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Luisa Ortega Díaz: de Pérez Jiménez a Berlusconi

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Hay una escena de la película Ghost World, que en este mismo momento estoy viendo. En ella, Seymour (Steve Buscemi) le muestra a Enid (Thora Birch) un viejo póster publicitario de un restaurante que dice Coon Chicken (Pollo de Negros). Seymour comenta: “yo supongo que ahora, sin racismo, el mundo es mejor, pero si lo analizas en realidad la gente se sigue odiando, solo que ahora todos encontraron una forma de ocultarlo”. Dicho de otro modo, la hipocresía molesta. Ayer, la Fiscal General de la República se dejó de hipocresías, propuso de frente y sin anestesia una ley que, para decirlo sin tanta paja barata, convierte cualquier opinión en un crimen.

Se dejaron de eufemismos baratos como ‘es que queremos garantizar la ética del periodista’, o ‘incluso los opositores deben admitir que los medios asumieron una postura política’. Ya no más, ni siquiera se molestaron en buscarse a algún periodista/propagandista que saliera a abogar por la ‘dignificación’ de la profesión, simplemente propusieron una ley digna del régimen de Pérez Jiménez. De hecho, a lo mejor Luisa Ortega Díaz no lo sabe, es probable que no lo sepa si tomamos en cuenta el lamentable nivel intelectual demostrado ayer cuando se esforzaba por argumentar con inteligencia ideas absolutamente retrógradas, pero lo cierto, señora Fiscal, es que eso de ‘salvaguardar la seguridad nacional’ no es una idea suya, así se llamaba la policía represiva del régimen de Marcos Pérez Jiménez, los precursores de la Digepol, que son a su vez los precursores de la Disip.

Yo no sé ustedes, pero a mí la Fiscal me dio lástima y vergüenza. Que pobre tipa, que nivel. A Luis Ortega le hace falta leer, aunque sea, aquel manual escrito por Carlos Rangel, que se llamaba Como asesinar la libertad de prensa y recibir aplausos por ello. Pero ni eso, los argumentos de Luisa abochornarían al censurador más inexperto. Como si se tratara de George Bush prohibiendo que se tomaran fotos de las urnas contentivas de soldados caídos en la guerra de Iraq, Luisa, habló de proteger la seguridad nacional. Luisa propuso que quienes generen ‘sensaciones’ en la gente y la hagan sentir incómoda, sean encarcelados hasta por cuatro años. Esto de las ‘sensaciones’ da para hacer un libro, es penoso ver a los funcionarios públicos hablando de un país ‘sensacional’, que solo existe en sus lamentables cabecitas, y que solo puede verse a través de los vidrios ahumados de sus camionetas gringas, aisladas de la inseguridad sensacional a la que nos vemos expuestos los venezolanos. “Que se castiguen los actos que atenten contra la moral pública”, una frase que solo puede salir de una funcionaria de un gobierno ultraderechista como este que sufrimos los venezolanos. Ni Mario Silva, que vive en una de proteger la moral de los venezolanos, lo hubiese dicho mejor. Otra cosa, ¿la fiscal tiene iniciativa legislativa?

La punitividad de la ley es increíble, todo se paga con cárcel, los delitos tienen sanciones absurdas, incluyendo ese insólito delito de ‘omitir información de interés público’. Los abogados llaman “principio de proporcionalidad de la pena” a la doctrina qué establece que todo delito debe penarse con una sanción proporcional. Por ejemplo, si el delito es romper el parabrisas de un carro, la sanción es cancelar el costo del parabrisas. Pero en esta ley se pretende llevar a alguien cuatro años a prisión por no revelar la fuente periodística, o el verdadero nombre de un pseudónimo.

No puedo evitar pensar que si esta ley se hubiera aplicado en la demonizada cuarta república, muchos de los privilegiados de hoy habrían terminado en prisión. Luis Alberto Crespo tendría que haber pagado cuatro años de cana por sus artículos en el suplemento Feriado. José Vicente Rangel, cuyo deporte favorito en tiempos de la cuarta era difamar a todo el mundo bajo el pseudónimo Cicerón, hubiese pasado cinco años de su vida en el retén de la planta.

Una sensación que tengo, y mejor lo digo antes de que sea un delito, es que Hugo Chávez es la versión tropical de Silvio Berlusconi. Berlusconi es una especie de neo-fascista dandy y corrupto, que al igual que nuestro gobernante, posee un monopolio de medios y editoriales con pretensiones hegemónicas. Pero el italiano se quedó pendejo al lado del Teniente Coronel, ni siquiera Berlusconi pretende poseer cientos de emisoras radiales. Berlusconi no tiene el poder para acabar con todos los circuitos radiales que le hacen competencia, Berlusconi no puede controlar a todos los periodistas que trabajan en sus medios con la disciplina militar que le aplican a los reporteros de VTV o RNV, Berlusconi no podría pasar en Italia una ley como la que ayer propuso nuestra lastimosa Fiscal General. Además, los medios de Berlusconi no son tan malos, cretinos, mediocres y balurdos como los medios del estado venezolano.

Con la aprobación de esta ley, y la casi segura aniquilación de prácticamente todas las radios independientes de Venezuela, se constituirá en el país el más grande monopolio mediático que tenga persona alguna en Latinoamérica. Ni el magnate mexicano Carlos Slim tiene tantos medios en su poder.

Gustavo Cisneros y Wilmer Ruperti, hacen la alianza con el gobierno, mandan a callar a sus periodistas, le hacen propagandas al régimen, sacan de la pantalla a periodistas y anclas incómodos, y le dejan el espacio abierto a monigotes como Leonardo Padrón, retiran de sus pantallas las historia miserables del día a día, los crímenes cotidianos, la naturalización de la violencia, la putrefacción de las cárceles, la corrupción orgiástica, y toda la descomposición social de Venezuela, para darle más espacio a las ‘historia inspiradoras’ de peluches inofensivos como Gustavo Dudamel, magníficamente desmontada por Frank, en un artículo de indispensable lectura.

Así se construye una alianza: el gobierno respeta el manguerazo de dinero de Ruperti y Cisneros, mientras Cisneros y Ruperti elevan al olimpo público a los farsantes del gobierno y minimizan la alteridad, las cosas que, como decía Irene Sáez, afean el ambiente. Sintonicen Canal I y Venevisión y encontrarán el mejor testimonio del Socialismo del Siglo XXI: ridiculización de la protesta pública, magnificación de la obra de gobierno, conductismo, anulación del pensamiento crítico y un seudo-optimismo que pretende convencernos de que todo está bien. Cualquier parecido con la actitud de Fox News en la anterior administración norteamericana no es mera coincidencia, de hecho, Venevisión asumió el lema Información justa y balanceada, que era la misma frasecita cursi e hipócrita que usaba la cadena de Rupert Murdoch para justificar su línea informativa, siempre en cuatro patas frente a los dictámenes del Pentágono.

“Es necesario regular la libertad de expresión”. La frase hay que guardarla, a la postre quedará como la esquela perfecta de este gobierno.

No faltará el pajúo que venga a dárselas de imparcial, y que incluso se le ocurra que la ley propuesta ayer debe ser debatida. Incluso es bastante factible que en los próximos días aparezcan los palafreneros de Periodistas por la Verdad a darle basamento gremial a la patraña de Luisa Ortega, también es de esperar que los intelectuales de foami que acompañan al régimen aparezcan a convertir la censura en una idea razonable.

A principios del siglo XX un abogado y antropólogo llamado Madison Grant escribió The Passing of the Great Race or The racial basis of European history, un libro que fue considerado genial al momento de ser publicado. El señor Grant fue admirado por su libro, que era un amplio y sesudo razonamiento que ‘demostraba’ la superioridad de la raza nórdica por encima de las demás. El tipo fue admirado, condecorado, y hasta Hitler lo saludó por su libro, diciendo que su teoría era una inspiración para él —y vaya que lo fue—. Es simple, si argumentar que una raza es superior a otra es fácil, argumentar que la libertad de expresión es una mierda ha de ser más sencillo, lamento decir que en Venezuela no faltará el pendejo que se deje convencer, total, la retórica da para todo, especialmente si viene acompañada del romanticismo populista tan propio de nosotros.

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