panfletonegro

Un mea culpa, varias dudas y pocas convicciones.

/home/depr002/panfletonegro.com/v/wp-content/themes/panfleto2019/images/random/depr_22.jpg

I. Un Mea Culpa, varias dudas.

Desde 1998, he votado en contra de todas las propuestas y candidatos del chavismo que podían votarse.

Cuando el ex- alcalde Alfredo Peña abandonó la majestad de su cargo y se dedicó a insultar al presidente Chávez, yo soltaba una sonrisita socarrona de satisfacción.

Por un momento llegué a pensar que Carmona y Ortega podían ser mucho mejores que Chávez en eso de mezclar las palabras política y democracia.

Admito que sentí profunda alegría el día que Lucas Ríncón dijo que había renunciado, aún sin saber si en realidad lo había hecho y bajo cuáles presiones.

Mucho tiempo tuve a Venevisión, RCTV, Televen, Globovisión y Venezolana de Televisión como fuentes de información 100% confiable.

Defendí la abstención, apoyé el paro, canté fraude y hasta voté por Arias Cárdenas, sólo para darme cuenta (y esto no sucedió de golpe sino progresivamente) que fueron menos mis aciertos que mis errores.

De casi todo esto me arrepiento (excepto de mi derecho al voto libre). Porque en el desespero por salir de este confrontador permanente que es Chávez, perdí el norte de que lo verdaderamente importante no es que Chávez dejé la presidencia, sino que se vaya cuando la mayoría del país ya no lo quiera. Si esto ocurre, entonces creo que el país habrá logrado algo.

Me arrepiento de no haber apostado por la democracia, porque los tiempos de la democracia son más pausados y sus frutos tardan más en aparecer.

Me arrepiento de haber creído en la solución militar, de haber considerado la violencia como forma de resolver los conflictos políticos, de haber seguido a los falsos profetas que abundan en la oposición.

Declaro que no tengo referentes politicos porque ningún politico de oposición ha admitido sus errores, ni le ha hablado con mediana honestidad al país, ni propone debate alguno de ideas, ni de nada.

¿O por qué entonces, a pesar de la infame gestión en temas como la seguridad personal de los ciudadanos, la economía, alimentación y servicios básicos, el gobierno de Chávez sigue con un nivel de aceptación que ya quisieran otros presidentes con menos tiempo en el cargo?

No se aceptan respuestas tipo “porque los seguidores de Chávez son brutos”, “están ciegos”, “ese hombre tiene unos babalaos muy poderosos” o “están robando y les conviene quedarse callados”, porque suménlos a todos y no llegamos al porcentaje de apoyo que sigue teniendo el presidente. Tampoco tengo la respuesta, pero a mi lo distinto a Chávez no se me parece a esta oposición politico-partidista. Nunca he escuchado a un politico profesional en Venezuela que se oponga a Chávez decir: “Ciudadanos: lamento todas las cagadas que puse en el pasado, yo también quise salir de Chávez, pero equivoqué las maneras. Ahora pido sus votos porque, como ya sabemos, la cosa está rejodida. De verdad quiero echarle pichón y, si al menos no lo hago bien, prometo hacerlo con seriedad, respeto y empeño”.

Y ante esta orfandad, ¿qué hago?

Sencillo: declaro que me sigo oponiendo a este mal gobierno, porque aunque las formas no fueron buenas, el fondo de lo que intenté defender cuando voté en contra, solté la sonrisita, apoyé el paro y defendí la abstención sigue intacto. Hay que decirlo duro para que se oiga: en términos generales, los diez años de Chávez en el poder han sido un pésimos como gestión de gobierno. ¿Nada es rescatable? Claro que hay un montón de cosas que se pueden rescatar, pero se van a echar a perder también si seguimos por este camino.

Entonces, mientras esperamos la venida de algún (o algunos) profesional(es) de la política que asuma(n) sus responsabilidades, presente(n) una plan de gobierno más o menos coherente y no joda(n) mucho la paciencia de la gente, seguiremos declarándonos huérfanos.

¿Esto es lo que hay? Por ahora y mientras tanto, esto es lo que hay.

II. Esto, y unas pocas convicciones

Pero por ahora y mientras tanto no me quedo callado, ni mucho menos, ni falta que hace. No fue lo que aprendí de mis tías, que bien saben quejarse.

Y como me interesa lo politico en la medida que tiene que ver conmigo, que me afecta y me jode como al resto de los individuos, he decidido hacer política sin tener que verme obligado a inscribirme en un partido. A esta postura otros la han llamado activismo politico[1].

Me interesa el activismo politico en la medida que puedo ser parte de algo, sentir un arraigo y una esperanza de futuro, sin tener que escupir las vísceras contra el gobierno a la hora del almuerzo. Por eso, escribo estas breves líneas desde el exilio. Un exilio decidido y temporal, por si acaso.

Creo que vivir fuera de Venezuela no inhabilita a nadie para hablar sobre ella. Porque cada día aumenta el número de venezolanos en la diáspora[2], y eso es política y también es nuestra incumbencia.

Porque pasa que la mayoría de los venezolanos que han emigrado no lo han hecho porque les guste especialmente el invierno de Toronto, ni las incómodas leyes migratorias en Inglaterra, ni siquiera por probar el churrasco en la Argentina. Quienes se han ido en los últimos años lo hacen porque no se calan más a Chávez (algunos), porque su vida es más cara, y precaria en oportunidades (tantos otros), o porque tienen miedo de morirse en un arrebato de la violencia física instalada en el país (los más). Las felices excepciones a este cuadro general no son motivo de este escrito.

Esas tres razones apuntan a un mal gobierno, como lo llamaría el Sub-comandante Marcos. Pero no al mal gobierno del alcalde de Puerto Cabello (que también), sino al gobierno de Chávez, que tiene un montón de años rotando en los mismos cargos a una parranda de ineptos que hace rato deberían haberse ido, sino por vergüenza, al menos por tanto cansancio.

¿Razones para oponerse a este gobierno? Una lista, pero pongamos el foco en tres, que tienen que ver con la convivencia directa, con el cotidiano de la vida en Venezuela:

§       El suyo es un gobierno esencialmente militarista; y el militarismo, en palabras de Gianfranco Pasquino, “se asigna fines ilimitados; tiende a permear de sí toda la sociedad, a impregnar la industria y el arte, a dar la preeminencia a las fuerzas armadas sobre el gobierno; rechaza la cientificidad de toda elección y de su racionalidad y ostenta características de casta y de culto, de autoridad y de fe”[3].

Y como al barranco vamos, y no sabemos lo que puede pasar en ese despeñadero si por ahí empieza rodar un país llamado Venezuela, sugiero empezar a revisar las convicciones que estamos dispuestos a defender. Una idea: Plan de Desarme de la Población Civil, así, en mayúsculas.

Favor abstenerse los portadores de la verdad absoluta.


[1] Activismo político puede resumirse como el intento por influenciar el cambio político o social a través de la acción directa, más que de la teoría o el debate.

[2] Según estudio del Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA) titulado «La emigración de recursos humanos calificados desde países de América Latina y el Caribe. Tendencias contemporáneas y perspectivas», la emigración en Venezuela ha aumentado en 216% desde 1990 al 2007 (ver en http://www.remesasydesarrollo.org/uploads/media/emigracion_de_recursos_humanos.pdf). Otro reportaje, aparecido en Newsweek habla de más de 1 millón de emigrados desde que Chávez llegó a la presidencia. (Ver http://www.newsweek.com/id/207382)

[3] Diccionario de Política, México: S. XXI Editores, 1982, vol. 2, p. 1000

Salir de la versión móvil