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Una miopía muy venezolana

Cuando el Rey de Epiro navegó la multitud de cuerpos destajados en el campo de batalla, exclamó, “otra victoria como esta y estaré vencido”. Había ganado una batalla contra los romanos, pero la violencia de la masacre le había costado todo su ejército. Su nombre propio, Pirro, dio nacimiento a la expresión “victoria pírrica” que ya habrán entendido, aunque si me preguntan a mí, debería significar “muerte estúpida” ya que Pirro murió en Argos cuando alguien lanzó una teja desde una casa y se la clavó en la cabeza sin querer. Digno final, dirán algunos.

Al ver el júbilo despertado por las elecciones me da por recordar a Pirro. Tal vez esté malinterpretando los signos de “la calle” y “el pueblo”, puede ser que la fiesta se deba simplemente al hecho de que ya se acabó la ley seca. Ahí yo también celebraría. Pero ahora que han pasado un par de días, vale la pena preguntarse, ¿qué pasó? ¿Qué fue exactamente lo que se votó?

A veces pienso que el pueblo venezolano está atrapado en la película intraducible, “eternal sunshine of the spotless mind”. Ya saben, aquella donde Mark Ruffalo va por ahí borrando los recuerdos de la gente. Porque es increíble que, a sólo tres días de una elección con carácter leguleyo, uno lea comentarios de gente estudiada y educada que votó a favor de la enmienda arguyendo que apoyaron la iniciativa porque bajaron las tasas de interés de los apartamentos o porque ahora sí pueden comprarse un carro. Según esta lógica, las personas que se opusieron a la enmienda son egoístas que desprecian Mercal y sólo quieren que los pobres se mueran de hambre como en Calcuta mientras ellos beben güisqui. ¿Vieron pasar a Mark Ruffalo? ¿Cuál era la pregunta otra vez?

Lo que dejamos de ver es que hay ocasiones en las cuales el método, la forma en la cual alcanzamos los resultados, es más importante que el resultado mismo. ¿De qué sirve que usted saque un doctorado en física si se copió la tesis completa? ¿De qué sirve ganar la batalla si perdió todo el ejército?

Esta “miopía de júbilo muy venezolana” es lo que estamos padeciendo en estos momentos y es la amenaza más grande que se le presenta al país. Pongamos los cosas en perspectiva: (1) La opción del Sí ganó, de eso no cabe la menor duda. Pero lo que tampoco se puede negar, sin importar el partido político o preferencia sexual que se tenga, es que el gobierno violó los artículos 67 y 145 de una constitución que él mismo redactó.

El artículo 67 prohíbe el uso de recursos públicos para campañas políticas. El 145 prohíbe la participación de empleados públicos en actos de proselitismo en sus puestos de trabajo.

Es más, el artículo 207 de la Ley orgánica del sufragio y participación política prohíbe el uso de propiedad pública para campañas políticas. El artículo 215 de la misma ley establece que los empleados públicos deben permanecer políticamente neutros y que no pueden hacer campaña durante horas de trabajo.

Estemos claros: No se trata de pequeñas transgresiones legales aceptables, como quien compra una película quemada en Chacalto. Se trata del uso flagrante y desfachatado de todos los recursos del Estado a favor de un gobierno (lamentablemente, en Venezuela Estado y gobierno son lo mismo) y del desconocimiento directo, con premeditación y alevosía, de unas leyes que el propio gobierno redactó hace nueve años. Esto es lo más importante de la elección del domingo, porque esta no es la última elección de la historia y por tanto tiene consecuencias sobre el futuro de mi país. Vale la pena preguntarse entonces, ¿cuáles son las consecuencias de estas violaciones a la ley? ¿Cómo podemos entender y justificar estas acciones? Me permito compartir algunas reflexiones sobre esta miopía pírrica, la forma en la cual se nos presenta y sus posibles resultados a futuro.

a) “El relativismo maquiavélico socialista”. Muchas personas que votaron por el Sí argumentan que toda esta perorata constitucional que he llevado a cabo es irrelevante y pierde sentido cuando se contrasta con algo como, “los pobres están comiendo”, “ha disminuido la pobreza”, “se están repartiendo casas” o cualquier otra justificación barriguista. No creo que tenga que explicar lo que esto implica: Romper la ley está bien, siempre y cuando la vida de los pobres mejore. Puede ser. Es un punto a discutir, sobre todo hasta dónde es válido romper la ley. Lo que si es innegable es que nadie que se precie de demócrata, que crea en las Instituciones y el voto como forma de organización política, puede aceptar tal transgresión legal. Es sencillo: Si esta es su justificación, salga del clóset y acepte que no le interesa la democracia, que toda ley queda supeditada a la mejoría del pueblo. Deje de ser contradictorio. Diga que la constitución del 99 era una simulación, un relajo que estaba allí para romperse. Las leyes o se respetan o no: Si un semáforo no regula el tráfico sino cuando a los conductores les da la gana, pues no sirve de nada y es mejor quitarlo.

b) “La depuración histórica”. Otro argumento es que, mal que bien y no sin trastabillar, el país progresa y mejora históricamente y que todo esto no es sino parte de un proceso. La persona que admite que sí, que hay mucha corrupción en el gobierno pero que es un mal a combatir y erradicar a futuro. Esta incongruencia ya la habíamos tocado en “me gusta cuando callas…”, pero es simple: ¿Cómo puede un gobierno que rompe la ley cuando le viene en gana explicarle a los ciudadanos que ellos sí deben respetarla? No existe caso alguno en la historia de un país que se haya enderezado, reducido la corrupción y el despilfarro, mientras el gobierno rompe sistemáticamente la ley. Su padre fuma y le explica que no fume. Que es malo. Esta contradicción no puede ser eliminada históricamente y hay numerosas pruebas de otros países que han ido por esa vía sin llegar a ningún lado.

c) El abuso sistemático. Una predicción-pregunta. Si el júbilo miope es lo que importa, si ganar la elección a cualquier costo es lo fundamental, ¿qué nos hace pensar que esta práctica no se repita en el futuro? ¿Qué nos hace pensar que en el 2012 la campaña no se lleve a cabo entre el candidato del petroestado-gobierno-partido con todos sus recursos, versus el happy outsider que escape a la inhabilitación? No se cambia una fórmula exitosa. Mucho menos cuando nadie se queja y todos lo aceptamos tácitamente.

Es por todo lo dicho más arriba que el trabajo de todos los venezolanos que se precien de demócratas, sean de la tendencia que sean, debe ir orientado a enderezar los desmanes de esta elección. Esta campaña debe quedar enterrada como la excepción de los excesos y abusos electorales. Si no, si romper la ley se convierte en norma con tal de ganar elecciones, habremos terminado de destruir la institucionalidad democrática en Venezuela.

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