanimas con los obstaculos que se te presenten, el llegar a ser un escritor reconocido es un camino muy dificil y extenuante, Garcia Marquez fue un obscuro empleado gubernamenta mas de 20 años
    fuerza pues y muchos exitos

  8. No es necesario que pida el desayuno para dos, pues la Sra el dia anterior le habia servido desayuno para ambos.

  9. Me encanto honey!!

    Sabes que no soy un lector, pero me hizo imaginar cada una de las escenas que relataste, y el final espectacular. No pude despegarme desde que inicie a leerla sin importar el ruido que tenia alrededor o el trabajo esperando, necesitaba saber el desenlace. Me encantaria leer un libro de tu autoria sin duda, espero me lo autografies :D ..

    Un abrazo honey! Felicitaciones!

  10. Gracias mi amor. Es un honor que tú, precisamente tú, me leas. Me encanta que te haya gustado.

    Mil abrazos para ti y gracias otra vez.

  11. Hola Mirna, me gustó mucho tu relato. :) Un poquito triste antes del final por lo que ella piensa que le sucedió al muchacho. Me gustó mucho el desarrollo de la historia, el paisaje que describes, el aire, la posada y especialmente las montañas. Definitivamente me Encanto!! :D

  12. Gracias Cinddy, por tomarte el tiempo de pasarte por aquí y leerme, un honor y un privilegio que lo hagas.
    Las montañas, las montañas permanecerán perennemente en mi memoria.

    Saludos.

  13. Mirna que lindo, al igual que Pilar me encanto, te iba a dcir que si no habia segunda parte, pero ya vi que no :'(

  14. Me ha gustado mucho, sobre todo el desenlace que me hizo recordar a la que para mi es una excelente película «Una Mente Brillante». Feliz y larga creación! ;)

  15. Hola Primavera. Qué bueno que te haya gustado. Muchas gracias por tus palabras :-). Fíjate, no he visto la película, creo que la pondré en mi lista de pendientes. Saludos.

  16. Muy bueno Mirna de mi vida, interesante. No sabia que estaba sucediendo.
    Super!!!!

  17. Gracias Alejandra de mi corazón por tomarte el tiempo (que sé que últimamente no tienes mucho) para leerlo. Me contenta que te haya gustado, gracias también por tus palabras.

    Saludos.

  18. Excelente relato… Fue muy agradable al leerlo… Si tienes mas me encantaría leerlos…

  19. Gracias Claudia, por tomarte el tiempo de leerme y por tus palabras, normalmente no escribo muchos relatos, aunque estoy trabajando en otros, más si te gusta lo que escribo (cosa, que dicho sea de paso, es un verdadero honor) puedes pasarte por el blog. En lo que tenga listo uno nuevo lo sabrás.

    Saludos y gracias nuevamente.

  20. Hola Mirna, bueno ya sabiéndote ganadora del primer concurso panfletonegro te dejo una felicitación, bien sea porque te hicieras una buena autopromoción, porque muchos amigos y familia apoyaran tu trabajo o porque tu cuento gustó!
    Por mi parte, ahora es que lo he leído, y siendo la lectura una afición para ti, imagino que de allí habrás aprendido algunos recursos.
    La historia me parece en esencia buena, sin embargo, te comento lo que hizo que no me terminara de gustar, como una critica constructiva, que a mi parecer, muchas veces ayudan y aportan más que una simple felicitación; como a la mitad de la historia o antes ya empecé a presentir que Marina andaba sola y no me equivoqué, más o menos a la mitad de la historia me pareció que se volvió confusa y apresurada, donde comienza el párrafo «Si bien la comida fue un momento agradable, notó nuevamente que él no era el mismo, los últimos días lo había notado distante», creo que te faltó resolver bien algunos detalles.
    Lo que no imaginé fue el final en el consultorio y el posible diagnóstico de Esquizofrenia paranoide. Lo que más me gustó, a pesar de que supuse algo de eso, fue el cierre de la historia donde imagino al psicólogo o al psiquiatra que «dice para si mismo mientras vuelve observar la fotografía que tiene en la mano, donde puede verse ella, con mirada de enamorada posando sonriente y solitaria frente a la fachada de una iglesia de piedra.»
    Una última cosa que sentí, es que algo de tu vida, tu vivencia y tu experiencia hay en esa historia.
    Cordialmente. Alfonso Carril.

  21. Hola Alfonso, muchas gracias por las felicitaciones, por tomarte el tiempo para leer el relato y más aún por la crítica, todo lo que apunte al crecimiento es bienvenido.
    Puedo decirte que lo único que pertenece a mi vivencia en todo el relato es el escenario que efectivamente existe, aunque ¿A quién no se le escapan pedazos de personalidad en los personajes que crea?.

    Saludos cordiales y un abrazo grande.

  22. Excelente trabajo. La narrativa te incita a querer imaginar todos los detalles. Incluso aspire cuando lo hizo el jajaja.

    Y en cuanto a las recomendaciones de @Gabrielle Trischler, tiene razón con la parte de la caída, perdió un poco de fuerza. Pero la del desayuno… que va :D. Puedo recordar la cocinera viendola raro, y la anciana regañandola por inprudente. La anciana pregunta «…para dos como ayer?», porque ya lo había hecho, algo que les pareció extraño tanto a la anciana como a la cocinera y por eso esta la vio raro.

    Luego hace mucha alusión a que comió sola (aun si descubrir nada), mencionando la pesadez satisfactoria del banquete. Claro… se lo comió los 2 platos XD.

    jajaja buenísimo de verdad, te voy a montar un RSS para leer siempre que escribas :)

  23. ¡Oh! Gracias Jeyfree que honor y que gusto que te guste, eso del RSS es un compromiso, chico, me obligas a escribir, más será, como siempre, un placer.

    Gracias nuevamente y que viva el heavy metal :)

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