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De cuando Milagros Socorro se hizo pasar por Milagros Socorro


Ruin arquitecto es la soberbia;
los cimientos pone en lo alto
y las tejas en los cimientos.

Francisco de Quevedo y Villegas

Quise escribir un cuento de cómo sería parecerse un rato a alguien, y como vengo de la semana de la nueva narrativa venezolana y salí muy impresionado de la jornada de hoy, decidí escribir el cuento, un rato pareciéndome a Milagros Socorro, pero después no me dio como para cuento, porque tenía que describir bien los personajes, haber hablado del petróleo, siempre hablar con la boca como si solo pudiera pronunciar una O, haberle hecho una mala entrevista a Nelson Garrido, tener que echarme laca en el pelo y dije no, yo no puedo, borracho como soy yo no estoy como para encartonarme y aparentar públicamente esa pose de “yo seré la sucesora de los notables del país” y menos en este país donde la gente notable se levanta a las seis de la mañana y trabaja durísimo y no tiene tiempo ni para escribir su nombre y menos para criticar a unos muchachos que escriben unos cuentos, entonces decidí mejor jugar, escribir a mi libre albedrío, de esta manera libertina y falto de conocimiento que llevo encima, de esta falta de carrera universitaria y como a mi si me gustan los juegos pues, un poco de lo que uno sabe hacer, que es nada, y así aprovecharme, de manera irresponsable, de echar al universo con voz clara el padecer que tuve que vivir como público hoy gracias a Milagros Socorro.

Yo me parezco mucho a Milagros Socorro, digamos, me explico. Puedo ser tan hostil, intolerante, grosero e insoportable como ella, por citar un ejemplo caliente (porque llovió y refresco pero eso fue un pelito nada más) si estuviera de invitado como panelista a la semana de la nueva narrativa venezolana me dedicaría a meterme públicamente con los cuentos de la gente, porque en el fondo yo soy un poco de eso que ella es, eso que juzga hasta el punto y coma, eso que no respeta que la juventud es celebración y espontaneidad, esa maestra que en todo momento ve oportunidad para dictar cátedra, eso que busca ponerle el dedo a la llaga y hacer que la cosa reviente, bueno ahora que lo pienso Milagros Socorro es mucho más guapa que yo, honor a quien honor merece, no nos parecemos tanto en ese sentido, sin embargo yo no soy de Maracaibo, punto a mi favor.

Buscando símiles, y pido disculpa por comparar barrendero con diputada, siempre es una buena forma de empezar buscando lugares comunes, si es que se quiere empezar uno a parecerse a alguien, aunque algo que no tiene buen comienzo pues ya se sabe. Me encanta poner muchas comas, exagerar en el uso de ellas, decir una cosa, otra cosa y otra más solo para usar muchas comas, en ese sentido no escribo como Socorro pero si como por Milagros. Hoy Milagros Socorro se pavoneaba con su buena frase, no hay que dudarlo “si el texto no lo necesita: sobra”  y luego se metía con una niña que cayó en la desgracia de haber sido su alumna, y le decía públicamente, insisto “PUBLICAMENTE” una y otra vez los errores de su cuento ¿es acaso necesario? ¿Qué necesidad? En todo caso la muchacha se lo caló completito y casi con abnegación le bajó la cabeza para que ella le diera fuetazos una y otra vez por haber mandado ese cuento tan malo a la semana de la nueva narrativa venezolana que invita a panelistas que se dedican a destruir a los nuevos narradores venezolanos, por supuesto que como público estaba confundido, pero Ana Teresa Torres me aclaró, es una cosa de encuadre, perspectiva, y yo por dentro, coño si soy bruto carajo!.

Yo estaba en el público y la verdad no me gustó el cuento de la muchacha y ahora como Milagros Socorro lo digo públicamente, soy igual a Milagros, pero por qué no decirlo también soy público, soy lector, un simple y mortal ser humano que va a cuanta cosa literaria hay porque me caen bien los escritores y de alguna forma los admiro y quisiera ser tan silenciosos como ellos, bueno como algunos, Milagros para nada es así. En honor a la verdad no me cautivó tanto el cuento pero no sentí que había perdido mi tiempo por haberlo escuchado, igual los otros cuentos que se leyeron no me gustaron pero no podía negar que estaban bien contados y que una que otra vez me reí, yo creo mucho en la risa, nosotros los que no sabemos nos gusta reírnos -es verdad- no por mofa sino más bien por drenar, por no parecernos a las viejas esfinges que pasan factura generacional a todo lo distinto a todo lo raro a todo lo disímil.

Como público me llevé mi fuetazo, fui a un evento donde esperaba escuchar a una panelista que dejara que el evento sucediera, que dejara que la vida continuase incluso a pesar de que a ella no le hubieran gustado los cuentos, pero no pasó, el evento fue ver a Milagros enseñando en un taller público, cómo escribir, la verdad me dio mucho orgullo ver la nobleza de los escritores que no sé por qué llamaron “cuentistas” palabra más fea que ¡verga! Insisto ver cómo esta gente a pesar de entender el chaparrón que les caía no “pisaron cobija” y no cayeron en el error de discutir si su cuento era bueno o no, más bien esta gente que leyó dieron una demostración de cívica y madurez, cosa que yo no hubiera hecho, que yo no entiendo, que no vivo, pero reconozco de lejos, de allí que insista: yo me parezco a Milagros Socorro y claro que a Ana Teresa Torres, a Milagros por el cuento que ya eché acá sin describir claro muy bien a los personajes y a Ana Teresa Torres porque si organizara y seleccionara una semana de la nueva narrativa venezolana llevaría a todos esos manganzones a un escenario público a ser expuestos, porque hay que darles látigo a las nuevas generaciones, para que nadie escriba más nunca o les de pena exponerse, o formen su propio club o vean que coño hacen pero que se ocupen de algo serio, porque, escribir no es serio, después de lo que vi esta noche escribir no es serio ¿verdad? Más bien es como esta nota, una locura pues, una pastilla que anda suelta por la casa y aunque dice a juicio del facultativo uno se la echa encima, buscando efecto, buscando público. Inexorablemente uno se convierte en lo que critica por eso esta nota la firma a estas alturas Milagros Socorro y el cuento se llama algo así como “De cuando Milagros Socorro se hizo pasar por Milagros Socorro».

Enio Escauriza  S  -hijo-

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