El Famoso Caso de las Cartas de Lucas Meneses

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Como llegué a El Famoso Caso de las Cartas de Lucas Meneses:

A la literatura venezolana le falta algo: sentido del riesgo. No se trata de afirmar que la literatura venezolana es una mierda , porque no es verdad, pero sí que al mundo de las letras venezolanas le falta arrojo en muchos aspectos.

Los que no entiendan el juego de Lucas Meneses, se van a molestar bastante al leer este libro, que más que un ejercicio de doble lectura, una metáfora sobre el fracaso revolucionario, una colección de cartas de amor, una investigación periodista, o una novela polémica; es, en realidad, un brillante ejercicio lúdico.

Lucas Meneses se burla de nosotros, juega a la máscara, al anonimato, y lo que es mejor, manipula el exacerbado sentido del escándalo que existe en el mundo cultural venezolano, al crear una polémica falsa, usando como herramientas los mismos elementos que se han utilizado en los últimos años para controvertir.

Busque usted en google las reseñas de El Famoso Caso de las Cartas de Lucas Meneses, y se encontrará con cientos de post que, casi todos, comienzan con un “este polémico libro trata sobre… no, mejor no lo digo, cómprenlo antes que lo retiren de las librerías”, o “¡Que libro! No había leído algo como esto, pero búsquenlo rápido, porque su autor ha sufrido una serie de amenazas”. En paralelo usted sale a buscar el libro, y no lo encuentra, y por tanto piensa: verga, debe ser la mamá de los libros.

El autor, además, se inventa premios falsos, como el “Rosario Sencillo”, que supuestamente se ganó en España, lugar favorito de los escritores venezolanos que quieren legitimar sus escritos, aduciendo que se ganaron un concurso literario por allá.

Así, Lucas Meneses se burla de nosotros y lo hace con inteligencia.

Las leyendas que circularon sobre el autor y el texto, hacen que todo sea más entretenido. Desde que se trataba del hijo de Guillermo Meneses con Sofía Imber, hasta que era un libro escrito por un alto funcionario del gobierno. Creo que de todas las tesis, la más razonable, era la que señalaba que su autor estaba entre quienes aparecen comentando en la contratapa del libro, en particular, los dos comentarios negativos, que obviamente son una brillante estrategia publicitaria.

Sigues buscando referencias y llegas a un blog que lo compara con Bolaño, otro que celebra el incierto premio, y hasta en Platano Verde te encuentras que la redacción de la revista está “dividida” luego de leer el ‘misterioso’ texto.

Finalmente, luego de dar vueltas como loc@, de preguntar por el libro en todas las librerías que conoces, de incluso empezar a pensar que el fulano libro no existe, lo encuentras, y lo compras, así te parezcan un tanto abusivos los cincuenta bolos fuertes que vale. Y lo lees de inmediato, obvio, tienes que saber por qué tanta alharaca.

Una cosa que resalta es que el libro no tiene editorial, solo aparece el copyright ©Lucas Meneses y más nada, no hay editorial, no hay créditos, no hay ningún nombre que nos indique si es ficción, o que coño es lo que tenemos en las manos.

Una vez terminadas las 114 páginas, tienes dos opciones: te ríes, o te picas.

La primera es la mejor, ríete y celébrale al autor el haber jugado contigo. Porque El Famoso Caso de las Cartas de Lucas Meneses es, antes que cualquier cosa, un juego, que expone con brillantez los mecanismo de manipulación de la literatura y la publicidad. Aunque suene un tanto forzada esta analogía, pero me recordó al ejercicio de M Night Shyamalan con la genial promoción de The Village, y a Michael Haneke con Funny Games, de hecho, al igual que el austriaco, una vez transcurrida buena parte de la obra, Lucas nos obliga a tomar el control remoto y retroceder las páginas para darle un sentido distinto a lo que habíamos leído.

¿Cuál es el famoso caso?


Lucas Meneses, se presenta en el prólogo como un periodista que trabajaba para el diario El Tiempo de Anzoátegui, ganador del Premio Nacional de Periodismo 2005, y autor de un artículo de tres entregas publicado en ése diario anzoatiguence, bajo el título “Las Cartas Secretas”, entre los domingos 12 y 26 de septiembre de 2004. Cinco años después de ser galardonado y reconocido por ese trabajo, que hasta lo llevó a dictar una conferencia en Colombia, una polémica surge, y Meneses es acusado de inventar un cuento y hacer una especie de ‘mala praxis voluntaria’ para perjudicar a un alto funcionario del gobierno, dicho altercado involucra a medios de comunicación nacionales e internacionales, oficiales y opositores. También se nos dice que el autor, cansado del candelero, ha decidido publicar todo el trabajo, para que así “el lector pueda encontrar en él, no solo las bases para un buen juicio, sino una lectura entretenida, que desteje y va descubriendo poco a poco una cadena de pormenores y referencias, de símbolos y, sobre todo, de amores que me niego a negar. En cuatro palabras: un asunto de miradas.” (p. 17)

Ahora bien, ¿de que trata ese trabajo periodístico que ha ocasionado tal reacción pública? “Las Cartas Secretas”—qué luego es nombrado “Las Cartas Escondidas” en la página 93—, versa sobre un cofre de cartas escritas por Max, todas dirigidas a Andrea. En el cofre también se encuentra una única respuesta de Andrea a Max. En el reportaje, Lucas Meneses habría indagado en el origen de las epístolas y su autor, así como su destinataria, en un viaje que lo lleva a Puerto Píritu, a finales de 2002, en pleno paro petrolero. Puerto Píritu es también el lugar donde el periodista pasó parte de su niñez.

El libro está dividido en diez partes: I Cartas a Andrea.Las cartas escondidas, por Lucas Meneses (una historia reciente). II Cartas a Andrea.Dos.III Cartas a Andrea.IV Única respuesta de Andrea conseguida en el cofre.V Cartas a Andrea. Tres.VI Cartas a Andrea (final).Carta al editor (una historia aún más reciente).

Los textos de las cartas constituyen el verdadero punto fuerte del libro. Construidas con un lenguaje pretendidamente poético, que a veces logra ser brillante, pero otras tantas resulta cansino. O mejor dicho, para algunos, puede resultar cansino.

Hay momentos brillantes, por ejemplo: “Me complace un universo saberme musa de tus notas, Andrea, aunque siga aquí encerrado viendo el mar desde la casa, a través de una ventana. No entiendo bien que me pasa, pero no debe ser algo grave, no te preocupes. Debe ser que me apaga un poco que estés en esa ciudad gris —cada vez más gris— y yo aquí, rebotando sol con las escolleras y las láminas de los barcos, y el bamboleo de las olas y el agua que alumbra sin ver que te bañas en ella, y sabiendo que las gaviotas también te extrañan, ¿sabes? No han encontrado a nadie que les dé comida de su mano, como si ellas fueran palomas, y eso las ha alejado un poco, ya ni siquiera merodean cerca de la orilla, han preferido alejarse y hasta callan en las noches y en los amaneceres, por la tristeza” (p. 45)

Ella, al principio, se retorcía por el roce de la arena fría en sus partes quemadas de sol. Yo terminé cortado con tantas piedritas y vidrios pequeños, y no hacía sino besarla por todos lados mientras, una vez más, como tonto, lloraba tu ausencia en silencio. Regresamos a la casa y seguimos bebiendo. Douglas ya no estaba en el sofá y al asomarnos a la ventana lo miramos caminando hacia la playa. Nunca nos cruzamos. No entendía mucho de lo que ocurría. Así que tomé mi lienzo, le di todo el volumen al radio, di algunas vueltas y comencé a trazar alucinaciones, lo de menos eran los colores, lo de menos era la forma, lo que me interesaba en ese momento era la fuerza de mis trazos y eso que sentía debajo de mis piernas, que eran como unas punzadas suaves que se calentaban y me paralizaban” (p. 84)

El lenguaje, elaborado y poderoso, es también decididamente ambiguo y se presta a segundas lecturas. Pero claro, no faltará el que bote el libro a la basura por cursi, o redundante.

Las tres entregas del artículo escrito por el supuesto periodista Lucas Meneses, en cambio, no buscan mayores imágenes literarias o poéticas, sino que tratan de imbuir al lector en el laberinto en el que se haya el periodista. A medida que el reportero busca el origen de las poéticas cartas, se cruza con una serie de curiosos personajes, con datos falsos y leyendas urbanas que van dibujando una espesa neblina ante los ojos de un reportero que, mientras más busca, menos encuentra. Una gorda de 100 kilos que jura ser ‘la niña’ mencionada en varios de los pasajes, pasando por un oriental que le dice a Lucas que Max y Andrea son un invento, hasta otros que le dicen que es un pintor. Finalmente, el periodista se rinde, acepta la versión más sencilla y termina su trabajo.

En el segmento final del libro, el titulado: “Carta al editor (una historia aún más reciente)”, todo cobra sentido y entendemos el verdadero sentido de las cartas. No los voy a spoilear, confórmense con saber que es un giro originalísimo, brillante, y que ya fue develado en panfletonegro, así que si quieren saber de que se trata vayan para allá.

“¿Adónde fueron, pregunto ahora, la investigación periodística, la búsqueda de la verdad en la información que se transmite?” (p. 113) pregunta uno de los personajes. La respuesta a esa pregunta no es solo el discurso del libro, sino se extiende a su relación pública, a como nosotros hemos caído como imbéciles de cuanta histeria colectiva nos han puesto en los últimos años. Un escritor crea una pequeña leyenda urbana, y nosotros la creemos, vamos por ahí discutiendo si de verdad Sofía Imber parió un bastardo que firma un libro que se supone contiene veneno, pero en realidad está lleno de algodón de azúcar.

La literatura, como toda forma de expresión artística, es un gran acto de manipulación, y Lucas Meneses lo deja muy claro con esta publicación. Al menos así lo entendí yo, ustedes dirán si estoy miccionando fuera del envase.

A mi me ha parecido un libro excelente.

Esta crítica forma parte del Club de Lectura para Blogger que en Facebook han formado un grupo de Blogger, Twitters, y generadores de contenido para Internet, en general. La idea es que si les gusta leer, y se comprometen a publicar una reseña en los plazos indicados por el grupo, se suscriban a él y compartan la lectura con los demás miembros.

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15 Comentarios

  1. Esta reseña es blanda y el libro es puro aire, pensé que en panfletonegro vería algo original, con sentido crítico. Lástima. No compren esa basura… Se los recomienda un buen lector.

  2. Pufff, qué pedantería de comentario, Santaella. Aquí también se lee y bastante.No eres el único. Tu crítica impresionista,sin argumentos y con descalificaciones de por medio, es la que me parece «puro aire». Cuéntanos, pana, ¿por qué no debemos comprar esa basura?Y no me vengas otra vez con eso de » se los recomienda un buen lector».

  3. Sólo espero que no seas Fedosy Santaella, pana. Y si eres tú, pues bienvenido a la discusión, pero con argumentos, mi «buen lector».

  4. Fedosy Santaella es un buen escritor. No creo que él haya escrito este comentario, dice uno. Aún así, es válido. Yo tengo un pana al que el libro le parece una gran mierda.

  5. Saludos amigos:

    Efectivamente, yo no escribí el primer comentario. Respecto a Lucas Meneses y su trabajo, y espero que siga adelante con sus éxitos.

    Saludos

    Fedosy Santaella.

  6. Quisiera preguntarle al autor de la crítica qué es lo mejor que tiene el libro, desde un punto de vista extrictamente literario. Y al Santaella (tiene razón Sergio M., qué pedante) que por favor argumente su comentario, porque así nomás sólo parece un envidioso. De cualquier manera ya me convencieron, saldré a buscar la novela. ¿O es una serie de cuentos? gracias

  7. Lunático. Ya lo dije en el post. Lo mejor, desde el punto de vista estrictamente literario (lo que sea que eso signifique), son las cartas. Algunas son realmente brillante, repletas de un manejo inteligente y ambiguo del lenguaje. Pueden interpretarse como poesía, y al mismo tiempo, permiten una segunda lectura. Creo que también el diario de viajes que hace el periodista Lucas Meneses, es tanbiém rico, desde el punto de vista literario. Aunque la brillantez se encuentre en el texto de las cartas. De resto, no sé como más explicártelo.

  8. el unico candidateable es : ledezma… la revolucion la matara un adeco… eso me lo dijo madan calalú…

  9. Pana, al fin vi en una tienda el libro ese, en cuya contratapa se leen comentarios elogiosos de varios sujetos, entre ellos Iván Loscher, que a mi entender nada saben de literatura. Por demás está lleno de fotos e ilustraciones pendejas, como si fuera un libro para niños, y un prólogo innecesario acerca de la identidad del autor. ¿Para qué tanta mariquera si al final no sale de closet y se queda con el seudónimo o en el anonimato? Como ese prólogo tiene partes horrorosas con siglas empresariales que recuerdan más a un curriculum vitae, puedo inferir que el resto es basura estética… Y mira, John Manuel, que cuando dices:

    «La literatura, como toda forma de expresión artística, es un gran acto de manipulación, y Lucas Meneses lo deja muy claro con esta publicación. Al menos así lo entendí yo, ustedes dirán si estoy miccionando fuera del envase»

    No, no estás miccionando fuera, sino que te estás meando encima, pues si la literatura es manipulación, pues te manipularon, loco, te engañaron y te engañaste solo acerca del valor de ese libro.

    Saludos

  10. yo no tengo argumentos para mi critica, pero igual este libro es mas subterraneo que un libro capitalista en corea del norte. hace falta mas publicidad creo, o no creo nada… las mujeres curiosas que compran sexo sentido tambien pueden comprar otra literatura. conozco a muchos carcamales literarios que se oponen a una mercadotecnia…

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