panfletonegro

Artificial Kingdom: a propósito de la última exposición de Muu Blanco

Reino de la censura. ¿Duermen ustedes, señores del Colegio Nacional de periodistas? Ya lo creo. ¿Y la insigne comunidad de blogueros? También aletargada, roncando en los laureles de la banalidad y la corrección política. Pura hambre y sueño con ustedes. La plaga, el tedio y la convencionalidad del periodismo oficial invaden al círculo vicioso de la virtualidad por internet. Después no se quejen.

Panfletonegro, por ejemplo, es la punta del iceberg de una crisis general, de un proceso de adormecimiento y depresión colectiva. Los foros no se levantan con nada y apenas logran superar el promedio máximo de diez o doce comentarios por entrada. Olvídense de aquella época de oro de polémicas encendidas y techos de 150 perdigones por diana.

Hoy ni siquiera existe la voluntad de disparar y mucho menos de erigir un blanco acertado para desplegar el polígono de tiro. Las balas se mojaron, los cañones se doblaron y en algún momento perdimos la mira telescópica.

Por lo momentos, da igual, da lo mismo leernos aquí a pasearnos por las apoltronadas páginas de Papel Literario. Incluso, hasta cabe la comparación con cualquier ensayo hemerográfico de pocas luces y demasiado autobombo narcisista de la generación extraviada de Marcapasos, un grupito ucabista de cuarentones aburridos, condescendientes y escaladores, con fuerte complejo de inferioridad. Su único objetivo es hacer nombre, figurar, sacar una revistica, reunirse con los poderosos, sentirse parte de una élite y darse viajes de éxito por bienales, para tomarse fotos con Juan Villoro y caerse a tintos con el combo de los 39 gafos de Bogotá.

A tu salud Rodrigo Blanco Calderón. Brindemos por ti con una degustación de Salmón podrido en una mesa de intercambio de libros de Relectura, bajo la divertida compañía del tío Federico Vegas, el del curioso caso del niño de la maleta. Nada cambia en la clásica reunión de los Gatopardos. Ahora es cool y chévere menearle la cola al clan de “4 Crímenes, 4 Poderes”. Bienvenidos, como diría Eco, al éxtasis del populismo mediático a paso de cangrejo, el olorcito de nuestra clase intelectual. Es el festival del “Red Crab” a mitad de precio. Compre ya su tenaza, su jaiba de río en el mismo mercado editorial de “La Dosis” y en la feria del libro.

De cualquier forma, ante el vacío de referentes y de discusión, venimos de regreso a buscar problemas. Voy por ti, amiguito bobo, mitad bohemio, mitad bolsa. Eres fastidioso, frívolo, ñoño, fofo y encima te la tiras de rata. No me hagas reír. Tu escribes para ser querido, como la profesora Milagros Socorro. Yo lo hago para ser odiado, para sacarte la piedra. Ese es mi trabajo. Y para hacértelo menos llevadero, te recomiendo acompañarlo con la siguiente musiquita:

Prepárate, porque como siempre, lo que vienes es candela cerrada, sin mordaza, sin ley resorte, sin discriminación selectiva, sin la presentación de Don Antonio López Ortega y Nelson Rivera. Con todo contra todo. Como a ti te gusta, mi vida. Una pildorita de 4 minutos y medio de puro horrorcore. Disfrútalo papi.

Para empezar, hablamos de la exposición bufa de Muu Blanco, el artista modernillo cabeza hueca con aires de trascendencia y futuro seguro de vaca sagrada.

Pronto, muy pronto inauguraremos el salón Muu Blanco, la unipersonal Muu Blanco, patrocinada por tu museo y por tu galería favorita. Escríbelo en el guión de Ruth Auerbach.Tu sabes como es, Federica(Palomero). Tu también Dianita(López). A lo mejor Suwon Lee la organiza en los espacios cálidos de Oficina Número Uno. Propongo a Luis Romero como curador de la charada, y si quieren yo redacto el comunicado de prensa con Sergio Barrios y Pian, los noviecitos de la Santa Lucha por la locha.

Un boxeo de sombras mentadamente periférico, pero bien complaciente con el público joven consumidor de basura contracultural de diseño, musicalizada por colectivos de selectoras neuróticas y alienadas, desesperadas por alcanzar sus quince minutos de fama. La muerte del arte irreverente en la era de Facebook y la masificación del concepto de celebridad. Nunca faltará un crítico o un columnista “comprometido” encargado de justificar semiótica y académicamente semejante impostura, al echar mano de una forzada batería de citas contradictorias o frases incomprensibles.

Y después se llenan la bocota y se dan golpes de pecho al referirse al andamiaje propagandístico del conservadurismo gobiernero. En realidad, no existe una estética alternativa al margen del status quo, pues el propio Sergio Barrios y su novia podrían participar en las iniciativas impulsadas, directa e indirectamente, por el Ministerio del ramo apadrinado por Farruco Sesto y Héctor Soto. Verbigracia, los ganadores y participantes del Salón Pirelli forman parte de la supuesta congregación de jóvenes heterodoxos y blasfemos, excluidos del sistema. Mentira. Ellos salen del Mac para terminar exhibiendo en los pasillos pulidos de la Ascaso y compañía, al peor estilo de Carlos Zerpa.

Justamente allí encaja la “propuesta sonora” de Muu Blanco, a quien el centro Goethe le pagó un pasaje para Berlín, con el propósito de recrearla en la Sala Mendoza a través de una instalación acústica.

Otro tanto hizo el artista alemán Robert Lippock, pero en Caracas, a efecto de “estrechar lazos culturales entre los dos países”. Un proyecto demagógico, de embajada y de limpieza de imagen, saldado con un enorme y estruendoso fracaso. Más del mea culpa pangermano tras el fiasco de Hitler en clave de tolerancia neocolonial y aperturismo hacia el tercer mundo, con fines específicamente comerciales por detrás. Típico caballo de Troya envuelto en un celofán de domesticación y buena conciencia.

Así las cosas, la inauguración de la expo de Muu tuvo lugar un fatídico sábado del mes de febrero, donde la gente fue con la creencia y la convicción de ir a disfrutar de un coctelito chic a lo “Barra Bar”, a lo “Trasnocho Lounge”, a lo “Teatro Bar”, a lo “ONG”, a lo bernisage de Sergio Barrios, amenizado por un par de diyeis multidisciplinarios.

Imagínense el espectáculo y el circo de la puerilidad con payasos venidos de diferentes direcciones, procedencias y orientaciones ideológicas.Habían payasitos de color rojo, payasitos de derecha, payasitos saltarines de la prensa, la radio, la música y la televisión. Pero a pesar de las diferencias de corte y costura, algo los unificaba: la necesidad de ver y ser vistos, de llamar la atención a golpe de gritos, alaridos y conversaciones a “full volumen”.

En tales circunstancias, comenzó la presentación de Robert Lippock, tras la introducción de un pez gordo del Centro Goethe. Acto seguido, el artista germano irrumpió con su “paisaje sonoro” fabricado en Caracas. El perfomance requería ser escuchado en silencio para poder apreciarlo a plenitud, en función también de las pésimas condiciones del audio. Sin embargo, la audiencia como si nada, inmune, apática y en lo suyo, deambulando por allí y parloteando por allá. De hecho, el igualado y engreído Muu Blanco daba la pauta de comportamiento al lado de las cornetas, cuando no paraba en mientes para seguir murmurando pistoladas mientras Lippock hacía su trabajo y veía a su colega con miradas de odio. Pero Muu ni cuenta se daba o ni se daba por aludido. Así es de competitivo, arrogante y desconsiderado para con sus congéneres. El pobre no tiene conciencia del respeto por el espacio del otro, y de las mínimas reglas de cortesía para con los invitados internacionales.

Naturalmente al concluir su actividad, Robert Lippock agarró el micrófono de forma aireada y enfrentó a la concurrencia: si quieren hablar, yo no tengo problema, pero por favor háganlo afuera, porque mi trabajo es para ser escuchado en silencio y en paz.

De inmediato, un pequeño sector de la multitud se solidarizó con el agraviado, al aplaudirlo a rabiar. Por su parte, Muu Blanco no dijo ni pío, ni se inmuto. Lo dicho:es un cobarde y un egocéntrico. De ahí el desastre de su puesta en escena y de su intervención, carente de vuelo y de genio, aunque sobrevalorada por la ignorancia del auditorio, capaz de afirmar al unísono: esto sí es música, esto sí es tripa, esto sí es fino. Bullshit, falso, respuesta equivocada, embuste, pamplinas. Lo de Muu fue patético, triste y trivial. Un lugar común, un no lugar sin identidad, como sostendría Marc Uge. La cosa sonaba a puki puki de Muu, secundado por ruidos y campanas extraídas de cualquier librería de efecticos. Así era imposible abstraerse del contexto y trasladarse desde el inconsciente a la ciudad Berlín. En dos platos, te sentías en el interior de un paisaje trillado y despersonalizado, funcional y adaptable a cualquier entorno, cual tonadilla electrónica de ambiente para un hilo musical de un Hotel, de un aeropuerto. Y ojo porque no es música conceptual de aeropuerto a la usanza de Brian Eno o de los maestros del paisaje sonoro: los chicos malos de la escuela Fluxux, las obvias fuentes de inspiración para Robert Lippock, a años luz de la lechita pasteurizada de Muu Blanco, cuyo sabor empalagoso hace las delicias de grandes y chicos, a costa de avivar el desinterés del paladar curtido en mil batallas.

La leche de Muu Blanco tiene fecha de vencimiento, cae pesada y huele mal, muy mal. Para nosotros, huele a trampa ,a estafa. No era necesario trasladar a la vaca de Muu a Berlín, para ordeñar sus mugidos prefabricados en ordenador. Con dejarla encerrada en su habitación, bastaba y sobraba para obtener el mismo resultado technoboy,lleno de clichés reverberantes combinados con ecos de calle y repiques de campana. En el centro de Caracas conseguiríamos, de seguro, un “paisaje” idéntico. En paralelo, la propuesta de Robert Lippock tampoco llegaba a satisfacer las expectativas por redescubrirnos a través de la experimentación con el campo sonoro. Al respecto, su pieza pecaba de superficial y turística a la hora de recrear el complejo, caótico, mutante y polivalente horizonte vernáculo.

En suma, dos intervenciones fallidas y deslucidas representativas de la progresiva decadencia, fatuidad y autoindulgencia del mundo del arte. El imperio de lo efímero encerrado en un microcosmos de simulaciones y simulacros. El engaño continúa.De nuestro parte queda la voluntad y la responsabilidad por desenmascararlo como opio, adormidera y mitología. Es la guerra por la emancipación de la memoria y la mente esclavizada por la teología y por el reinado kistch de las apariencias.

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