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Manifiesto de mi generación de mierda

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Esta generación APESTA

Es de mañana, bien de mañana. Estoy haciendo lo mismo que hago desde que mi mamá se fue de la casa, lo mismo que hago todos los días desde antes de que me salieran pelos debajo del brazo. Estoy fumándome un Belmont© Suave, colando un café, asando una arepa y evaluando qué es lo que voy a hacer durante el día. Esa es mi rutina desde los nueve años.

Estoy de buen humor, o digamos en un no-estado humorístico; es decir, no me siento nada mal pero tampoco bien. Al ver que la olla de agua ha hervido, le agrego café y la vierto sobre el colador; cuando lo hago, noto que desde hace un buen rato no escucho radio en las mañanas. Dejo la ollita en el fregadero y coloco el cursor de la radio en el 107.3 es Chataing.

El programa de Chataing es el mismo, solo que ya no está Erika de la Vega. Los chistes son buenos e ingeniosos, como siempre, pero ya no me hace reír. No sé cuando pasó, pero sé que desde hace un tiempo Luís Chataing no me hace reír nadita con sus chistes; lo agregué al Facebook, me gustó su trabajo en Al Borde de la Línea pero hay algo en Chataing que ya no me gusta. La culpa no es suya, de eso estoy seguro, pero mía tampoco.

Es viernes y voy a comprar Urbe. Es la tercera edición del rediseño, en portada está Rosalinda Serfatti. El nuevo Urbe es una cagada, el diseño está fino, el trabajo gráfico es inmejorable, pero el contenido una basura. Urbe fue mi periódico en la adolescencia, era el semanario que leía escondido en las gradas del Liceo Luís Eduardo Egui Arocha. La primera edición de Urbe que cayó en mis manos tenía a Enrique Enriquez en portada y hablaba sobre la zoofilia. Desde que lo leí me hice fanático y discípulo de éste semanario, así como Sr. Cobranza se la pasa citando a Cahiers Du Cinema y los libros de Baudrillard, para mí Urbe y Adriana Lozada eran mi religión, yo podía quedarme sin real para los cigarros que me encaletaba el Portugués de la Panadería El Picacho, pero JAMÁS, me quedaba sin real para comprar Urbe. Urbe era un semanario subversivo y desencantado “construyan ustedes su país que nosotros construiremos el nuestro. Un país que desde hace rato tiene sus propias disqueras, sus propios eventos, su propia estética y, a partir de ahora, su propio periódico”. Rezaba la primera edición de Urbe que conseguí comprándosela a un lector que me dijo, cuando me la vendió, que algún día iba a aburrirme de Urbe. Pero yo entendí que Urbe era un semanario y que como tal tendría sus épocas buenas y malas. Pero leía y leía y más me gustaba; que gran semanario y lo mejor era que en el Liceo el único que lo leía era yo, siempre escondido de algunos profesores que decían que era un diario inmoral, siempre escondido de mi papá que una vez se horrorizó con una edición especial dedicada a las orgías. Lo mejor de Urbe era el espíritu insurreccional de sus páginas. La reseña que hizo Gabriel Torreles de un concierto de Lenny Kravitz en Miami, el corazón de la estupidez humana, es de antología. Sexo Hablado con Luís Delgado, no joda, aprendí mil veces más con esa columna que con cualquier otro tratado sobre el sexo. Los reportajes, siempre duros y demoledores, la arrechera e inconformismo que se exhalaban aquellas hojas… Pero sobre todo, los editoriales de Adriana Lozada, la forma en que esa chica escribía… …fue mi primer encuentro con esa forma ruda y miserable de escribir, era cuando yo no me había leído ningún libro y mi visión del mundo era tan obvia y superficial como una canción enaltecedora del espíritu humano entonada por Ricky Martin. Ah y hablando de Ricky Martin a Henrique Do Couto le debo el haberme enseñado como y con qué se comía el rock made in Venezuela. Se fue Adriana y yo lloré su ausencia, se los juro. Rebolledo hizo el esfuerzo, pero eran los días del paro, del golpe, de Carmona y de este país de mierda hedionda y putrefacta en que vivimos hoy. Estuve un rato descansando de Urbe. Lo empecé a comprar de nuevo a finales de 2003. Torrelles me re-enamoró de Urbe (adelante, llámenme jalador de bolas. Ya sé que esta frasecita es una jaladora de bolas, pero este artículo es un desahogo y cuando uno se desahoga y suelta lo que lleva por dentro pues las posturas se van al coño). Incluso con Urbe Bikini llegué a ser tolerante, a pesar de que la fórmula Maxim me parece sumamente aburrida, he de reconocer que Urbe Bikini fue entretenida y divertida a ratos y creo que siempre caminaron sobre la delgada línea que separa la basura comercial del material que vale la pena leer (también comercial, sin duda). Vino Giselle aunque su estadía en Urbe no le dio nada nuevo al diario; pero Giselle era disfrutable, al menos conservó lo mejor que tenía el semanario: Los reportajes de Ambar, los relatos de Wolf, Sabrina Villegas una digna sucesora de Luís Delgado, los extraordinarios artículos de Juan Pablo y su muy desmitificadora columna “Quiero ser” y hasta la chica tropicaliente con sus burlas a las especies masculinas venezolanas, en fin, no fue una mala etapa. Pero Giselle se fue y no estoy seguro de en que punto, pero Urbe dejó de ser independiente y pasó a ser el semanario de la malparida Cadena Carriles, llegaron Gerald y Lizandro y eso se terminó de desbaratar. Hace tres ediciones vengo leyendo comentarios de gente descontenta por el nuevo Urbe y las respuestas que le dan los editores son “vete al carajo, me importa un pito, Urbe es nuestro y se vende, se vende, se vende” incluso, en uno de los comentarios el señor Lizandro el tipo se regodea en que Urbe ahora vende 75.000 copias, que se vende más que nuca y por eso estos pajúos creen que son la gran vaina. ¿Cuándo fue que Urbe dejó de ser la Brújula de la Ciudad y un semanario arrecho y alternativo y se convirtió en una porquería editorial que se preocupa por la caja y por las ventas? No se, debe ser igual a cuando dejé de divertirme oyendo a Chataing. El Urbe de hoy no le hace daño a nadie, nadie lo odia porque es un semanario inofensivo y tonto y egocéntrico y ladillúo y mediocre y comercial. Por eso ahora optan por la corrección política, por eso sus reseñas musicales son tan vacuas, por eso sus reportajes no producen un coño, ni risa ni nada, por eso ahora el reportero principal es un pobre tipo llamado Carlos Piña cuyos reportajes son de un simplismo vergonzoso. Por eso es que Urbe se vende más que nunca, así como Sábado Sensacional y su Bailando Con Los Gorditos se ve más que nunca, porque Urbe pasó de hacer unos subversivos reportajes sobre el Miss Venezuela a cederle sus portadas a las chicas de Osmel, porque Urbe pasó de ser el semanario de pinga que leía escondido a ser el semanario mediocre que todos quieren comprar porque es COOL. De hecho a Urbe le pasó lo mismo que a Carla Tofano, se sifrineo; así como Tofano escribía unos deliciosos textos en Urbe donde disparaba contra todo el mundo y ahora es la pésima conductora de Ciudad Glam y la reaccionaria mediocre que determina lo que es in y lo que es out, lo que es cool y lo que es fu, lo que es fashion y lo que está fuera de onda, Urbe pasó de ser el vocero de tendencias subversivas y discordantes a ser el reflejo del fashion, de la crónica al estilo de boca en boca y del faranduleo. Urbe es hoy una oda a la corrección política, al sexo calenturiento pero en el fondo poco atrevido y conservador, al danielsarquismo, solo falta que les hagan un Reality Show.

El día sigue, y yo solo veo gente asqueante a mí alrededor y me asqueo de que me asquee. ¿En que punto la mayoría de la gente empezó a parecerme tan desagradable? Un pavo habla con otro pavo de los carros que nunca podrá comprarse y de las mujeres que nunca se ha cogido y nunca se cogerá. Una sifrina habla con otra de nada, llevan media hora hablando y no se han dicho nada. Todos en San Antonio de los altos son víctimas del fashion, víctimas de la moda punk, de las crestas y cadenas de perro, todos son dizque emos pero tienen una enorme sonrisa en el maldito rostro, todos se las tiran de arrecho: un motorizado lanza su motocicleta sobre la acera y una señora debe alzar a su niño para que no se lo arrollen. Uno de los pseudopunk arroja una lata de refresco en la acera mientras una chica del Bosque Tamanaco sale con su Puddle a caminar la Perimetral y deja las plastitas de mierda del perro en toda la acera. Vamos por ti, me dice Pablito Medina, Somos garantía democrática me escupe un adeco, Un sanantoñero para San Antonio me espeta el cinta negra que cree que por ser karateka puede ser un buen Alcalde, Por un municipio Rojo-Rojito susurra una tímida pinta sobre el elevado.

Esta generación, la mía, la de los que nacimos entre 1980 y 1985 no tiene nada que hacer. Sus héroes se institucionalizaron y se volvieron basura, se vendieron. Nadie vale nada. Esta generación habla mucho, sí, bastante, pero no tienen nada que decir. Esta generación anda en grupo al punto de que andar solo se considera una raya, pero es incapaz de tener algún sentido de solidaridad con el colectivo, es una generación individualista que se destruye a si misma, una generación de seres que se pisotean para alcanzar algún puesto en la empresa o para surgir entre el grupo, para ser el lider, es la generación del chisme para destruir, de la amistad como compromiso social, pero no como sentimiento real, es el individualismo como pesadilla evolucionista, es la supervivencia del más fuerte, es la idea de que todos no podemos surgir sino unos pocos que solo lo harán si pisotean a los demás. Esta es una generación que se jura lealtad y que dice la palabra amor con más fruición y constancia que las generaciones anteriores pero al mismo tiempo es una generación que vive en la traición, en la puñalada trapera, en la zancadilla a traición, en la competitividad sucia. Somos una generación que prodiga la verdad como un valor, pero no podemos parar de mentir y de fingir y de aparentar y de disfrazarnos. Somos disfraces en un carnaval de hipócritas.

Yo no creo en nada ni en nadie, este mundo es una mierda, yo soy una mierda y este manifiesto no quiere cambiar al mundo ni mucho menos, solo quejarse de los locutores que ya no dan risa porque son tan o hasta más prefabricados que los que critican y de los semanarios que solo piensan en vender y sacrifican así su espíritu libre y subversivo a cambio de unos reales, es un manifiesto contra una ciudad de hipócritas engreídos que han construido un pantano cubierto de casas bonitas y edificios que solo caben en la imaginería clasista de Elías Santana y de la Sociedad Sambil. Los chavistas aquí, de fans enamorados, celebrando las bravuconadas del payaso que nos gobierna; del otro lado los opositores, que le hacen el coro a López y Rosales, por mí que se los cojan por el culo a todos…

Mientras, yo, como siempre, tengo ganas de morirme, nada me gusta ni me atrae, todo me sabe a, y me importa, una mierda.

Mientras uno sigue sobreviviendo, porque sí, porque en el fondo uno es un pobre pajúo sin esperanzas para soñar, pero sin la desilusión suficiente para un suicidio o para hacer algo realmente trascendente. Vengo a Panfleto Negro , un refugio Web que me gusta y me encuentro con una ladilla de que a Panfleto Negro hay que blanquearlo y ponerlo bonito y políticamente correcto, que aquí no debemos criticar a nadie y que se supone que Panfleto Negro debe morir y conformarse. Que va señores, esta página, con sus defectos, es una de las pocas cosas realmente coño e madres que hay en Venezuela, me gusta entrar aquí y leer cosas escritas con ingenio deflector. En lo personal, no sé que carajo le pasa con esos peluches y peluchas que vienen a ladillar con sus objeciones de doñita y sus espantos de Martha Colomina. Váyanse al diablo; este mundo se acaba, mi generación se está encorbatando y todos mis amigos ahora solo quieres ser: alguien en la vida, así que solo nos queda este inconformismo y la malasangre que vertemos en este sitio.

Hace poco vi un cortometraje del Krisis, que espero que el mismo se encargue de publicar para que todos lo aprecien. El corto es la historia de un joven artista anti-sistema que se ve confrontando a sus amigos cuando estos empiezan a “madurar” y a querer ser alguien en la vida y toda esa mierda. Me sentí identificado con el corto, porque yo estoy viviendo lo mismo. Todo se va o quizás nunca existió, todo se pierde, todos maduran, todos crecen. Urbe quiere vender, Chataing se engoló y acartonó y ahora es tan popular e inofensivo como Daniel Sarcos, San Antonio está en las garras del conservadurismo doñil, los comentarista de Panfleto lloran porque les duele un piche articulito y piden corrección. Bah. Este mundo, mi mundo y mi generación, se volvieron mierda.

Por eso soy y siempre seré un desadaptado.

Me siento como Jeremy(Por cierto; esto, también es comercial y parte del sistema y blah, blah, blah, soy un pajúo)

John Manuel Silva.

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